A los 84 años, falleció Jorge Colombo, un oficial admirado por todos sus colegas y subordinados
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En la madrugada de ayer, viernes 28 de julio, murió un héroe de la patria. Un Oficial admirado por sus camaradas y subordinados, piloto de aviones de ataque y líder de la temible “Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque”, compuesta por 100 personas -de las cuales 10 eran pilotos-, 4 aviones Dassault-Breguet Super Étendard y sólo 5 misiles Exocet. Durante la guerra combatió con el grado de capitán de corbeta. En el aire era conocido como “Piti”.
Jorge Colombo, a quien sus colegas definen como “noble, exigente y detallista”, era un aviador “total”. Nacido un 28 de octubre de 1939, en Buenos Aires, egresó de la Escuela Naval en 1960, con la promoción 89, y rápidamente se orientó en la rama de aviación naval. Se especializó en aviones de ataque, como el Douglas A-4 Skyhawk. En 1981, recibió la calificación para pilotear los Super Étendard, verdaderas máquinas de guerra, aptas para operar tanto desde tierra como desde portaaviones.
Sus familiares y amigos cuentan a LA NACION que, además de ser un apasionado por su profesión, era un lector insaciable, un curioso por naturaleza que nunca dejaba de informarse sobre los acontecimientos domésticos y globales. Dicen, también, que durante muchos años practicó remo, tenis y voley, que era un gran deportista.
Colombo tuvo a su cargo la difícil tarea de administrar una fuerza de ataque en la que escaseaba el insumo principal: los misiles Exocet. Pero lo hizo con creces: no perdió a ningún piloto, no perdió ningún avión y no malgastó ningún misil. Los 5 Exocet que le proveyó la Armada, bastaron para que sus pilotos hundieran dos buques británicos, el HMS Sheffield y el Atlantic Conveyor. Su último Exocet habría averiado al portaaviones Invincible (este hecho aún se discute en el mundo, pero Colombo no tenía dudas de que así había ocurrido).
“Para mí, era como un padre”
El capitán Roberto Curilovic (76) VGM, integrante de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, que disparó uno de los misiles que hundieron al Atlantic Conveyor, conoció a Colombo a los 28. “Piti” había sido su instructor de vuelo. El aviador naval aún recuerda al capitán Colombo recorriendo la embarrada base de Río Grande de una punta a la otra, con sus botas de goma, su parka azul y sus orejeras de lana celestes.
“Él iba hasta la sala de operaciones, volvía. Venía a la sala de pilotos bien temprano y nos preguntaba: ‘¿Están bien? Descansen, yo ya estoy despierto’. ‘¡Pero ya nos despertaste!’, le contestábamos. Y él nos decía ‘Sigan durmiendo’. Estaba encima de todas las misiones que teníamos que cumplir. Nos sentimos siempre cuidados por él. Yo lo considero un padre. Él se va a enojar si lee esto, porque no hay tanta diferencia de edad. Pero la verdad es que todos los pilotos y mecánicos de Malvinas lo consideramos un padre, un protector”, rememora, apenado, Curilovic.
“Hubo pocos como él. Supo cuidar a sus pilotos, y eso es realmente destacable. Siempre estuvo delante de los acontecimientos, en particular en Malvinas. Jamás iba a enviar a sus pilotos a una misión de la cual no estuviese seguro de que pudieran regresar. Y es por eso que tuvo muchas discusiones profesionales. Tuvo problemas por discutir órdenes que recibimos, salidas que no eran las que él consideraba adecuadas porque no eran lógicas. Hizo cumplir las misiones que él consideraba adecuadas. Y el resultado lo dice todo: con solo cuatro aviones, que era lo único que teníamos, hundimos dos barcos y averiamos un portaaviones”, agrega.
La escuadrilla había sido conformada 5 años antes, cuando los altos mandos de la aviación naval notaron que los A4 que volaban sus oficiales eran demasiado antiguos. “La Armada pensó en reemplazarlos por otros A4 y recurrió al mercado norteamericano. Por esa época (1977) estaba en vigencia la restricción en la venta de armamentos a la Argentina por el tema de los derechos humanos, así que los Estados Unidos no nos quisieron vender. Se buscó un avión naval que entrara en nuestro portaaviones, el 25 de Mayo. Entrar en un portaaviones no quiere decir solamente que pueda enganchar en la cubierta y ser catapultado, sino que entre también por el ascensor de la nave. Se envió a Francia a diez pilotos con mucha experiencia, porque se trataba de un avión muy difícil y exigente. Llegaron a París a fines de 1980 y regresaron a la Argentina en 1981, con aproximadamente 45 o 50 horas de vuelo cada uno”, recordaba Colombo para LA NACION en una entrevista publicada en septiembre de 1997. Él había encabezado esa misión.
En el conflicto armado, Colombo tuvo su bautismo de fuego el 1 de mayo, día en el que la escuadrilla inició sus acciones. Despegó desde Río Grande en el Super Étendard matrícula 3A-204 junto al teniente de Fragata Carlos Rodolfo Machetanz, que lo acompañaba desde cerca en el avión 3A-203. Salieron a la caza de un blanco inglés, un navío que pudieran atacar, pero en esa ocasión, en medio del caos que se generó durante el primer cruce entre británicos y argentinos, no encontraron nada, y debieron regresar al aeropuerto.
