En 1889, con motivo de los 100 años de la Revolución Francesa, se llevó a cabo en París la Exposición Universal: una muestra en la que nuestro país exhibió su poder como potencia agrícola ganadera. Realizado por arquitectos locales, fue desarmado, traído en barco, y montado en la Plaza San Martín, donde fue sede del Museo de Bellas Artes hasta 1933.
Surgidas a mediados del siglo XIX como resultado de la Revolución Industrial, y en el marco de un modelo capitalista liberal, las exposiciones internacionales eran el escenario ideal para que los diversos países del mundo exhibieran sus riquezas y productos a la sociedad y a potenciales inversores. La Exposition Universelle de París de 1889, creada para celebrar el centenario de la Revolución Francesa, fue sin dudas la más importante de ellas, y su revolucionaria estructura de hierro de 300 metros de altura, originalmente proyectada para ser desarmada al finalizar el evento, se convirtió en el ícono de París y Francia toda: la Torre Eiffel.
La República Argentina, pasados entonces 37 años de la Batalla de Caseros, se perfilaba como una potencia agrícolaganadera. Invitada oficialmente por el gobierno francés a participar en la Exposición Universal, por decreto del 29 de octubre de 1886 se creó una comisión a cargo de todo lo relativo a la organización, que designó al doctor Eugenio Cambacérès como delegado en París para realizar las gestiones.
Pero el verdadero, el magnífico monumento, el más espléndidamente iluminado de noche, el más opulento y ostentoso de día es el pabellón argentino. ""
Gestión y construcción en París
Uno de los primeros asuntos que tuvo que resolver Cambacérès fue conseguir un terreno en el Campo de Marte para el emplazamiento del pabellón. En un principio, el director general de la exposición, Georges Berger, había sugerido a los países de América latina que exhibiesen todos juntos en un solo local, propuesta que el delegado argentino rechazó, y pidió, en cambio, 6.000 m2 propios. Finalmente le fueron cedidos 1.600 sobre la orilla del Sena, a poca distancia de la Torre Eiffel.
En enero de 1888, la República Argentina llamó a concurso en Francia para la presentación de proyectos inherentes a la construcción de su local. Se presentaron 27 postulantes, y el mismo ingeniero Jean-Charles Alphand, uno de los tres directores ejecutivos de la muestra, presidió el acto de selección. Resultaron ganadores en primer y segundo lugar los planos de los franceses Louis-Ernest Barrias y Albert Ballu. No obstante, luego de solicitar el jurado algunas modificaciones, finalmente quedó seleccionado el proyecto de Ballu, a quien se le encargó la dirección de la obra.
Albert Ballu (1849-1939) estudió arquitectura en la prestigiosa École des Beaux-Arts y se graduó en 1872. Proyectó el Palacio de Justicia de Bucarest y fue autor de la Estación y de la Catedral de Orán, en Argelia. También construyó el pabellón argelino para esta exposición.
Inmediatamente después de designar al ganador del concurso, se llamó a licitación para la estructura de hierro y resultó ganadora, entre siete oferentes, la propuesta de la reconocida Société des Ponts et Travaux en Fer. Fue la misma firma que tuvo a su cargo la construcción de las inmensas cúpulas de los palacios de Beaux-Arts y de Arts Libéraux de la exposición. Las obras de albañilería del basamento fueron asignadas directamente al renombrado empresario Riffaud.
Modelo para armar
El gobierno argentino exigió al arquitecto Ballu que el pabellón fuese desmontable para trasladarlo luego a Buenos Aires. Se proyectó entonces una novedosa estructura de vigas, columnas y plataformas de hierro atornilladas que funcionaban como nervios, a los que se adosaban el resto de los materiales de revestimiento y decoración, todos ellos prefabricados y ensamblables, para permitir un rápido y fácil montaje. Los 1.600 m2 iniciales fueron duplicados con el agregado de un primer piso y una cúpula de 30 metros de altura, acompañada de otras cuatro de menor tamaño.
