Benita y Luna se pavonean entre los estantes colmados. La pequeña galgo y su compañera sin ostentaciones de raza hacen caso omiso de los libros que completan las paredes de madera. Ni los números de Contorno ni una bellísima edición de la biografía de Alexander von Humboldt parecen alterar ese apaciguamiento que dota a la librería de un clima familiar. Pablo Braun, metro noventa, jean, remera gastada, las sigue al mismo tiempo que ordena, habla con la gente, responde a un proveedor, saluda a un viejo amigo. Pasaron ya 14 años desde que un 20 de diciembre de 2005 se decidió a abrir el lugar y podría decirse que lo ha logrado. Eterna Cadencia tiene las cualidades que exige todo paréntesis de lectura en un barrio que goza de este tipo de ofertas y, sin embargo, la librería se volvió una referencia que trasciende su propia naturaleza. Y esa es tan solo una punta del ovillo. Además, Braun comparte una sociedad en Montevideo, compró la cadena La Boutique del Libro, está organizando una distribuidora a nivel regional y es el creador del Filba, el festival de literatura más reconocido por estas pampas, que este mes arranca su 11a edición.
"Tuve que irme. Me metí a jugar en las grandes ligas y no podía más de la ansiedad. Sentía que me moría". Ya sentado, mientras come unos fucciles con tuco, Braun habla de su reciente viaje a Perú. En esa agonía del que todo lo tiene se fue a pasar una semana a una choza al borde de Iquitos, con la compañía de una chamana que lo visitaba una vez al día para llevarle las únicas dos cosas que podía ingerir: una banana y un té de palo fierro con tabaco.
Se refugió en los libros después de una crisis personal y eso lo llevó a fundar su propia librería: Eterna Cadencia. Catorce años después compró la cadena La Boutique del Libro, comparte una sociedad en Montevideo, armó una distribuidora para editoriales independientes y motoriza una nueva edición del Filba.
La historia, sin embargo, podría decirse que tiene un comienzo bastante menos glamoroso. Porque antes de todo esto, antes de las librerías, de la chamana y de los festivales, Pablo comenzó con la madre de todos los negocios, el lugar común del comerciante que busca buen destino con algo de improvisación. Antes de todo, Pablo tuvo un kiosco. Arrancamos entonces hablando de eso, del kiosco. "Yo tenía veintitantos, y un amigo laburaba ahí. Y un día me dice: «Che, los dueños quieren vender». Entonces le dije a mi mamá y compramos una parte. Los primeros tres meses fueron extraordinarios. Me acuerdo de que ganamos $15.000, que en ese momento eran US$15.000. Vendía desde champagne a peluches. Pero compramos otro que fue un desastre, nos agarró el 2001 y el negocio no terminó funcionando".
–¿Tu vieja te dijo: "¿Viste, nene…"?
–Me lo sigue diciendo (se ríe).
–¿Y cómo apareció la librería? ¿En tu casa siempre hubo muchos libros?
–Ni uno. En el secundario leía a Hemingway y otros clásicos, Verne, Tolstói, Kafka. Pero mi paso absoluto a la literatura fue cuando me separé de la mamá de mi hija. Fue mi refugio, durante cinco meses no hice otra cosa que leer. Me iba a la Yenny de Paseo Alcorta que tenía tres libreros geniales. Eran tres dementes de la literatura, un pendejo mendocino que te recitaba Víctor Hugo y estaba Miguel, que después se vino a laburar conmigo.
–Y ahora estás con la pata en otro charco, las librerías en los shoppings. ¿Por qué este cambio en el tipo de negocio?
–La verdad que nunca lo pensé. Apareció la oportunidad y fue un poco impulsivo, como el kiosco. Me gustan los desafíos, y acá hay muchos, además de ordenar los números. Tenés libros que nunca van a los shoppings, ¿por qué? ¿Por qué pensamos que el público de los shoppings es idiota, que es gente que solo consume lo que las multinacionales le tiran por la cabeza? ¿Acaso no puede ir gente con inquietudes que van más allá de Rolón?