“Un acuerdo de caballeros”
Su escuadrilla tuvo revancha 3 días después. En la jornada del 4 de mayo, día glorioso para la Armada, los pilotos Armando Mayora y Augusto Bedacarratz acertaron en el destructor HMS Sheffield, siendo este el primer navío inglés hundido en la guerra de Malvinas. Mayora recuerda: “Ese día nos tocó ir a mí y a Bedacarratz. Colombo había ido primero, en la misión de estreno, como es costumbre. Pero todos los pilotos teníamos muchas ganas de volar. Entonces él propuso una especie de acuerdo de caballeros: el que salía a volar, pasaba al último lugar de la fila, para que luego, si había una próxima misión, despegase el siguiente, y así sucesivamente. Me acuerdo que nos pedía que cuidáramos los misiles como oro, que no fuéramos al tun-tun. Después de todo, solo había cinco Exocet...”.
Mayora, que durante el conflicto peleó con el grado de teniente de Fragata, había conocido a “Piti” unos años antes, cuando había sido asignado en la escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque. Define a su jefe como “un hombre sabio e inteligentísimo” que estaba atento tanto al bienestar de sus subordinados, como a la administración estratégica de los recursos de su equipo.
“Sabía escuchar y consensuar discrepancias, por ejemplo cuando el almirante Lombardo y otros superiores le pidieron que se hiciera un ataque con Exocet sobre un buque que estaba cerca de la costa. Colombo les dijo ‘nosotros, con los Exocet, no podemos operar cerca de la costa, porque corremos el riesgo de que el misil se sienta atraído por una pequeña isla, un buque nuestro o lo que fuere. Nosotros tenemos que operar en mar abierto’. Él se paraba y daba su opinión, siempre con criterio”, recuerda, emocionado.
Y añade: “Ese día sus superiores, buscando alternativas para operar cerca de la orilla, le dijeron: ‘Entonces quite los Exocet de cada avión y reemplácelos con bombas’. Pero Colombo, casi educándolos, les explicó que el sistema operativo del avión no era compatible con ese pedido: esos modelos, en esas condiciones, no podían soltar bombas... Yo, una vez que me retiré de la Marina, empecé a trabajar en el ambiente privado. He tenido miles de jefes, pero pocos como ‘Piti’”.
“Querido Jorge Colombo, arribaste a tu fondeadero final”
Hace algunos años, “Piti” perdió a Isabel, su amor de toda la vida y la madre de sus hijos Victoria, Mariano, Juan y Constanza. “Fue un cambio muy importante en su vida. Lo afectó mucho”, explica Mayora.
Jorge Colombo se encontraba débil de salud, arrastraba problemas cardíacos y en las últimas semanas había contraído una neumonía. Falleció ayer por la mañana en el Hospital Italiano, a sus 84 años. “Fue un desenlace inesperado”, coinciden sus allegados. Sin embargo, se quedan con un cajón lleno de dorados recuerdos, muchos de ellos cosechados en 1982. Y otros que forjaron juntos en los años que siguieron a la guerra de Malvinas: “El vínculo nunca se cortó. Seguimos viéndonos y organizando asados. Siempre”, comenta Curilovic.
“Yo lo conozco desde la escuela naval”, dice Bedacarratz. “Recuerdo que ya en esa época me había formado su imagen. Percibí que era diferente al resto: muy exigente, pero no podía disimular su lado humano. Esa fue su característica a lo largo de toda su vida como aviador naval. Era una persona que entendía, atendía y escuchaba, y que, al mismo tiempo, exigía. Era un lujo estar con él. Era un tipo leal. Y esa fue la cualidad que lo transformó en el conductor que fue: un líder natural, humilde y valiente”, agrega el piloto.
Por último, quien también se despidió de “Piti” fue Carlos Cortalezzi, su entrañable compañero de promoción. Se graduaron juntos de la Escuela Naval, con toda la promoción 89. Ayer por la mañana, tras haber recibido la dura noticia, se contactó con sus camaradas, a quienes les envió un sentido texto: “Zarpó un Marino! Zarpó hacia el puerto de la bienaventuranza eterna. Un Marino a quien quisimos y con quien compartimos gran parte de nuestra vida. Un Marino que sobresalió en el cumplimiento de cuanta misión le fuera encomendada. Sobresalió como remero, representando a la ENM y obteniendo el campeonato sudamericano de remo cuando era cadete. Sobresalió por su marcialidad siendo Tambor Mayor de la banda del Liceo Naval y de la ENM. Sobresalió en la Escuela Naval Militar por su Aptitud Militar y su dedicación al estudio. Sobresalió como oficial alumno en la Escuela de Aviación Naval, como uno de los mejores pilotos de su grupo. Sobresalió por fin en toda su trayectoria en la Aviación Naval, pero muy especialmente como comandante de las Escuadrillas Tercera de Ataque y Segunda de Ataque, con la que causó la admiración de los argentinos y el fastidio de los ingleses, al hundirles dos de sus principales unidades de superficie y probablemente causarle gran daño a uno de sus dos portaaviones. Sobresalió, también, en su último destino como comandante de Aviación Naval y volvió a sobresalir, con su inexplicable “no ascenso” al Almirantazgo, ordenado por la Superioridad de la Armada. Sobresalió por último en su vida familiar. Fue un esposo amante y fiel, que no pudo sobreponerse a la pérdida de su querida Isabel, pero que rodeó a sus cuatro hijos con su permanente ‘amor de Padre’. Amor protector que todo lo cubre. Vicky, Juan, Mariano y Coty, siéntanse muy orgullosos de lo construido por su padre. ¡¡¡Nunca lo olvidaremos!!! Fue un hombre a quien quisimos y respetamos mucho y de quien en este momento sentimos profundamente su pérdida. Sabemos de su corrección, dotes morales y religiosos, por lo que no dudamos ya está reunido con Isabel en Cristo Nuestro Señor. Querido Jorge Colombo, arribaste a tu fondeadero final. Querido Jorge Colombo, descansá en Paz.
Con la colaboración de María Nöllmann
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