Palo Pandolfo: "Necesitamos experimentar más, hacer cosas más freakis"
La nota empieza en San Telmo, una noche pegajosa, como prestada de otro tiempo. No es un tiempo reciente, no es un tiempo lejano. Es, sí, un tiempo insondable, como conseguido a través de una sopapa. Hay trailers sosteniendo generadores eléctricos, que alimentan las lámparas apoyadas sobre la calzada. También hay sillas vacías sobre la calle. La cantidad confunde, no queda claro si hubo mucha gente o si la manada está por llegar. El cuadro constituye una escenografía urgente de la pandemia. La esperanza mezclada con un estado de preservación de las ruinas que refulgen con la luz que devuelve el empedrado. La cuarentena dejó una expresión blanda del urbanismo, inaccesible a la experiencia, pero también a la memoria. Lo real solo parece el punto de partida de una idea o el primer paso para perderse dentro de ella.
Quiero tentar el abismo y a la muerte estafar / Volvamos a cero, borrémoslo todo y festejemos si mañana me despierto sobrio y feliz.
Palo Pandolfo toca en el Centro Cultural Mugica y en el aire de las calles sobrevuela una canción de Babasónicos. De la esquina de Piedras e Independencia sale un humo como disparado de una máquina de efectos de una película de Pino Solanas. Ese vapor me transportó hasta la puerta de la sala. Los que están allí, un puñado de gente extraviada, duda de entrar al ver en el hall una cápsula. Alguien que se hace protagonista y nos invita a pasar por ella. Es una cabina termográfica, una cápsula recortada por unas cortinas transparentes, similar a los detectores de los aeropuertos. Adentro se dispara un desinfectante desde los costados, similar a la ducha escocesa, con una fuerza tenue, como si fuera operada por el señor Burns. La luz verde indica que podemos ingresar a la sala. Cuando salgo de la cápsula resbalo y me caigo. "Gracias, no pasó nada", prevengo la asistencia de la organización, que atentos se acercaron a darme una mano. Se me vino la imagen de Omar Chabán. A él se le pudo haber ocurrido una idea similar para algunos de los antros que tuvo solo para delirar a la gente.
Palo habla de la pandemia. Al principio le costó mucho, porque tenía un marzo lleno de actividades. Tenía pautados shows solistas y con su banda La Hermandad. "Quedé bastante frustrado. Pero a mitad de año se me reveló toda esa oscuridad y se me dio por componer. Toda esa bronca salió por algún lado. ‘El alma partida’ [su nuevo trabajo] fue en realidad un poema desgarrador que escribí durante la cuarentena. Estaba muy inquieto en el departamento y al otro día se me apareció la música".
El show es para las 30 personas que agotaron las entradas disponibles y, en simultáneo, se transmite por streaming. La capacidad del teatro es de doscientas butacas, pero este curioso sold out habilitó una segunda función, también agotada, que solo fue presencial. Habrá que revisar esa supuesta oposición entre presencialidad y virtualidad, porque las subjetividades que se producen en la ¿pos? pandemia y sus nuevos juegos de intercambio invitan a pensar en la línea de la pregunta sobre los cuerpos: ¿qué puede un público?
Pandolfo vuelve a tocar (con público) luego de la gran pausa que produjo la cuarentena. Su locuacidad se mezcla con su emoción. El repertorio recorre cada una de sus distintas etapas. De Don Cornelio salen la chirriante "Cabeza de platino" y "Ella vendrá". De Los Visitantes, "Sangre", "Risa roja" y "Estaré". Hay temas de la etapa La Hermandad, como "El leñador", y varios de su etapa solista, como "Oficio del cantor", perteneciente a su tercer álbum de estudio, Ritual criollo, de 2008.
Para la segunda función hay sorpresas: "Birthday", de Los Beatles, track oculto de Antojo, "Hola Don Pepito", canción que popularizaron los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki, y "Cosas rústicas", de Color Humano, el trío fundado a finales de 1971 por Edelmiro Molinari, después de la disolución de Almendra. Esta serie de duplicaciones, plenas de improvisaciones y colores fuertes, las sostiene con carácter y versatilidad: Palo es un artista que elige no apartarse del todo de la raíz, pero con la destreza cabal para esquivar los estereotipos.
-Fuiste de El vuelo del dragón, un disco power en vivo que grabaste con La Hermandad, a uno de electro pop. ¿Rompiste todo de nuevo?
-(Risas). Soy de hacer esas cosas, ¿no? A mí me gustan los contrastes, ya es un sello mío. Hice cumbia, tangos, hardcore, bossa-nova, trashcore, nü-metal. Voy de un lado para el otro. Me sedujo ir de una banda súper ruidosa como La Hermandad, con la que interpretamos canciones de la década de los ochenta y los noventa, a esto que es absolutamente nuevo y subjetivo para mí.
