“Palomas zombies”: el extraño fenómeno de los muertos vivientes con alas que aterroriza Europa
Este virus aviario, tan letal como infeccioso, atemoriza a los ciudadanos británicos
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Los zombies no son más un invento de la cultura cinematográfica popular y, mucho menos, una teoría conspiranoica de los aficionados. Para este momento, son un aterrador fenómeno que se extiende, reproduce y despliega sin control por las amplias calles del Reino Unido.
La pandemia mortal de zombies no llegó tal y como el director suizo Marc Forster la retrató en la película Guerra Mundial Z, con personas saltando, atacando y contagiándose entre sí en varias escenas que resultan, aterradoramente, apocalípticas; por el contrario, llegó de la mano de pequeñas y, aparentemente, inofensivas aves.
Con el cuello torcido, las alas contorsionadas y movimientos que solo podrían ser descritos por los expertos como erráticos, las “palomas zombies” se toman los rincones de Jersey -dependencia de la Corona británica ubicada en el canal de la Mancha- mientras batallan con un contagioso y mortal virus que no solo amenaza su supervivencia, sino también la del resto de su especie.
No devoran humanos, ni tampoco son dominadas por un instinto caníbal; sin embargo, a simple vista, lucen y se comportan como terroríficos y peligrosos muertos vivientes. Suena como una película de Hollywood protagonizada por Will Smith o Brad Pitt, pero, desafortunadamente, no lo es: las palomas zombies son más reales que nunca y habitan en Europa, a la vista de cientos de humanos.
Un virus que no da tregua
La población de aves del Reino Unido está siendo azotada por un silencioso, mortal e intempestivo virus con nombre propio: paramixovirus, conocido también por sus siglas PPMV o como enfermedad de Newcastle, que somete, principalmente, a las palomas a síntomas neurológicos nada propios de su especie.
Cuello torcido de manera violenta, alas y cabeza temblorosa y heces verdes son solo algunos de las preocupantes señales nerviosas que indican que las palomas fueron infectadas por la enfermedad. Si a estos signos se suma el caminar en círculos, la ausencia de vuelo y la alta reactividad al movimiento, el resultado es, nada más y nada menos que una paloma que de ave tiene poco y de zombie mucho.
El sitio web del sector público del Reino Unido advierte que, en algunos casos, las aves pueden llegar a presentar otros síntomas como parálisis de alas y patas, diarrea, pérdida de apetito y renuencia a moverse.
De acuerdo con un portavoz del Refugio de Animales en la isla de Jersey, citado por el periódico británico The Sun: “La enfermedad es extremadamente infecciosa y se propaga a través de las heces y otras secreciones. El virus puede sobrevivir más tiempo en los meses más fríos y húmedos, lo que significa que los grupos de casos son más comunes en esta época del año”.
En especial, el contacto entre palomas a través de transportadores de aves que no fueron correctamente desinfectados, el agua potable de los palomares y los colombófilos portadores de infecciones pueden resultar factores de riesgo fundamentales cuando de definir la delgada línea entre la vida y la muerte de este tipo de animales se trata.
Palomas zombies: un fenómeno en aumento
Silenciosos y mortíferos, los casos de “palomas zombies” en Jersey fueron acumulándose descontroladamente y prendiendo, poco a poco, las alarmas de los ciudadanos y las autoridades británicas. Según el portavoz mencionado anteriormente: “Hubo un aumento en la cantidad de palomas en tierra que ingresan al Refugio de la Sociedad de Jersey para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (JSPCA por sus siglas en inglés) en las últimas semanas, muchas de las cuales han mostrado signos neurológicos como torcer el cuello, dar vueltas o no poder pararse”.
En vista de que la situación, en vez de mejorar, no hizo más que empeorar, las autoridades británicas se vieron en la obligación de “sacrificar humanitariamente” a las aves que, por algún u otro motivo, contrajeron el fatal virus. ¿La razón? Aunque sobrevivan a la letal enfermedad, las palomas pueden seguir transmitiendo el virus a otras aves.
De acuerdo con la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA por sus siglas en español) el virus se transmite durante el periodo de incubación y por un breve tiempo durante la recuperación. En el caso de “las aves de la familia de las palomas pueden transmitir la enfermedad de modo intermitente durante un año o más”.
No es raro que, en la mayor parte de los países, si la enfermedad ocurre en una zona antes exenta, se practique una política de sacrificio de urgencia que incluye el aislamiento o cuarentena estrictos de los brotes; la destrucción en condiciones decentes de todas las aves infectadas y expuestas; la eliminación adecuada de los cadáveres -de acuerdo con el Código Sanitario para los Animales Terrestres de la OMSA-; el control de la plaga en las parvadas; y la prevención del contacto con aves de estatus sanitario desconocido.
Una enfermedad tan fatal como inevitable
A diferencia de la película Soy Leyenda, en la que el protagonista encuentra una milagrosa cura para frenar el apocalipsis zombie y asegurar su supervivencia, el paramixovirus no posee tratamiento alguno que se anteponga a la muerte. Si bien no hay mucho que se pueda hacer una vez la paloma ha contraído la enfermedad, la atención por parte de un veterinario sí puede aumentar considerablemente, las posibilidades de combatir el virus para salir con vida de la situación.
Aunque, a veces, el panorama se torne un tanto desolador, no todo está perdido. Siempre se puede acudir a la vacuna para que, en vez de que las aves tengan que batallar contra la enfermedad, simplemente puedan prevenirla.
“Para prevenir la enfermedad, puede vacunar a sus palomas y asegurarse de practicar protocolos de bioseguridad estrictos en su recinto”, advirtió The Sun, al tiempo que agregó que la notificación del virus en aves en cautiverio es obligatoria -lo que significa que los casos sospechosos deben informarse a las autoridades-; mientras que en el caso de las aves silvestres no lo es.
Por su parte, la OMSA da un parte de tranquilidad al señalar que, aunque la enfermedad de Newcastle puede resultar letal para las aves, no constituye un riesgo grande para la salud pública: solo puede causar conjuntivitis en el hombre, pero suele ser muy leve y limitada.
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