–Arranquemos con que un vendedor te pide que le deletrees el nombre del autor. Es como cuando te sirven café en un vaso de cartón.
–¿Y por qué uno no puede cambiar eso? Obviamente, sí, me peleo para que me manden libros que nunca imaginé pelear porque necesito pagar los sueldos y el alquiler. Pero ¿por qué no podemos sumar otros títulos? No te digo que la literatura independiente se vaya a salvar, pero ¿cómo se van a vender esos libros si, en primer lugar, no los tenemos? Por lo menos para arrancar podemos reemplazar el espacio ocupado por esos de los que te mandan 100, que incluso tal vez no se venden. Hay lugar para otros catálogos.
–¿Y cómo es la lógica de ese espacio en Eterna Cadencia? ¿Tiene que ver con tus gustos?
–Y, como podrás ver, la literatura me gusta más que el ensayo. Fue mucho de intuición; por ejemplo, separé muertos de vivos. Pero de repente tenés a Hemingway en Contemporánea y a Faulkner en Clásicos, no sé bien por qué. Quedó así y nunca se modificó, y no tengo más lugar en la "H". Porque los libros toman su espacio y una vez que están ahí se quedan, y hay que hacer malabares. Ahora tenés la crónica, que pasó a estar en auge, y tiene su sección, o los libros de género. Entonces tenés que resolver qué achicás para darle espacio. Es como trabajar dentro de un rompecabezas.
El abuelo de Pablo se llamaba Oscar. Oscar fue uno de los 10 hijos que Mauricio Braun tuvo con Josefina Menéndez, hija de un estanciero y empresario naviero de la Patagonia. Mauricio, para entonces, era un joven ambicioso que en pocos años había logrado reunir sociedades ganaderas y casi dos millones de hectáreas. Por esta razón, el matrimonio en 1895, además de significar una prolífera cantidad de descendientes, implicó una fusión comercial con nombre propio, Sociedad Anónima de Importación y Exportación de la Patagonia, y un correlato bien concreto: el control sobre una enorme porción de las tierras del sur.
En una de ellas, en la estancia La Anita, tuvo lugar, entre 1920 y 1921, por parte del Ejército el fusilamiento de centenares de peones que habían decidido ir a huelga para pedir algo tan irreprochable como un salario mínimo, colchones y velas. El episodio será recogido por Osvaldo Bayer en su célebre libro, La Patagonia rebelde. "Me pasó un día que vinieron a comprar el libro y puteaban a los Braun, sin saber quién era yo… Pero no me iba a poner a discutir".
–¿Discutís la historia de Bayer?
–No, no la leí… Pero sí me peleo con la mirada juzgadora que ve 100 años atrás según las leyes de ahora. Mi vieja fumaba tres atados estando embarazada, hasta se prendió un pucho con el partero. ¿Y qué hago frente a eso? ¿La tengo que matar? Juzgar el pasado con la mente de hoy me parece un poco miope. Estoy seguro de que mi bisabuelo se habrá mandado una cagada. Pero ¿qué hago yo con eso? El papá de mi bisabuelo nació en Rusia, vivía en un pueblo de 1.700 habitantes recagado de hambre. ¿Entonces ser también su nieto me hace buen pibe? Bayer escribió el libro hace muchos años y nunca habíamos sido señalados con el dedo como ahora. El apellido se volvió ideal para ser criticado, pero Felipe Solá está casado con una Braun y eso nadie lo dice… Ahora, porque mi bisabuelo hizo lo que hizo, mi tío es un hijo de puta. Que vos seas un mal tipo de entrada porque tu bisabuelo hizo algo es difícil.
Bayer escribió La Patagonia rebelde hace muchos años y nunca habíamos sido señalados con el dedo como ahora. El apellido se volvió ideal para ser criticado.
El tío de Pablo es Federico, que es Federico Braun.
