Un austríaco católico y una mujer protestante y 18 años menor fueron los protagonistas que dieron el sí en esta historia
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Alois Tabernig nació en Austria en 1829 y llegó a la Argentina en 1860. Después de una estadía corta en la ciudad de Buenos Aires, se radicó en Rosario, pero atraído por el empuje que comenzaba a mostrar la Colonia Esperanza se trasladó hacia esa ciudad santafesina en 1864 y abrió una herrería.
En su país natal Alois se había casado con una mujer con quien había tenido tres hijas: Regina, Magdalena y Catalina. Sin embargo, su esposa falleció y él debió quedar a cargo de las tres niñas. Pero esa doble función, la de madre y la de padre, no le impidió soñar con alguna vez volver a enamorarse para formar una nueva familia.
Una segunda oportunidad en el amor
Alois, católico practicante, conoció en Esperanza a una joven protestante, Magdalena Moritz, 18 años menor que él, se enamoraron y al poco tiempo él le propuso matrimonio, algo que para esa época era imposible debido a que tenían diferentes religiones. No existían el Registro Civil, ni el Código Civil.
“Corría el año 1867. Relata un periódico que el cura se opuso a celebrar el matrimonio alegando ser la novia protestante y declarando que los casaría únicamente si la misma abjuraba su fe. Sin embargo, otra versión indica que el motivo del párroco era de índole personal. Algunos de los colonos que iban a misa los domingos a la iglesia frente a la plaza, dejaban sus arados y sus herramientas necesitados de reparación en la herrería de Alois, frente al templo, mientras asistían al servicio religioso. Los martillazos incesantes de Tabernig sobre el yunque ponían fuera de sí al sacerdote que estaba celebrando la misa y, por lo tanto, se habían enfriado las relaciones. En vano fueron los ruegos del novio y la intervención de otros vecinos en favor de Alois, quien por su inteligencia como fabricante de arados y por su carácter jovial, era muy querido por sus vecinos”, cuenta a La Nación José Luis Iñiguez, ex presidente del Centro de Estudios Históricos de Las Colonias (Esperanza).
“A las cinco y media apareció el novio con traje dominguero llevando a la novia fuertemente del brazo”
Ante esta situación que parecía no tener una resolución favorable, Alois recordó una vieja tradición alemana y con permiso de la Municipalidad plantó un árbol muy alto, equidistante de las Iglesias Católica y Protestante del pueblo, donde colgó un letrero que decía: “Árbol de la Libertad”. Después, de acuerdo con los padres de Magdalena Moritz, notificó a todos los vecinos de Esperanza, invitándolos a reunirse el domingo a la tarde en la plaza donde se tratarían importantes asuntos para la colonia.
“A las cinco y media de la tarde apareció Luis, el novio, con traje dominguero, llevando a la novia fuertemente del brazo. Se acercó al árbol, se subió a un banco y contó las causas por las cuales no los dejaban casar. Ante ello, pidió a los presentes que fueran sus testigos para tomar como esposa a Magdalena, asegurando que los hijos que nacieran serían considerados legítimos y reservándose el derecho de celebrar en la iglesia el acto, tan pronto como lo permitiese el señor cura”, explica a La Nación Guillermo Bonvin, concejal de Esperanza que presentó un proyecto, aprobado por unanimidad, para que este hecho tan importante y trascendental que tuvo lugar en Esperanza, sea identificado en “Plaza San Martín”, en el lugar donde se realizó, con un monumento - monolito con placa en homenaje a esta unión que se llevó a cabo en 1867.
¿Cómo se resolvió la situación?
Cuando parecía que el amor se iba a imponer por sobre la religión, al día siguiente el cura se presentó en la casa de los novios para notificarles que estaban en pecado ya que el matrimonio no tenía validez. Alois, que tenía muy en claro que su decisión ya no tenía marcha atrás, le dijo: “Padre: no trate de enemistarme con mi esposa ya que para mí la familia es lo más importante”. Finalmente, el Obispo de Paraná debió reconocer al matrimonio y tiempo después la pareja se casó en la Iglesia de Esperanza.
Con Magdalena Moritz, Alois tuvo tres hijas mujeres y tres hijos varones. Su segunda esposa falleció en 1917 y él en 1920. Sus restos descansan en el cementerio Municipal de Esperanza.
Seguramente Alois no habría imaginado que una calle de la Ciudad de Esperanza llevaría su nombre ni mucho menos que el Museo de la Colonización de la ciudad le dedicaría un espacio preferencial donde se pueden ver retratos de los protagonistas de este antecedente del matrimonio civil, el chal que utilizó la joven y un juego de living que les perteneció.
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