Destacaba el colorido aspecto exterior del edificio, resultado del uso de cerámicos esmaltados, vitrales, el dorado de los hierros y esculturas, los colores azul y blanco de la bandera nacional, pintados en los gajos que componían el domo, y numerosas ampollas de vidrio que protegían las bombitas de luz eléctrica. La composición de nuestro pabellón se asemejaba a los construidos por Francia, "su estructura es idéntica a los demás grandes edificios que para la Exposición se han levantado", aseguraba La Ilustración Española y Americana en su publicación del 4 de junio de 1889. El costo total de la construcción fue de 1.108.038,63 francos, a los que se sumaron otros 165.597,82 por decoración y mobiliario.
El gobierno argentino exigió que el pabellón fuese desmontable. Una vez en Buenos Aires, varios empresarios presentaron propuestas para su arrendamiento
Reflejo de tiempos de bonanza económica, Argentina contrató reputados pintores franceses para la ejecución de grandes telas que relucieran en su local: Jules Lefebvre, Tony Robert-Fleury, Louis Hector Leroux, Luc-Olivier Merson, Albert Besnard, Henri Gervex, Gaston Casimir Saint-Pierre, Félix-Joseph Barrias, Alfred Roll, Fernand Cormon y Charles Toché fueron algunos de los artistas convocados. Al escultor Louis-Ernest Barrias se le encargó la producción de cuatro esculturas con mástiles que rematarían los ángulos del edificio, y al artista Jean-Baptiste Hugues, el gran grupo alegórico que se situó sobre el acceso principal.
Es decir, la representación de la República Argentina acompañada de tres alegorías: la Industria, la Agricultura y la Ganadería. Toda la estatuaria fue confeccionada en bronce por la prestigiosa fundición francesa Thiébaut Frères, autora en Buenos Aires de la farola que corona el edificio del diario La Prensa sobre la Avenida de Mayo.
Inauguración de la Exposición Universal
La apertura de la Exposición Universal fue el 6 de mayo, día en el que asistieron más de 120.000 personas. Sin embargo, y debido al retraso en el envío de algunos productos que serían exhibidos, el Pabellón Argentino recién fue inaugurado el 25 de mayo, en coincidencia con el festejo de la fecha patria. Al acto asistió con gran pompa el presidente de Francia, Marie François Sadi Carnot, acompañado por ministros, las máximas autoridades de la exposición y el célebre arquitecto Charles Garnier, quienes fueron recibidos por el vicepresidente de la República Argentina, doctor Carlos Pellegrini, y una comitiva oficial. Cabe destacar la importancia de la ceremonia, ampliamente cubierta por la prensa internacional.
Dentro del local, la exposición se distribuyó a lo largo de los dos niveles. "En el piso bajo háyanse expuestos los más importantes productos del país, los trigos, los vinos y las maderas de construcción; en un pabellón interior encuéntrase instalada una cámara frigorífica de los señores Sansinena y Compañía, con los aparatos necesarios para la conservación de la carne. En el piso principal están las pieles, los cueros, las lanas y diversos productos industriales", detallaba el diario español La Época del 7 de junio de 1889. La Exposición Universal concluyó el 6 de noviembre de 1889; fue visitada en total por más de dos millones de personas. Al día siguiente comenzó el desarme del Pabellón Argentino que, en 1890, fue enviado a Buenos Aires. Ya en estas tierras, su estructura fue guardada en un depósito, y dos de las cuatro esculturas que coronaban sus ángulos fueron emplazadas sobre pedestales en la explanada de la Casa Rosada (aún en construcción), donde permanecieron pocos años.
