Fue un pionero del diseño; con sus nuevas texturas y formas trascendió como el “metalúrgico de la moda”
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A los 88 años falleció el arquitecto de la moda, un visionario que pensó el diseño de manera diferente y amplió sus horizontes de un modo casi imposible de catalogar.
De origen vasco, Francisco Rabaneda Cuervo, mejor conocido como Paco Rabanne, nació en el País Vasco en 1934. Cinco años después, tras el fusilamiento de su padre (un general de tropas republicanas) su familia se exilió e instaló en Francia y fue ahí donde desarrolló su carrera, marcada por la pasión por el trabajo duro y el diseño que le impuso su madre, costurera jefa de Cristóbal Balenciaga.
Especializado en arquitectura, se diplomó en Bellas Artes en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París. Su visión de las texturas y las formas lo acercaron hacia la moda, a diseñar junto a su madre accesorios -joyas y botones- para casas como Dior, Yves Saint Laurent y el diseñador Pierre Cardin.
Hasta que, en 1964, Paco Rabanne decidió lanzar su marca. A los 30 años se presentó con diseños propios -como sus corbatas hechas de metal-y abrió un panorama distinto a la moda con nuevos materiales y técnicas.
De las mallas metalizadas de Juana de Arco a Barbarella
Sus inquietudes fuera de lo convencional, lo llevaron a presentar diseños impensados para la época. Tanto que, espantada por la modernidad de este joven diseñador, Coco Chanel lo llamó despectivamente “metalúrgico de la moda” y no se equivocó. Los diseños de Paco Rabanne parecían inspirados en armaduras de Juana de Arco y, al mismo tiempo, en impensables escenas futuristas.
Con su empuje, Rabanne revolucionó la moda de los 60. Eran los tiempos de la conquista espacial y los trajes vanguardistas opacaban los diseños de Cardin. Con la idea de que sus vestidos “no estaban hechos para sentarse, sino para bailar”, Rabanne atrajo a musas como Anouk Aimée y Jane Birkin, a cantantes como Francoise Hardy y a clientas como Peggy Guggenheim ofreciéndoles atuendos de plástico con mallas de metal.
En 1966, el modisto causó sensación al presentar su trabajo en el hotel George V. Fueron doce vestidos confeccionados con lo que llamó “materiales contemporáneos”, una colección de trajes metálicos que pesaban más de 30 kilos cada uno. Aquel desfile, además, entró en la historia por tener la primera pasarela con modelos afroamericanas desfilando.
Provocador, Paco Rabanne se transformó en un diseñador de moda que entendía las formas con mentalidad arquitectónica. Una estética que, a veces, llevaba a la realidad con telas. Porque, mientras que otros modistos creaban con aguja e hilo, Rabanne lo hacía con pinzas, remaches y metal.
Un completo artista – solía juntarse con Salvador Dalí y otros genios de la época-, que rápidamente se destacó del resto a fuerza de sus trabajos y de su filosa manera de hablar.
Su creatividad trascendió hacia el cine. Con icónicos diseños como el vestido metalizado que Audrey Hepburn lució en “Dos en la carretera” (1967, del director Stanley Donen) y el estilo que impuso en el vestuario de Jane Fonda en “Barbarella” (1968) inspirado en los trabajos de Paco Rabanne.
Serás leyenda
Pero Paco Rabanne sumó una arista más. Atento a los negocios, siguió el camino trazado por Coco Chanel y, en 1968, firmó un contrato con la marca de perfumes española de los hermanos Antonio y Mariano Puig. Un año después presentó su primera fragancia, “Calandre” (”parrilla de automóvil” en castellano) y la colaboración tuvo tanto éxito que continuó vigente por décadas.
Con la fragancias, así como con sus trajes, Rabanne entendía el primer impacto, olfativo o visual. No pasó mucho para que, con el correr de los años, su nombre pasara a ser reconocido por las nuevas generaciones más por sus fragancias que por su ropa.
Quienes no podían contar con uno de sus vestidos de alta costura, sí podían impregnarse de su estilo a través de sus aromas y obtener los provocadores frascos de sus perfumes (que fueron desde un lingote de oro hasta un robot)
Los Puig (que ya tenían en su haber las marcas Nina Ricci y Carolina Herrera) adoptaron el ADN Rabanne de tal manera que, en 1986 compraron la totalidad de la casa Rabanne.
En 1999 Paco se retiró de la moda y la casa abandonó su actividad alta costura para centrarse en el prêt-à-porter. “La moda me permitió ganarme la vida, pero no fue realmente mi centro de interés”, explicó Rabanne en una entrevista en 2005.
El diseñador vivió los últimos años lejos de las cámaras. De nacionalidad española, en 2010 recibió el reconocimiento de la Legión de Honor en París. “Estoy muy orgulloso de esta condecoración como representante del talento español de la moda”, destacó.
Se fue uno de los últimos grandes, tras Alexander McQueen, Yves Saint Laurent, Karl Lagerfedl y Kenzo. A los 88 años, Paco Rabanne se transformó en leyenda.
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