Paradojas de la construcción siglo XXI
Tema del día: barrio en construcción. El caso es verdaderamente curioso. No se trata de un barrio cerrado convencional. Es un barrio cerrado histórico que hasta hace un tiempo tenía una gran zona sin lotear, tierras de una antigua quinta. Y ahora, loteada la quinta, esa zona del barrio, de golpe, se empieza a edificar con modernas casas racionalistas.
Es entrar al barrio y ver las antiguas casas del barrio antiguo, casi señoriales (casas con prótesis en las caderas, sillas de ruedas y sueros) y luego ver, en el nuevo apéndice del barrio, toda esa energía de la juventud que irrumpe bulliciosa con los colores, las formas y las texturas de la arquitectura del siglo XXI.
Tanto es así que una pareja de viejos clientes, que antes vivían en una de las casas señoriales de la parte antigua del barrio, gente de hijos grandes, que ya migraron, ahora vendieron su casa señorial y compraron uno de esos lotes y están construyendo una nueva. Espíritu de juventud, tiene mi pareja de clientes.
Y la construcción de esa nueva casa, un notable síntoma de cómo la juventud, a veces, se ensaña con nosotros. Lástima, eso sí, que mientras la nueva casa esté en obra mis clientes se hayan mudado a un departamento, y me hayan dejado sin trabajo.
-Es mientras dure la obra, Félix, no te hagás problema.
Casi resignado por ver cómo el espíritu de lo nuevo arrasa con todo, incluso con mi trabajo, me acerco a la obra, como para por lo menos dar alguna indicación, a los albañiles, para que cuando construyan la pileta tengan en cuenta las dos o tres cosas que hacen falta para facilitar mi trabajo.
-El arquitecto dice que en la pileta van a poner un robot -me dice uno de los albañiles, panzón, riéndose y con una botella de gaseosa partida al medio y llena de un extraño jugo amarillento.
Me río yo también. Me parece un buen chiste. Entonces otro albañil trae al robot.
-¿Ves? Éste es, lo comparon ahora porque estaba en oferta.
Decepcionado, me voy despacio, dando pequeños pasos hacia atrás y agradeciendo la cortesía. Ellos siguen riéndose. Se ríen de la situación y se ríen también de mí. Una risa que acaso hace eco en la de mis viejos (ex)clientes, ahora seguramente entretenidos con una comedia en Netflix, en su nuevo departamento.
Sin embargo, cuando ya estoy subiendo a mi camioneta me intercepta una madre joven con su hijo en silla de ruedas.
-Perdón -me dice-, ¿vos limpiás piletas? Tengo una acá a la vuelta, es techada, climatizada, necesito que vengas dos veces por semana. La hicimos para él -señala al hijo-, para su rehabilitación. ¿Cuándo podés venir?
Respiro hondo. No todos tendrán la misma mala y buena suerte que yo. Quizás el siglo XXI sea eso, mala suerte y buena suerte a la vez. O quizás no sea nada, sólo barrios en construcción.