El traslado y arrendamiento en Buenos Aires
En octubre de 1890, cuando las piezas estaban siendo trasladadas en barco, el empresario Enrique Pontecórboli presentó al gobierno nacional una propuesta de arrendamiento del pabellón para teatro y varias casas de negocios. Sin embargo, la licitación para su explotación la terminó ganando la empresa de los señores Juan Waldorp y Cía, que entre 1893 y 1894 montó la estructura frente a la plaza San Martín, sobre la calle Arenales, entre Florida y Maipú, en el terreno que pertenecía a los Cuarteles del Retiro, demolidos en 1891.
Los ingenieros Juan Waldorp, Juan Bautista Medici y el arquitecto Carlo Morra, miembros de la empresa concesionaria, tuvieron a su cargo la reconstrucción del Pabellón, al que se dotó de un teatro en su planta baja, y en el terreno circundante se levantó un restaurante sobre la calle Maipú, un belvedere sobre la barranca y un kiosco para bandas de música. Además, en los planos del proyecto original llaman la atención una serie de instalaciones que se desconoce si se llegaron a materializar, entre las que destacan una pista de velocipedistas, tiro al blanco, teatro de fantoches y un "columpio diabólico".
En 1897, con motivo de organizarse el siguiente año la Exposición Nacional de Buenos Aires de Industria, Arte, Agricultura y Comercio, el Estado Nacional, propietario del pabellón, aprobó un contrato celebrado entre la Comisión de la Exposición Nacional y la empresa Waldorp para el arrendamiento del edificio, con destino a la exposición de 1898. Asimismo, el edificio fue utilizado por diferentes comunidades extranjeras residentes en el país, para la realización de sus fiestas, destacándose entre ellas la organizada por la Asociación Patriótica Española entre finales de 1897 y principios de 1898, con el fin de recaudar fondos para pagar el último plazo del crucero Río de la Plata, y en noviembre de 1899 la comunidad alemana celebró sus fiestas populares, cuyas ganancias recaudadas fueron a beneficio del Hospital Alemán.
Siglo nuevo, uso nuevo
En agosto de 1900, el Ministerio de Agricultura aceptó la transferencia de los derechos de ocupación del Pabellón Argentino de la empresa Waldorp a la Unión Industrial Argentina, ante la conveniencia de dotar al Museo de Productos Nacionales, que esa asociación administraba, de un local adecuado para su instalación y desarrollo, por lo que dicha asociación debía pagar $180.000 a la empresa Waldorp y Cía en el término de un año.
Sin embargo, el decreto del ministerio fue analizado por el Congreso Nacional y, en diciembre de 1901, dictaminó a través de una ley que fuera el Estado Nacional quien adquiriese con fondos públicos y en su nombre las acciones y derechos de explotación del Pabellón Argentino, que fueron escrituradas en marzo del año siguiente. El Estado destinó entonces el Pabellón y sus dependencias anexas para la instalación de la División de Minas y Geología, del Museo de Minerología y de la Exposición Permanente de Productos Nacionales, que fue recorrida por delegaciones extranjeras durante sus visitas oficiales. Ocasionalmente, lo cedió para la Exposición Internacional de Higiene de 1904, la Exposición de Productos Españoles de ese mismo año, también figura siendo utilizado por troupes gimnástico-acrobáticas en 1905, la Exposición de Arte Francés de los años 1908 y 1909, y los Juegos Florales organizados por el Casal Catalá en enero de 1909.
Instalación del Museo Nacional de Bellas Artes
En 1910, con motivo de la celebración de las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo, se habilitaron diferentes predios de la capital para la puesta en escena de las exposiciones internacionales. En la Plaza San Martín se instaló la Exposición Internacional de Arte que ocupó no sólo el Pabellón Argentino, sino también un edificio levantado en forma temporaria a su lado. Estas muestras artísticas terminarían sellando su destino cuando, en 1911, se instaló en el lugar, con carácter permanente, el Museo Nacional de Bellas Artes.