Canción, llévame lejos
Palo es uno de los máximos compositores e intérpretes de la música popular argentina. Considerado por la crítica de rock como un trovador moderno, inició su carrera dándole forma al grupo de postpunk Don Cornelio y la Zona, junto con Federico Gahzarossian y Alejandro Varela. Allá por 1987 se volvió una figura promisoria, vital e irreverente del rock de la democracia y "Ella vendrá", corte principal de ese álbum, un hit con una melodía preparada para no envejecer nunca. Su voz dejó una marca, una mutación que transfiguró a Sandro, Gustavo Cerati y Luca Prodan. De hecho, con una fugacidad impalpable, se lo mencionó como reemplazante de Prodan cuando este murió en diciembre de aquel año y dejó sin voz principal a Sumo.
Tras la separación de Don Cornelio en 1989, Pandolfo formó Los Visitantes, otro grupo con el que grabó seis discos, el último de ellos en el año 2000. A diferencia de su agrupación anterior, el pop, el folclore, el candombe y el ska son algunas de las nuevas influencias de esta alineación, que ubican al músico como una referencia laxa de la escena local, libre de cualquier prejuicio. Tras la separación, Palo comenzó su etapa solista y ya no sería él al mando de un grupo, sino Palo Pandolfo y quienes lo acompañen. El álbum debut salió en 2001 bajo el título A través de los sueños.
Sus regresos a los discos o a los escenarios no señalaban ninguna épica. Sus vueltas siempre estuvieron marcadas por los cambios estéticos, atentados artísticos que lo transformaron en un inconformista crónico. Basta escuchar Antojo (2004), una serie tributo que encadena a La máquina de hacer pájaros con David Bowie, Mano Negra, Radiohead, Bob Marley, Luis Alberto Spinetta, Silvio Rodríguez, ¡Los Visitantes y Don Cornelio y la Zona!, para concluir que, como los grandes futbolistas, su capacidad de interpretación trasciende cualquier época. Pasaron dos años de El vuelo del dragón (2018), un proyecto que reunió 30 años de canciones suyas, muchas de ellas esenciales del rock argentino, que el artista definió como un testimonio violento y visceral de su obra: Don Cornelio y la Zona en los 80, Los Visitantes en los 90, y de su etapa como solista junto a La Hermandad, otras de sus bandas, que mantiene hasta la actualidad.
"El alma partida" es su último estreno, el primer corte de su nuevo trabajo de estudio que tiene su propio videoclip en su canal de YouTube y cuyo concepto se gestó hace poco más de un lustro. "El germen fue hace unos seis años cuando concebí la idea de hacer cuatro discos: uno de rock, uno de tango, uno de techno pop y uno electro acústico de perfil solista. El de rock es Transformación (2016), que lo grabé con La Hermandad [Mariano Mieres, Carlos Fernández, Alito Spina, Gerardo Feraz]. El de techno está en pausa, pero ya está grabado, lo hicimos con Daniel Gorostegui [extecladista de Don Cornelio] y el de tango también tiene sus fichas tiradas. Lo voy a hacer con Yuri Venturin, contrabajista, director y compositor de la Orquesta Típica Fernández Fierro", detalla con su verborragia saltarina.
-¿Regresan las imágenes del momento de la composición de una canción o quedan en el olvido?
-En el caso de "El alma partida" tengo una imagen muy clara de la música. Me vino de atrás, entró por cráneo: fue como el puntito de los viejos televisores cuando se apagaban, ¿viste? Me hizo tarárirarararirarón y me atravesó el cuerpo. Esa canción abrió una puerta porque después compuse ocho canciones más. Se la mandé a Juan que se enloqueció: les gustaron mucho. Es decir que produje la base de "El alma partida" y las primeras bases del segundo corte ("Tu amor"). Mi lema fue: producir para no morir.
-Aprovechaste la pandemia.
-Al final fue bastante productiva, pero al mismo tiempo extraño. Tuve que grabar recitales a través del celular para eventos. Muchas instituciones me pidieron música y bueno, la tuvieron de esa forma. Fue un aprendizaje a la fuerza. Con lo mínimo generé contenidos. Este es un disco sincrónico, diría. Yo lo conecto con Ritual criollo, que lo grabé en 2007 aunque salió en 2008. Creo que hay un salto entre aquel disco y este que estoy haciendo ahora. Ritual… fue de fusión y este no. Los vamos a ir lanzando como simples hasta completar los once que componen este disco. Por entonces estará entero en plataformas digitales.
-¿Cómo te llevás con la tecnología?
-Bien porque tengo un niño de diez años que ya está haciendo música con una aplicación que se llama Groove Pad. Genera unos audios relocos con un montón de elementos que están ahí. Puede hacer música, graba y cuando subimos al auto los escuchamos.