Federico Braun hoy está al frente de La Anónima, el negocio familiar que mutó en una cadena de supermercados y actualmente tiene ventas por más de $30.000 millones. La familia también tiene otras sociedades y participaciones accionarias, entre ellas en el Banco Galicia. De acuerdo con el ranking local de Forbes, su fortuna ronda los US$1.300 millones.
Pero Federico, que es Federico Braun, además, guarda una historia personal con Pablo. Fue uno de sus referentes paternos cuando su papá murió. Él tenía 8 años.
Dice el escritor y editor Hernán Vanoli en revista Crisis: "Voy a ser sincero: su coqueto local en el corazón de Palermo Hollywood, su catálogo adocenado y de a momentos aburrido, el tono de filosofía y letras para principiantes de su blog y su oenegeísmo de buena voluntad neoliberal escudado en el inexpresivo mote de editorial independiente me resultan fatales. Sus protocolos de exposición de la literatura me parecen conservadores. Y creo que se toman las cosas de una forma demasiado personal. Sin embargo, siempre tuve un gran respeto por aquellos organismos que perseveran en su ser. Y Eterna Cadencia es uno de ellos. Leonora Djament, la editora contratada por Braun como embajadora ante el mundillo cultural argentino, refinó su tarea, expandió el catálogo y conquistó varios hits […]. Y, lo más importante, el costado oenegeísta del proyecto de Braun se expandió con foco en un fin que no solo me parece noble, sino necesario –por más que al esteticismo no le guste–: el de difundir la lectura literaria como una herramienta de emancipación personal".
Los números arrojan un escenario alarmante. De acuerdo con un informe de la Cámara Argentina del Libro, el primer trimestre de 2019 fue el peor en cinco años en cuanto a producción y venta de libros. En enero y febrero de 2019 se imprimieron un 35% menos de títulos de libros que el año pasado. La cosa empeora si se la compara con el 2016, donde el volumen era casi el doble y se producía un libro cada 18 minutos. Pese a esto, Pablo Braun insiste en invertir. Además de adquirir la cadena de librerías, está lanzando una empresa para distribuir sellos independientes en Argentina, Chile, Uruguay y España.
–¿En qué consiste Big Sur?
–Es una compañía de servicios editoriales, cuyo fuerte es la distribución. La idea es resolverles los problemas a los editores que editan literatura independiente. Quiero generar libroductos, que vayan y vengan los libros entre Uruguay, Argentina, Chile, y también España. Es muy difícil para un editor independiente meterse en un mercado extranjero, desde los problemas en la aduana hasta el costo del flete. Pero si uno está moviendo bastantes sellos se hace más fácil, los costos bajan mucho y los libros llegan a precios más lógicos. En la Feria de editores (FED), era increíble porque nos preguntaban si tal autor lo íbamos a traer el año que viene y yo les decía: "No, ¡ya lo vamos a tener acá en dos meses!".
–Cómo explicar el fenómeno de la FED, ¿habla de un mercado independiente en auge? Porque estamos en condiciones muy adversas para el universo editorial…
–Creo que las tecnologías han permitido a un montón de gente acceder a publicar lo que quieren. Y la FED hace un trabajo extraordinario de visibilización, de unir a esos lectores con editores que, muchas veces, por problemas de distribución o de tirada, no llegan a las librerías. En ese sentido, me parece que la FED ha sabido tocar en un lugar que era sumamente necesario, sumado a lo que significa encontrarse cara a cara con el público. Aunque como librero también me preocupa un poco esa masa que se vende…
–¿Por qué?
–Y pongamos que se vendieron 10.000 libros; eso implica que toda esa gente, por un par de meses, no venga a las librerías. Digo, es el único problema que veo. Pero, a la vez, le da un aire, un oxígeno a este mundo... Y más en época de vacas flacas.
–En varias ocasiones, de cara al Filba, te has preguntado para qué sirven los festivales...