Hacía tiempo que esta institución reclamaba un espacio para exhibir apropiadamente su colección, y en 1907 se había aprobado un proyecto del arquitecto Julio Dormal para la construcción de un edificio propio, que nunca prosperó. Cuando la empresa de capitales británicos Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico adquirió el edificio de las Galerías Bon Marché Argentino, donde funcionaba el museo desde su fundación, el Estado Nacional tuvo que improvisar una nueva sede, que terminó por ser el Pabellón.
El edificio no era el más adecuado debido a la gran cantidad de adaptaciones que se necesitaban, sumadas a las numerosas goteras que afectaban las obras. Los interiores fueron compartimentados y los vitrales, tapiados para permitir mayor espacio de exhibición. En la planta baja se situaron los calcos adquiridos en 1905 por Eduardo Schiaffino en Europa, mientras que en el primer piso se exhibían pinturas y esculturas, siguiendo el guión curatorial un orden cronológico y por donación de coleccionistas. Asimismo, el edificio utilizado antiguamente como restaurante sobre la calle Maipú se convirtió en sede de la Comisión Nacional de Bellas Artes.
El desarme y remate de las piezas
Como era de esperarse, los inconvenientes aumentaron con el paso de los años, ya que en octubre de 1928 se aprobó por decreto del presidente Marcelo T. de Alvear el fallo del jurado para el anteproyecto del nuevo edificio del museo, que se construiría sobre el terreno del Pabellón Argentino; resultaron ganadores del primer premio y de la dirección artística los arquitectos Carlos A. Herrera Mac Lean y Rafael Quartino Herrera. Sin embargo, el proyecto nunca se concretó.
Finalmente en 1933, ante los numerosos reclamos de la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes, y la inminente creación del Parque del Retiro, que uniría la Plaza San Martín con la Británica, obra para la que sería necesario demoler varias edificaciones y el desarme del Pabellón, el gobierno nacional decidió el traslado de la institución al antiguo edificio de la Casa de Bombas de Obras Sanitarias en la Recoleta, que fue remodelado por el arquitecto Alejandro Bustillo para su nuevo uso. El mismo arquitecto tuvo a su cargo la remodelación del edificio del Palais de Glace para que se instalara allí la Comisión Nacional de Bellas Artes.
En 1933, el Pabellón Argentino fue desarmado y sus piezas, guardadas en un depósito. Los paneles con retratos de próceres argentinos que decoraban la cúpula interna se exhibieron temporalmente en el Museo Nacional de Bellas Artes, y las cuatro esculturas que remataban los ángulos fueron donadas a la Municipalidad y hoy se hallan ubicadas en diferentes puntos de la ciudad. Por su parte, el grupo alegórico que coronaba el acceso principal fue reubicado en el patio de la Escuela Técnica Raggio, donde aún se puede observar desde la Avenida del Libertador.
Decreto final
En marzo de 1935, por decreto del presidente Agustín P. Justo, el Estado Nacional aprobó la licitación para la enajenación en subasta pública de los materiales y estructuras del Pabellón. Algunas partes fueron adquiridas por particulares y el resto, enviado a la Trituradora Casares, ubicada entonces en un sector del Parque 3 de Febrero.
En 1998, la investigadora Olga Vitali halló algunos fragmentos del Pabellón reutilizados como parte de la estructura de hierro de un galpón en el barrio de Mataderos, en la calle Andalgalá 1475, y en 2009 esas piezas fueron declaradas Bien Cultural de la Ciudad por Ley N° 3306.
Si bien fue desarmado en 1933, en 1998 apareció una parte de la estructura en un galpón de Mataderos. Y en 2014 se vendían sus restos por Mercadolibre
No obstante, en agosto de 2002, los terrenos de la calle Andalgalá ya se habían vendido y la estructura fue desarmada. El 21 de mayo 2014, La Nación advirtió que algunas partes se ofrecían a la venta por el sitio Mercadolibre, y que ya no estaban en Mataderos, sino en un terreno de Pontevedra, Merlo.
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