Pablo Bañares: "Mi rebeldía pasa por la ruptura de dogmas"
Es flebólogo, especialista en medicina estética y cantante; hace shows en el Faena y va a buscar a su hijo al jardín en un auto fúnebre
Termina de atender y sale vestido con un esmoquin rojo. A veces, recibe a sus pacientes con galera, otras con poncho. A su consultorio (donde en medio de la sala de espera hay un caño de baile) llegó en subte, pero a la tarde irá a buscar a su hijo al jardín de infantes en un Chevrolet Camaro, íntegramente ploteado como uno de los personajes de Cars. También suele hacerlo en su auto fúnebre, el mismo que usa para llevar los instrumentos a cada uno de sus shows. "Normal no me gusta", advierte por si hiciera falta la aclaración. Pablo Bañares (43) es médico flebólogo, especializado en mesoterapia y medicina estética, y cantante. Ante la AFIP reconoce ambas actividades, pero su currículum no termina ahí: es maestro masón, cinturón negro de taekwondo, instructor de esgrima japonesa con espada samurái y relator de peleas. El miércoles pasado inauguró su consultorio número 19, en Belgrano R, y esa misma noche tocaba con su banda de rock en el Library Lounge del hotel Faena. Según él, es un "tipo clásico".
-¿Quién nació antes, el cantante o el médico?
-Yo estudié medicina como mi padre. Me recibí en El Salvador, hice la especialización de flebología en el Hospital Italiano, la de nutrición en la Favaloro, la de medicina estética en la Kennedy y la de mesoterapia en Bordeaux, Francia. Como flebólogo, me dediqué a la parte de salud, con pacientes enfermos. Pero era muy duro, una carga emocional que siempre me llevaba a casa y no lo podía soportar. La medicina estética está relacionada con la belleza y no con la enfermedad. Un mundo más feliz. En la sala de espera mis pacientes están sonrientes. Pero yo canto desde mi época de facultad, y estudié piano de chico por más de 15 años.
-¿Tu trabajo de médico te da dinero y el de artista, satisfacción?
-Sí, puede ser. En realidad, la música empezó como un hobby, pero hoy tengo un desarrollo profesional a nivel músico. Se llama Proyecto Bañares, son cien canciones agrupadas en diez discos, algo que no se hizo nunca en la historia discográfica. Intento que la profesión de médico no esponsoree a la de músico. También hago shows musicales de covers en el Faena y en eventos privados. Pero con la música voy plata abajo, muy abajo.
-¿De qué se trata el proyecto Bañares? Suena bastante ambicioso.
-Arrancó hace tres años. Es una historia de amor, sexo y desencuentros cantada a lo largo de cien canciones originales. En total, serán diez discos de diferentes estilos, como rock, jazz, sinfónico, flamenco, árabe... A fin de año se lanza el tercer disco, con canciones en francés. Cada canción tiene también su videoclip, y un hilo conductor a lo largo de toda la historia. Juntos conforman un largometraje, y en todos los videos aparece la misma actriz que se llama Roma, amor al revés, a la que yo busco en cada canción, pero siempre aparecen obstáculos que se interponen.
-Excéntrico, extravagante, estrambótico, estrafalario... ¿Cuál te define mejor?
-Mi rebeldía y mi excentricismo pasan por la ruptura de dogmas. Es normal que mis pacientes me vean en el consultorio con un esmoquin rojo o con galera. Me gusta llevar al límite la estructura mental del otro. A estas alturas, si los atiendo con un saco y camisa me preguntan si estoy deprimido, si me siento bien. Y puedo hacerlo por el tipo de medicina que hago. Si fuera oncólogo, jamás lo haría.
-¿Alguna vez pensaste que tu carrera de músico podría jugarte en contra?
-Sí, por eso durante un tiempo lo oculté. Y mi padre temía lo mismo. Pero cuando liberé mi faceta de músico, potenció la de médico, Ahora, cuando termino de cantar, la gente se acerca, y me dice: «Te quiero ir a ver al consultorio». Tengo muchas más pacientes que antes, y varios de los rockstars argentinos más famosos vienen a verme a mí. La gente se da cuenta de que no estoy trastornado. Les doy confianza. Soy un tipo normal, muy clásico.
-¿Clásico?
-Te puedo asegurar que soy mucho más clásico que el tipo que va todos los días del country al trabajo en combi. Tal vez porque canto y me visto de manera extravagante no lo parezca. Pero en conceptos clave soy una persona clásica. Quería casarme, formar una familia. Trabajo todos los días y no me gustan los q... Mi estado ideal es de paz emocional.
-¿Es cierto que una vez organizaste un concurso de fisicoculturismo en tu casa y te ganó Ricardo Fort?
-[Se ríe] Sí, fue muy divertido. Pero fue hace más de diez años. Había organizado una fiesta electrónica y contraté a jueces internacionales para el concurso, que se llamaba Yo quiero ser un muchacho Eyelit. Yo ya había participado una vez de un concurso internacional y había salido cuarto. Es que, como todo en mi vida, una vez me puse a entrenar fierros y quise ser fisicoculturista. Pero en esa fiesta apareció Fort, que cuando se enteró del certamen fue a su casa a buscar una sunga. Obviamente, ganó él. Pero ése fue mi único encuentro con Fort.
-Dicen que sos el nuevo Fort. ¿Te molesta que te comparen?
No, por qué va a molestarme. Pero yo no tengo nada que ver con él. No soy millonario, no soy heredero, no soy empresario. Trabajo todos los días, y me doy gustos más extravagantes que caros.
-Tenés más de una docena de autos de colección, incluida una Ferrari. Y sos dueño de 19 consultorios médicos.
-Sí, me doy algunos gustos y me gusta lo diferente. La Ferrari es modelo 96, y cuesta menos que cualquier auto de alta gama. Y en mi trabajo me va bien, pero no soy dueño de una empresa millonaria. No tengo 50 empleados, sino que el mismo pequeño equipo de trabajo, que no llegan a diez personas, va rotando por los distintos consultorios. Mis pacientes pagan 200 pesos por una consulta.
-¿No te miran mal los padres de los compañeritos de tu hijo cuando llegás con la funeraria a buscarlo?
-Sí, me miran raro, es obvio, y hablan y opinan. Pero después me conocen y me dejan a sus hijos. Cuando tienen que elegir a alguien para que los vaya a buscar, me prefieren a mí. Muchas veces también los voy a buscar con un sidecar, donde entran cuatro nenes juntos. Voy a 2 kilómetros por hora, vamos cantando, saludando a la gente. Van felices. No lo pueden creer. Al principio siempre me miran como un bicho raro, ya estoy acostumbrado. Pero después entran enseguida en el show y les encanta.
Un Kir Royal con tono francés
A la vuelta de su consultorio, en Barrio Norte, hay un pequeño reducto gastronómico de estilo francés, Violà. Bañares suele almorzar allí luego de terminar con su rutina. No suele tomar alcohol, pero le gusta pedir un Kir Royal de vez en cuando, un popular cóctel francés con crema de casis y champán. Una variante del cóctel Kir, a base de crema de casis y vino de Borgoña blanco seco
Otras noticias de Sábado
- 1
“Vale 70 millones de dólares”. Fue el relacionista público uruguayo más importante en los 90 y rescató el Águila Imperial del Graf Spee
- 2
El té de invierno que combate el insomnio y mejora la calidad del sueño
- 3
El almanaque 2025 para imprimir mes a mes
- 4
El pueblo que prometía ser el gran balneario de la aristocracia argentina y se convirtió en una joya oculta de la costa atlántica