–A ver, creo que la feria particularmente sirve. Con los festivales es cierto que me hago esa pregunta, pero siempre llego a la misma respuesta. Sirven, aunque no tengo tan claros los argumentos. Tal vez hay algo de intuición. Las ferias suman claridad, van los lectores en busca de libros, pagan por ellos, el lector está feliz y el editor está feliz… En un festival viene un autor, hace una charla y no va tanta gente. Sin embargo, también supone la posibilidad de que un editor hable con él y consiga los derechos sin pasar por agentes imposibles.
En un festival viene un autor, hace una charla y no va tanta gente. Sin embargo, también supone la posibilidad de que un editor hable con él y consiga los derechos sin pasar por agentes imposibles.
–¿Cómo caracterizarías las políticas de los últimos años en torno a la lectura?
–¿Qué políticas?
–Las políticas en torno de la industria editorial…
–Te vuelvo a preguntar, ¿qué políticas? Si me decís alguna… Tal vez, es cierto, se apoya a algún festival. Pero, justamente, creo que el gran problema es que no se hacen políticas de lecturas. Obviamente, puede haber cosas que yo desconozca, pero en rasgos generales no he visto un interés profundo de ningún gobierno ni de ninguna clase política por instalar la lectura como un hábito.
–La Ley de Presupuesto 2019 ratificó la exención del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para los editores y distribuidores, pero las librerías quedaron afuera. De hecho, representantes del sector mantuvieron una reunión con Miguel Braun por este tema. ¿Cuál es tu opinión?
–Miguel le quiso sacar impuestos al sector del libro. Las librerías quedaron afuera, ojalá se haga en algún momento. Él me explicaba que eximirlas son $9.000 millones y, en este momento de ajuste, no se puede hacer.
Miguel, que es Miguel Braun, es el secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda.
Pero Miguel, que es Miguel Braun, además, es el primo de Pablo.
En 2013 Pablo conoció a Julieta Venegas. La cantante aún no estaba radicada en Argentina, pero Buenos Aires era un destino habitual, y pasó por la librería para llevarse varios ejemplares. "Me acuerdo de que compró uno de César Aira… Yo la había atendido y no sabía que era ella. Cuando me dicen, pienso «puta, qué libros se llevó». Viste cómo es uno y sus prejuicios". Tiempo más tarde se cruzaron en Escaramuza, la otra librería cuya sociedad Pablo comparte en Montevideo y a la que, alguna vez, Irvine Welsh definió como "la librería más hermosa de cualquier parte del mundo". Desde entonces son pareja y hoy comparten la tenencia de las perras que deambulan por los rincones de la literatura universal.
Como testimonio de aquellos primeros días, quedó una entrevista que le hicieron a Julieta para el blog de la librería. Allí le preguntan qué busca en los libros. Julieta responde: "Hay algo en la voz de un autor que me llega más que otras, porque sus obsesiones me hablan o me hacen pensar que está más cerca de lo que parece".
–¿Tenés alguna librería favorita?
–La Central, de Barcelona. Es ahí donde siento mucha envidia, porque entro y digo "este no lo tengo, este no lo tengo". Pero en realidad me gustan todas las librerías, me encantan. Me gustan los libros, me gusta tocarlos. Es como que en las librerías me siento más cómodo…
–¿Por qué?
–Porque es en el lugar donde mejor sé estar.
Festival de fronteras
Del 25 al 29 de septiembre, y bajo la dirección de Gabriela Adamo, se realiza la 11a edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). Creado en 2008 por Pablo Braun junto con Soledad Costantini, pasó a ocupar un lugar central en la agenda cultural, sumando la adhesión de todos los actores del mundo literario: editoriales, escritores, prensa y lectores. Como en oportunidades anteriores, estará atravesado por una temática, que este año será el límite: el límite para pensar la idea de frontera, pero también de borde, de trama, de espacio. Entre las figuras que participan del encuentro está la autora de Autoayuda y Anagramas, Lorrie Moore, cuyo libro ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? fue reeditado por Eterna Cadencia; la catalana Eva Baltasar; el mexicano Daniel Saldaña y la chilena Alejandra Costamagna.