Palabra de artista
A contrapelo de las variables económicas, el arte argentino contemporáneo goza de buena salud. Los entrevistados, que integran la tribu de los años 90, son militantes de las nuevas tecnologias y cultores de la intimidad. Gente entrenada en vivir con poco, cuando lo único que crece es la tasa de desempleo
- Ariel Mlynarzewicz (36). Pintor, dibujante y grabador, prefiere autodefinirse como un "iconoclasta". Pintor de talleres, pasó por varios y fue asistente de Carlos Alonso. Estudió grabado en Polonia, ganó el Premio del Salón Nacional de Pintura y el Premio Internacional de la Crítica. Expuso en galerías, fundaciones y museos, sin encasillarse. Es un outsider. "No tengo un circuito. Tampoco me interesa. Nunca fui obsecuente con nadie; eso te da cierta credibilidad. Vivo de la pintura y gano como para comer desde que cumplí 20. Es difícil saber cuánto tiempo lleva hacer una obra. Depende, mis cuadros valen entre 200 y 15.000 pesos. ¿Vender? No sé. No llevo la cuenta. Uno tiene que tratar de mostrar que existen otras formas de vida, que existen otras cosas que valen la pena y que te pueden sacar de la alienación cotidiana. Eso me parece más importante que vender un cuadro. Diría que tengo una economía fluctuante y que lo que más me importa es que mis dos hijos estén bien. Por eso decidí vivir en la Argentina, aunque pude elegir Nueva York. Doy clases en el taller, en la Asociación Amigos del MNBA y en la Prilidiano. Ser artista es posible, porque hoy todos corren la coneja."
Marco López (42). "¿Cómo soy? Hago la versión subdesarrollada de Andy Warhol. El pop marcó mi vida y mi obra". A fines de los años 90, los creativos jóvenes de las agencias líderes comenzaron a mirar con atención su obra caratulada como pop latino; una mixtura chillona de los vínculos entre esta parte del mundo y el imperio norteamericano. López comenzó su carrera sacando fotos en casamientos; hizo retratos en blanco y negro, pero hoy sus principales ingresos surgen de la fotografía publicitaria y editorial. Hizo las campañas de Epson y Aiwa, en las que relata una historia con materiales baratos, mucha textura y modelos no tradicionales. "La publicidad está aceptando miradas más personales de fotógrafos y de artistas; sólo que la publicidad es para vender; y a mí me interesa que la imagen tenga una intención de reflexión poética", explica. Llegó a Buenos Aires cuando la ciudad todavía lloraba a los muertos en Malvinas y se formó como reportero gráfico independiente. Ya siendo fotógrafo profesional, ganó una beca para estudiar cine en Cuba. Cuando volvió al país, Pino Solanas lo contrató para hacer un documental en video sobre el proceso de filmación de su película El viaje. López lo siguió desde Ushuaia hasta México. Acumula premios, publicó dos libros, editó un CD-Rom, y sus obras, que tienen tirada numerada y cuestan unos $ 2500, integran colecciones argentinas encumbradas. "La fotografía vive una especie de boom; pero yo me lo tomo con calma, aunque a veces mi asistente me dice: "Ponete las pilas que este mes no facturamos nada."
Leandro Erlich (27) y Judy Werthein (33). "Somos argentinos y nos formamos acá. Vivimos en Nueva York por necesidad, no por preferencia. Por la ilusión de tener oportunidades para desarrollar nuestro trabajo. Venimos a exponer, porque éste es el lugar al que pertenecemos. Erlich expuso en Ruth Benzacar y prepara con Werthein una instalación para la bienal de La Habana. "La obra se llama Turismo y es un set de fotografía ambientado como si fuera un centro de esquí; los espectadores participan posando para una foto instantánea, que se llevan como souvenir. Si fuera en Buenos Aires, tendría otro sentido. En Cuba, la mayoría de la gente no conoce la nieve. No es un acto de crítica, sino una observación." Leandro Erlich estudió historia del arte en la UBA y fue becario en Houston (Texas). Judy Werthein estudió arquitectura en la UBA. Ambos coinciden en que "los artistas argentinos quieren hablar menos de temas que involucren lo político-social". Pertenecen a la nueva estructura del arte, que consideran ampliada, en lo que se refiere a la cantidad de artistas y nuevos espacios de exhibición, pero que sigue siendo escuálida en cuanto a la demanda. "En Nueva York, la competencia te mata, pero los carriles del mercado funcionan aceitadamente. Las instituciones tienen presupuesto para comprar obras y lo hacen."