-¿Tu hijo ya es músico?
-Un viejo obstetra me dijo que los hijos de los músicos son músicos antes de que nazcan porque van escuchando música desde la panza. Vito desde chiquito tiene swing y groove. Ahora tiene once. Con Francesca, que es la del medio, y la más grande, Anahí, también compartimos la música.
-¿Hay algún intérprete joven que escuchen en la familia?
-Sí, claro. A Vito le encanta Wos como a mí. Me recabió lo que hizo con Trueno, el feat. Paco Amoroso y Ca7riel ya hicieron un Obras. Es muy bueno lo que hacen. Escucho mucho trap gracias a Andi Giovanni, un amigo que tiene un local en Palermo. Fue él quien me llenó la cabeza y a los pocos meses todo era trap. Existe una marea centennial de pibes de veinte años que es impresionante. El año pasado vi en vivo a Mora Navarro, que es una cantante increíble. Hace un neosoul que impacta. Yo pienso que una vez que escuchaste a The Residents no podés apostar a otra cosa que no sea la vanguardia. Necesitamos experimentar más, hacer cosas más freakis. Estos chiques son la alborada de la nueva cultura.
-Regresando a tu tetralogía, ¿cómo nació el disco de tango?
-Hace unos años en la puerta del Tasso se me acercó Venturin y exaltado me dijo, "Palo, nos sobra música, necesitamos letras". Me fui a mi casa con ese desafío y empecé a escribir una letra. Se llama "Azucena alcoba", es una milonga lenta. La orquesta la grabó en un disco. Después, escribí un poema titulado "Niebla dura", creo que está también en el mismo disco, un tango abstracto dodecafónico con un poema arrítmico. Fue muy experimental eso. Yuri se encargará de la producción de arreglos y yo voy a cantar temas míos.
-Vos ya incluiste tangos en tus discos.
-Sí. De hecho quiero incluir una nueva versión de "El deseo de Evita", publicado en Espiritango, de Los Visitantes. Tengo uno que se llama "Carbón" y un par más inéditos.
-¿Qué hábitos de la industria cambiaron con las nuevas formas de reproducción musical?
-Ahora piden más simples. Uno, que se resiste a todo, dice qué hincha bolas. En un punto es un regreso en el tiempo. Recuerdo que cuando edité el primer disco de Don Cornelio en 1987 me llegó un sobre con un simple de dos caras. En una estaba "Ella vendrá" y en la otra "El rosario en el muro". Se hicieron esos dos cortes. En 2002 pasó otro tanto cuando hice un convenio con Rock & Pop para la difusión de canciones del disco A través de los sueños. O cuando firmé con S Music para hacer el vivo con La Hermandad. Está bueno ponerse al frente de tus discos y tus canciones y pelear por tu difusión. En definitiva, cambió la forma de escuchar música, pero se siguen haciendo simples.
Ruido blanco
El diálogo queda en suspenso. La máquina humana se esforzó mucho y necesita reposar. Palo viaja a Mar del Plata en donde lo esperan un show íntimo al aire libre y unos días de descanso. El diálogo continúa por WhatsApp, una comunicación inconclusa, que deja huecos y pitidos en el medio, como si cubriéramos distintas órbitas. "Fue tortuosa –se ríe–, pero lo divertido es comunicarse a pesar del ruido". Palo ve la música corporeizarse en el aire, la descubre en las cosas. "En el show de Mar del Plata se apareció una gata en el escenario y le rendí un mantra. Es el efecto del groove y es lo que le pedí a Belvis [Juan, con quien produjo] para el disco".
-Vos perteneces a la vieja escuela del rock argentino, pero siempre te relacionás con gente joven, ¿no?
-Tiene que ver con John Lennon, David Bowie y Charly García. Está todo ahí.
-¿Por qué?
-Yo soy fan de los tres, pero hablamos de rock argentino, así que vayamos con Charly. De 1971 a 1991 fue una máquina de evolucionar. La vanguardia es así, diría García (risas). Pero más allá de los dichos, son músicos que rompen con la tradición, son antitradicionalistas, diría. Yo quiero hacer eso, subvertir el orden, quiero cambiar las cosas que me dan. Igualmente uno cambia pero sigue siendo el mismo. Esa es la paradoja. Cuando pasaron veinte años de "El rosario en el muro" y la grabé de nuevo en El vuelo del dragón, me di cuenta de que todos mis temas son iguales (risas). Con respecto a la gente con la que trabajo ahora, creo que la música hace tabla rasa. No importa si yo tengo setenta y cinco y ellos quince, tenemos una sensibilidad que compartimos y eso nos permite avanzar. Creo que tengo un equipo de producción de oro. Y ahí voy, dejándome llevar por las nuevas olas.
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