En Cruz Grande, Córdoba, el hogar del artista visual Carlos Martín Canale y el ceramista Leo Menna sigue siendo un lugar fuera del tiempo donde la contemplación se vuelve obra
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Hace tiempo ya, visitamos a Carlos Martín Canale y Leo Menna. Su hogar se llama Mburucuyá, por la flor de la pasionaria cultivada por las hermanas de una orden francesa que tenía aquí una casa de retiros espirituales. Ellas construyeron una capilla en el interior de esta antigua vivienda ferroviaria, que adaptaron a la vida de claustro. Cuando la orden tuvo que abandonar la zona, Carlos vio en ese pequeño convento una morada ideal, a la que solo sumarle más luz y la calidez de las obras de ambos y de tantos amigos.
La capilla se convirtió en un gran living y varios claustros concatenados, en dos amplias habitaciones. Todo sobrante de obra se recicló: las puertas pasaron a ser ventanas o postigos, las sillas abandonadas se restauraron, una antigua bañadera hoy es fuente y el viejo garaje, en el fondo del parque, es un lugar de trabajo que tiene más alma de carpintería que de atelier. Recientemente, Carlos y Leo construyeron, en un rincón del parque, el showroom de Compañía de Arte, nueva sede de la famosa galería que durante años tuvieron en el centro de La Cumbre.
El nicho para imágenes indica que, debajo, estaba el altar. Hoy, dos esculturas de Manuel de Francesco rinden homenaje a esa historia.
“Uno de los rincones donde más disfruto trabajar es sobre la mesa de sastre del living, junto a la ventana, bien temprano”.
Cocina de campo
Cada centímetro de pared fue trabajado a mano por Carlos y Leo para lograr una pátina soñada en verde claro.
En la cocina económica se siguen elaborando riquísimos platos, que se sirven en la mesa central que hace de único comedor, con la distinguida compañía de una araña de caireles y cuadros con importantes marcos.
Cuarto y baño en suite
En los dormitorios se agregaron pequeñas aberturas con postigos hechos a partir de puertas sobrantes de la construcción original. Por mesa de luz, una grande pintada por Carlos en sintonía con el antiguo tapiz de herencia familiar. Como el baño fue un agregado posterior, para continuar con estilo general se restauraron los pisos y se agregó una bañadera con patas comprada en un anticuario.
Cultivar el propio jardín
“Alguna vez escuché un antiguo proverbio que dice: ‘El que hace un jardín, se salva’. Bueno, eso es lo que intentamos hacer con el nuestro”, nos cuenta Carlos que, con dedicación y esfuerzo en este clima seco, fue haciendo crecer rosales y enredaderas para llenar de vida cada rincón de la fachada.
Poco queda de la monotonía del jardín dejado por el convento. De a poco, se lo fue poblando de rosales, enredaderas y fuentes, y nutriendo de vida con rincones donde sentarse a disfrutar del paisaje que regalan las sierras.
Compañía de Arte
Con la pandemia, Carlos y Leo trasladaron el clásico espacio que tenían en La Cumbre, Compañía de Arte, por una nueva versión que construyeron dentro de su maravilloso jardín.
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