Fabiana Barreda (33). "El arte contemporáneo se caracteriza por la expansión de los sistemas de representación. Vos podés hacer algo muy conservador con alta tecnología y algo muy radical con acuarela. El tema es dónde y cómo", aclara F. B. Hija de intelectuales -su madre es crítica de arte y su padre arqueólogo-, estudió psiciología, hace instalaciones, acciones y fotografía. Es curadora del concurso de fotografía del subte y trabaja en un proyecto de Internet. Desde hace ocho años dirige la galería de arte de la Facultad de Psicología de la UB. Nunca expuso en el Rojas, pero siente que fue un proyecto necesario, algo bueno para los protagonistas y para el público, porque "fue construido por una red de artistas que se ayudaban. No creo en los lugares importantes, sí en la intención con la que se hacen las cosas. Una galería puede ser una pared de dos metros".Fabiana vive de las obras que le compran coleccionistas, gente joven como ella, que comparte su "delirio experimental". Es de las que piensan que los límites están en uno mismo antes que en el entorno, y que el contexto de ninguna manera puede ser un determinante que limite nuestra acción. El año último presentó en la galería Gara una muestra de casitas inestables, sostenidas por alfileres. "A veces, ésa es la sensación que uno tiene en la Argentina: de que todo se va a derrumbar -observa-. Pero pasa el tiempo y vos seguís viviendo acá, seguís construyendo. Y algo que parecía negativo, como la inestabilidad, el caos y la desestructuración, se transforma en un atributo positivo. Uno como artista entra en situaciones de contradicción, acorralamiento y resurgimiento." En ese sentido, Barreda, como muchos artistas de su generación, cree que la crisis es una tentación para replegarse, para elegir la intimidad, el mundo protegido y para producir una obra ligada a la autorreferencia. "Una manera de salir de esa trampa, que nos puede convertir en seres atrapados sin salida, es ganar el espacio público. Abrir espacios es generar obra, es renunciar al narcisismo."
Carolina Antoniadis (38). "Es curioso, estamos pasando a ser la generación del ejemplo". Antoniadis se autodefine como una "buscavidas". Nació en Rosario y trabaja desde los 16. Siempre evitó estar encerrada en una oficina; fue encuestadora, correctora editorial, zapatera y maestra. Hoy realiza pinturas que remiten a la decoración y el arte textil. Egresó de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde tiene una cátedra de pintura; y en la UBA es adjunta en Diseño de Indumentaria y Textil. Vivir de la pintura es para ella, todavía, una utopía. "mi carrera es muy costosa y las clases me absorben mucho tiempo. Vendo un cuadro por año, a unos $ 5500, y trato de exponer acá y en el exterior." Sus obras se vieron el año último en el MNBA, en la Fundación Klemm e integró una colectiva en Francia junto con Pablo Siquier, su ex compañero en el Grupo de la X. "Ese grupo se generó en 1987 con más de diez artistas que hacían cosas diferentes. Fue más una estrategia de mercado que una cuestión de ideología estética. Ahora mismo estamos en un momento de tránsito, pasando a ser la generación del ejemplo. Es difícil cambiar de estadio: dejar de ser la nueva promesa para ser una respuesta posible. Eso es duro porque, entre otras cosas, cambia el peso de las responsabilidades. A veces pienso cómo será nuestro futuro. ¿Puede un artista argentino hacer carrera en el siglo XXI? Acá las cosas suben y bajan demasiado rápido, hasta podemos desaparecer..."
Pablo Siquier (38). "Yo me dediqué a esto para no trabajar, pero me equivoqué. Para satisfacer las necesidades profesionales, tengo que dedicarle mucho tiempo a la pintura". Siquier tiene un raro privilegio: un contrato de exclusividad con la galería Ruth Benzacar, que le compra obra en forma anticipada. En su taller de Monserrat, trabaja todos los días en cuadros que tarda meses en terminar.
Allí vive con su novia, su hermana y el artista Ernesto Ballesteros. Sus ingresos tienen origen en el arte y son genuinos porque "hay coleccionistas jóvenes que invierten entre $ 3000 y $ 10.000 en mis obras". Hijo de una maestra y un empleado, desde los 15 años pasó por varios trabajos: fue obrero del puerto, albañil... Estudió en talleres privados y en la Prilidiano Pueyrredón -que abandonó porque era "un híbrido que no servía demasiado"-. Sus primeros trabajos los mostró en el Rojas y en salones nacionales. Dio clases en la UBA, en la carrera de Diseño Gráfico, y a fines de los años 80, participó del Grupo de la X. Decidió dedicarse "de lleno" a la pintura en el momento menos indicado, durante la época de hiperinflación. "Pasé tres meses comiendo arroz", dice y todo tiempo pasado no fue mejor.
Hoy viaja por el mundo, participa de ferias internacionales y vende cuadros, a través de las galerías que lo representan, en México y en Nueva York. Su nombre suele animar a menudo las listas de los premios. "Me enteré de que los jurados decían: a este Siquier no le demos más plata, que ya ganó un montón." ¿Será verdad?
Gumier Maier (47). "Cualquier cosa puede ser arte, pero hay un gran delirio en glorificar las nuevas tecnologías. Cualquier creación digital o con video parece ser fundamental para el género humano, y me parece que en esto hay un poco de cholulismo". Pintor autodidacto, marcó con su mirada azul el arte argentino de los años 90. Desde el Centro Cultural Ricardo Rojas, donde fue curador entre 1989 y 1996, puso en órbita la obra de varios artistas, entonces desconocidos. "Algo cambió. La gente joven no tiene la dificultad de entrar al medio que había en épocas pasadas. Lástima que la globalización estética provovó una espectacularización de las artes, con matices claros y oscuros. Los medios prestan más atención a la producción artística; pero también falta rigor, hay cierta banalización del arte." Las últimas creaciones de Maier son maderas caladas y pintadas, sostenidas sobre un pie. Tarda poco más de un mes en terminar una obra, que se cotiza alrededor de los 7000 pesos. Gumier trabaja también como diseñador gráfico para el Rojas, donde armará una exposición de arte permanente. Muchos de los nombres que tendrá en cuenta fueron incluidos en un libro que acaba de terminar con Luis F. Benedit y Marcelo Pacheco para el Fondo Nacional de las Artes.
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