Orígenes y secretos de la sommellerie
La historia se remonta a la vida señorial y principesca: el criado era encargado de las tareas domésticas y del servicio del vino en los banquetes.
En la vida monacal, el cillerero era el monje responsable de la bodega y el escanciador, el monje a cargo del servicio del vino. Copero de Francia y copero mayor eran oficios de la corona y las cortes. Así, la restauración y la hostelería, y las tabernas y los cabarets a través de la venta de vino y comida, tienen el mérito de hacer público el puesto de sommelier. En distintas épocas y estratos sociales, el hombre estuvo al cuidado y servicio del vino dando vida y forma a un nuevo oficio.
El nombre sommelier o sumiller –tal como lo admite la Real Academia y como se utiliza en España– tiene origen galo y hace referencia a las bestias de carga (somme), que tiraban de carruajes donde se transportaban valiosas pertenencias de la nobleza, entre ellas los mejores vinos. Desde esos tiempos, la selección, cuidado y transporte de alimentos como el vino ha cobrado valor y acompañado a la alta gastronomía.
La profesión del sommelier apunta a brindar un buen servicio y una comunicación tan acertada como honesta de cualquier etiqueta y otros productos gourmet. Un profesional dotado de diplomacia y psicología comercial, en una nueva época para la cultura del paladar, potencia la combinación entre vinos y comidas. Se inserta en campos como enoturismo, restauración, hotelería, y en áreas de gestión, comunicación y marketing de bodegas.
Nace en la restauración francesa debido a la especialización del trabajo y continúa en gran parte por la formación profesional, aportando valor a un oficio de muchos siglos que acompaña el negocio del buen vivir, del placer y del ocio.
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