El representante va a contar su vida -y la de sus modelos- en una serie documental que va a grabar para la televisión: “Viví 30 años de locura junto a las mujeres más hermosas de la Argentina”, asegura
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Pancho Dotto (68) está apurado. Quiere comenzar a grabar ya, lo antes posible, su serie documental. Dice que tiene mucho por contar. Hace tiempo se instaló en su cabeza la idea de la finitud de la vida. El año pasado murió su hermano mayor, Mario, y hace un par de meses despidió a uno de sus mejores amigos.
-También murió, hace poco, Ricardo Piñeiro.
-Jamás pensé que se iba a morir antes que yo. Teníamos la misma edad.
-¿Cómo era su relación?
-Nunca tuvimos relación porque él no quiso. Fuimos modelos al mismo tiempo. Cuando yo empecé con la agencia, él ya tenía la suya. Había armado un monopolio.
-Era su clásico rival.
-Nunca competí con él. Piñeiro se manejaba con parámetros de belleza, como el peso y la altura. Yo, en cambio, tengo un sentido estético propio. Araceli no mide un metro ochenta, Pampita tampoco... Pero cuando las vi, sabía lo que tenían, otros no lo veían.
-¿Qué le produjo la muerte de Piñeiro?
-Lo lamenté mucho por sus seres queridos. Me llamaron algunos periodistas, pero preferí no opinar. El problema de la memoria… ¿sabés cuál es? Que hay gente que no está, que no puede dar su versión. Yo lo fui a ver a Ricardo en dos oportunidades para que manejase los cachets de otra manera. Yo entendí que si un tipo invierte un millón de dólares en una campaña de publicidad, no le puede pagar monedas a una modelo. Eso fui a hablar con Piñeiro. Le sugerí que elevase los chachets, pero él no lo comprendió. Después, ya ni me saludaba.
-¿Usted cobraba más?
-Yo cobraba una fortuna. Al principio, la mayoría de los clientes trabajaban solo con él. Pero cuando empecé a tener el monopolio de lo que funcionaba, de lo que vendía, rompí todos los moldes.
-Hay una revista, en su archivo, donde usted lamenta la salida de Carolina Peleritti de su agencia. Dice “no la entiendo, este año le hice ganar 400 mil dólares”. ¿Tanto dinero podía ganar una modelo en la Argentina?
-Sí, por supuesto. Más también.
“Tuve una sanguchería en Villa Gesell, vendí plantas, fui aprendiz de mecánico”
Dotto -que por primera vez posa con barba- firmó con Zeppelin Studios. Es la misma productora que grabó la biopic de Carlos Salvador Bilardo, que está trabajando en la serie Pepita La Pistolera, que va a protagonizar Luisana Lopilato, y en la película de Nahir Galarza, que va a interpretar Valentina Zenere, la ex “chica Disney”.
Su historia es fascinante. Y está atravesada por las historias de mujeres que marcaron época. Sería absurdo –e injusto- contar la vida de Araceli González, Valeria Mazza, Carola Del Bianco o Pampita, por nombrar algunos ejemplos, sin mencionar a Pancho Dotto. Breve sinopsis, en sus propias palabras: “A los 14 años me fui de mi casa. No tenía una buena relación con mi padre y no quería ser como él. Trabajé de mil cosas: tuve una sanguchería en Villa Gesell, vendí plantas, fui aprendiz de mecánico. Se consideraba al chico que venía del interior como un grasa. Pero en la moda encontré mi lugar. Tuve plata, fama, dinero, éxito… y mujeres hermosas, por supuesto, que es a lo que me dedicaba. Pero todo tiene su lado B: las traiciones estaban a la orden del día, me quisieron ensuciar con muchas mentiras, y eso me llevó un costo muy grande. El trabajo de hacer famosas a las chicas me llevó la vida. Yo fui víctima de mi propio éxito. Ahora estoy pagando el precio de todo lo que hice. Perdí amores que me dolieron mucho. No hubo mujer que, aun amándome, me soportase más de tres años. Me hubiese gustado tener un hijo... eso sí fue un error”.
-Comenzó su carrera como modelo. ¿Recuerda quién lo descubrió?
-Me descubre un tal Héctor Ortiz en la confitería Santa María, en Juramento y 3 de febrero. Yo estaba sentado afuera, con mi moto, tenía 17 años, el pelo largo y un poco de barba. Este hombre me dice que si me sacaba la pelusa de la cara y me arreglaba el pelo podía trabajar como modelo. Todos se mataron de la risa, pero ahí arranqué. Me fue muy bien, fui exclusivo de Levi’s durante 3 años.
