Ella era peluquera y a él le gustaba, pero le daba vergüenza acercarse, hasta que un día se animó a entrar al local y pedir un corte
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El primer encuentro fue una excusa. Soledad trabajaba en una peluquería en Jujuy y, a pesar de que lo hacía hace años, Rubén nunca se había animado a pedirle un corte. Le gustaba mucho y le daba vergüenza acercarse, aunque probablemente la verdadera razón fuera que ella estaba en pareja y él también. Rubén, por otro lado, le llevaba 20 años ¡nada parecía estar a su favor! A su vez, ambos tenían hijos y relaciones conflictivas con sus cónyuges.
El tiempo pasó y lograron ponerle un punto final a sus historias tormentosas. Para Rubén, su pasado había traído dolor y era difícil volver a creer en el amor.
Pero finalmente un día, invadido en un sinfín de sentimientos encontrados, ingresó al salón y pidió por Soledad para realizarse un corte. Tal como lo había presentido, entre ellos surgió de inmediato una química indescriptible: “Fue increíble y nos dejó con ganas de más”.
Una propuesta alocada
A los tres días, Rubén la invitó a pasear al dique Los Alisos. Ya era de noche, caía una suave y fresca llovizna, cuando sus labios se encontraron. De pronto, él se arrodilló, la miró a los ojos, y medio en broma y medio en serio, lanzó: “¿Te querés casar conmigo?” “¿Estás loco?”, fue la respuesta, a lo que le siguió un “sí”, pensando que era un juego. Lo cierto era que todo parecía una locura, pero, a partir de aquel día, una nueva vida comenzó para ambos. Aquella noche, Rubén y Soledad habían recuperado la capacidad de creer en el amor.
A pesar de la diferencia de edad y de todas las barreras, aquellos que querían a Rubén y a Soledad, pudieron distinguir el brillo en sus ojos y los apoyaron en la nueva relación.
Durante los siguientes dos años, los enamorados compartieron sus alegrías, tristezas y miedos. Se conocieron y se amaron, más allá del primer enamoramiento; todo, junto a los dos hijos de ella y los cuatro de él.
Una sorpresa inesperada
Fue para el segundo aniversario de novios, que Rubén decidió invitarla a un viaje sorpresa: “Soledad nunca había viajado en avión y le tenía mucho miedo a volar”, cuenta, al recordar aquellos días.
Soledad subió al avión temblando. No sabía cuál sería el destino y, primero, creyó que era Córdoba, donde hicieron una escala. Los despegues y los aterrizajes serían varios en la travesía: “Para ella fue bastante traumático, pero sirvió para superar ese miedo a lo desconocido inicial, tan fuerte”.
“Bienvenidos a Mar del Plata”, escuchó decir Soledad por el altoparlante del avión y sus ojos se empañaron. ¡Aquella era la mejor sorpresa que había recibido en su vida!”
Esta vez no es un juego
En la ciudad balnearia disfrutaron de paseos, paisajes y la magia del mar. Un día, Rubén le propuso a Soledad ver el amanecer. Se pararon frente al mar a admirar el espectáculo y, cuando el sol terminó de hacer su entrada triunfal, él se arrodilló, tal como lo había hecho dos años antes, y le pidió casamiento: “Ahora había anillo, que había comprado online y había llegado justo antes de viajar. ¡Le quedaba un poco grande!”, sonríe Rubén.
Nunca había sido broma su amor ni su propuesta en aquel dique de Jujuy; la respuesta volvió a ser sí, aunque, esta vez, Soledad no lo tomó como un juego.
“El resto fue planear la boda en La Feliz para principios del 2019. Llevamos a toda la familia de Jujuy a Buenos Aires, para celebrar el casamiento en la Iglesia donde años antes se había bautizado el más pequeño. La fiesta fue inolvidable, frente al mar. Queda pendiente un vals en la rambla y una noche de bodas en un hotel céntrico, ¡no se pudo concretar por no poder dejar a toda la familia sola! Hoy llevamos felices ocho años, y tenemos el deseo de volver a Mar del Plata para continuar con nuestra celebración”, cuenta Rubén, complacido.
“La vida nos dio la oportunidad de comenzar de nuevo y nos enseñó que no hay que perder las esperanzas y demostrarnos que siempre se puede, y que, aunque somos muchos, podemos hacer frente a todo en familia. Juntos seguiremos apostando al amor, siempre”, concluye Rubén, quien siempre recuerda con orgullo haberse animado a entrar a la peluquería.
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