Hace cuatro décadas, en 1984, luego de mediar en una discusión salarial entre modelos y una productora, Luis Francisco Dotto fundó su agencia. La bautizó Pancho Dotto Models Agency. No tenía “padrinos”, todo su capital era su fuerza de trabajo. Sus primeras modelos “fuertes” fueron Florencia Florio, Julieta Kemble, Gabriela López Lamia y Claudia Betoldi (“de quien estuve muy enamorado”, agrega Dotto).
-¿Fue un éxito inmediato?
-No, para nada. Durante los primeros cinco años no gané una moneda. Llegaba a la agencia, pasaba la aspiradora, me hacía un té, me ponía la corbatita... El contador me decía ‘flaco, yo te sigo haciendo los números gratis, pero no ganás un sope’. Yo iba a la redacción de la revista Para Ti y me hacían esperar 4 horas. Después, cuando me recibían, yo les mostraba mis modelos y me decían: “Esta es gorda, esta es flaca, esta tiene el pelo fino…”. Fue terrible para mí.
-¿Cuál fue su primer gran descubrimiento?
-Yo sabía que para tener una agencia top necesitaba un chica que hiciese pasarela, editorial y todo. En Córdoba encontré una chica que me partió la cabeza: María Inés Rivero, tenía 14 años. Vino a vivir a Buenos Aires, con otras modelos, en un departamento que tenía enfrente de la agencia. Con su madre, Cristina, la anotamos en un colegio. La mandé a todos lados: a Para Ti, con Elsa Serrano… Todos me decían “no me gusta”. Yo no lo podía creer. La fui a ver a Susy Chebar, dueña de La Clocharde, la madre de Jazmín Chebar. Le dije: “Descubrí a una chica que es un ángel, que tiene que hacer pasarela en París, pero todo el mundo me dice que no sirve. Yo te la mando y si vos me decís que no te gusta, pongo una verdulería”. Al rato me llama entusiasmadísima: “Es increíble, esta chica va a ser la novia de mi desfile’. Y ser la novia de La Clocharde era como hacer Gino Bogani. Cuando la vi desfilar, me puse a llorar como si fuese mi hija. No me equivoqué, hizo una carrera espectacular.
El primer verano
Pancho Dotto hizo historia en Uruguay. Pero su primer desembarco en Punta del Este, en 1989, fue modesto: se instaló, con cuatro modelos, en un departamento de dos ambientes, segundo piso por escalera, a más de 1000 metros del mar. “Le cedimos la habitación a Julieta Kemble, que estaba con su novio. El resto, dormíamos en el piso del living. Yo dormía al lado de la heladera, al lado mío dormía Valeria Mazza, a su lado dormía Karina López y más allá dormía Andrea Bursten. Fue una época fantástica”, recuerda. Las modelos top de la agencia eran Bárbara Durand y Carolina Peleritti, que habían alquilado un departamento en La Barra.
Tiene un archivo fotográfico extraordinario. Está repartido en cajas, álbumes de todos los tamaños y en portarretratos que desplegó por toda la casa. Seguramente, acompañarán -y reafirmarán- sus relatos en pantalla. Hay muchas fotos de Valeria Mazza, de hace tiempo, cuando eran los dos muy jóvenes.
-Finalmente, ¿vio el documental de Valeria Mazza?
-No, ni siquiera vi el de John Casablanca (el fundador de la agencia Elite).
-Lo escuché decir que rechazó participar en el documental de Valeria porque a ella y a su marido, Alejandro Gravier, no les iba a gustar lo que tenía para decir y lo iban a editar. ¿A qué se refiere?
-(piensa) Yo estoy en una en una postura de pacificación personal hacia adentro y hacia afuera. Me mandan videos de ella hablando de mí de una manera que nunca habló… No me interesa antagonizar, quiero estar en paz.
-Valeria contó en televisión que la descubrió Roberto Giordano y que llegó a su agencia sin saber quién era usted.
-Raro. Piñeiro no se puede defender y Valeria seguro que se olvidó… Porque Valeria se entrevistó conmigo, con la mamá, y también se entrevistó con Piñeiro. Cuando ella decide trabajar conmigo, fue a excusarse con Piñeiro. Y me contaron, ella y su madre, que Piñeiro les dijo: “No vas a salir ni en la tapa de (revista) Chacra”. Piñeiro no se puede defender ahora y probablemente Valeria diga que esto es mentira, ese es el problema. Bueno, yo aposté por Valeria y no me equivoqué.
-¿Cuál fue su impresión cuando conoció a Valeria?
-Me enamoré perdidamente de ella. Profesionalmente, claro. Pero no les pasó lo mismo a mis clientes. Las fotos que hizo para las primeras dos campañas de Caro Cuore no sirvieron. La renovaron por mí, porque insistí. En System Basic la puse “de prepo” y el dueño me llamó para insultarme. ¿Vos creés que cuando GENTE presentó a Valeria Mazza como “la Schiffer argentina”, me pidieron la nota? No, yo rompí los quinotos para que la hicieran. Fue un trabajo muy duro, pero lo logramos.
-Entonces, insiste: no hubiese llegado a dónde llegó sin usted.
-Ella se enoja, pero lo reafirmo. Pero no solamente Valeria: ni Dolores Barreiro, ni Pampita... Cuando la mandé a Pampita para conducir El Rayo, Diego Guebel la rechazó. No la quiso. Recién la “descubrió” unas semanas después, cuando hizo su primera tapa de GENTE. Que, dicho sea de paso, los editores de GENTE tampoco querían a Pampita para la foto, estaban encaprichados con otra chica... Pero el fotógrafo, Santiago Turienzo, creyó en mí y me dijo “mandámela tal día”. Ahí hicimos la foto, salió en tapa y me llamó Diego Guebel: “¿Por qué no me mandaste a la chica de la tapa para El Rayo?”, preguntó. “Es la que te mandé”. Y ahí empieza Pampita.
-¿Terminó mal con muchas modelos?
-No. A veces las chicas se iban. Melina Lezcano, después cantante de Agapornis, se fue de la agencia. Dijo que yo no la quería… ¿Cómo no la voy a querer? Tengo limitaciones de tiempo, como todos. Cada tanto había corridas: decían que me estaba fundiendo, generaban pánico en las modelos, y algunas se iban. Ivana Saccani, con quien hablé hace un rato, a quien adoro, me llamó una vez y me dijo: “Mientras yo trabaje como modelo, jamás me voy a ir de tu agencia”. Carola Del Bianco me invita siempre a su casa en el sur. Carolina Peleritti me visitó acá la semana pasada.
Tiempo de desapego
Pancho Dotto vive en El Refugio, su chacra en Libertador San Martín, Entre Ríos. Ya grabó su nuevo domicilio en el DNI. Dice que es, de alguna manera, su forma de “cerrar el círculo”, de volver “a los orígenes”, ya que nació en Paraná, capital de Entre Ríos. La entrevista con LA NACION es en su antiguo hogar, una casa fantástica que está “colgada” de la barranca de Punta Chica, la obra maestra que el arquitecto Raúl von der Becke proyectó a fines de la década del 50, inspirado en “La Casa de la Cascada” de Frank Lloyd Wright. Hace horas tuvo un almuerzo de trabajo con el equipo creativo de Zeppelin.
-¿Está de paso, entonces?
-Sí, ya no vivo acá. Esta es “la casa de mis sueños”. Me la quisieron comprar varias veces, siempre dije que no. La viví, la disfruté. Pero estoy en una etapa de desapego, hay cosas que ya no quiero sostener. Si pude vender Paraíso de Mar, uno de los terrenos más lindos de Uruguay, sobre la playa, porque necesitaba dejar de trabajar, creo que también puedo desprenderme de “la casa de mis sueños”. Tiene que venir una persona con 24 años menos que yo, con la edad que yo tenía en 2000 cuando compré esta casa, y que la pueda disfrutar tanto como yo.
-Sostuvo -prácticamente sobre sus hombros- una empresa durante 30 años en la Argentina...
-(interrumpe) Y pasé de todo. En 2001, cuando el Citibank se quedó con toda mi plata, no sabía qué hacer. Comprendí que tenía que buscar oportunidades afuera: llevé a Pampita a trabajar a España, fui a Chile a vender a Dolores Barreiro para Almacenes París. Hice de todo, pero nunca dejé de pagar los sueldos ni los impuestos. Ahora estamos en una nueva crisis, hay que ajustarse el cinturón y buscarle la vuelta.
-¿Y el futuro?
-Estoy muy entusiasmado con el documental. Quiero dar testimonio de lo que viví. Fueron 30 años de locura, con muchas historias, para todos los gustos. Me hice muy de abajo, por eso no me da pudor mostrar mi casa o mis autos. Yo fui una persona rara en el mundo de la moda, pero tenía el talento para descubrir chicas. Nunca estuve con el poder. Yo no le abrí la puerta de los hijos de los presidentes de turno, ni a hijos de banqueros, que merodeaban La Fontana. A mí me amenazó Carlitos Menem Junior, alguien que no se puede defender y eso está mal, pero yo lo sufrí, eh... Hace 10 años cerré la agencia, Dotto Models, pero nunca dejé de trabajar. Construí un hotel de campo para mis amigos en Entre Ríos, un cinco estrellas, un lugar fantástico que estoy evaluando abrir al público para eventos especiales. Con mi museo de autos... Y tengo la marca Dotto Management, con la que voy a representar a unas pocas personas. Voy a seguir descubriendo gente, no dejarla pasar. Voy a hacer desfiles por toda la Argentina, con algunas modelos históricas y otras nuevas, de distintas agencias. Quiero elevar la vara, promover un salto de calidad, canalizar mi creatividad.
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