La historia de la denominación del pantalón se remonta a siglos atrás y se relaciona con la ciudad italiana de Venecia y uno de sus iglesias más emblemáticas
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Son numerosos los médicos que han sido incorporados al santoral. Entre ellos se destacan San Lucas (autor de un Evangelio y pintor, además de médico), los santos Cosme y Damián (hermanos y patronos de los cirujanos), San Antíoco de Anastasiópolis (curador de pobres, hermano de San Platón) y el popular San Pantaleón. Salvo San Lucas –cuyo final no pudo ser debidamente esclarecido–, los demás han sufrido el martirio y, como es habitual en los fantasiosos relatos del santoral, han superado varios intentos de ejecución.
En el caso de San Pantaleón de Nicomedia (actual territorio de Turquía), conocemos trazos de su vida por un manuscrito que se conserva en el Museo Británico. Cuando el médico fue detenido, el emperador romano Diocleciano ordenó que le dieran trescientos latigazos para que muriera, pero el azote no alcanzó. Entonces, pasó al plan B: muerte por flechazos. La puntería de los arqueros era buena, pero las flechas se desviaban. Entonces, Diocleciano ordenó que fuera arrojado a las fieras. Soltaron cinco leones bien cebados, esto es, alimentados con carne humana para hacerlos más temibles. sin embargo, Pantaleón los acarició, los bendijo y las bestias se amansaron y terminaron lamiéndole las manos como si fueran gatitos juguetones.
Duro de matar, el médico. Llegó el tiempo de apelar a la física. Ataron al mártir a una piedra y lo lanzaron al río. ¿Y qué pasó? Una fuerza subfluvial empujó al desdichado hacia la superficie, convirtiendo la roca en algo así como una piedra pómez. Trinando, Diocleciano instruyó a sus hombres para que fundieran plomo en una caldera y lanzaran dentro al invencible. Usted imagina el resultado y no se equivoca: Pantaleón no se quemó, pero el baño le sirvió para que cicatrizaran las heridas del azote.
Tal vez, el aplastamiento sería la solución. Una rueda de toneladas le pasó por encima: solo le hizo cosquillas. Entonces lo ataron a un olivo seco y lo decapitaron. Su sangre se esparció sobre la tierra. Murió San Pantaleón el 27 de julio de 304, a la edad de 29 años. Pero el olivo revivió.
Como dijimos, estos relatos en los que la vida se aferra al mártir son comunes en el abundante santoral. Pero la fama de San Pantaleón lo llevó a un lugar especial de las preferencias y en Venecia construyeron una iglesia –antes del siglo XI– que pusieron bajo su patronazgo. Se sabe que fue antes de ese tiempo porque hay registros que indican que en el año 1009 fue reedificada. ¿Cuál era la importancia de esta iglesia? Venecia fue el punto principal de tránsito en la época de las Cruzadas. Su dominio marítimo resultó decisivo para acortar tiempo porque les evitaban a las huestes cristianas el complicado trayecto por tierra. Los marinos venecianos, expertos en la navegación del Mediterráneo y del Adriático, las transportaban. Este hecho convirtió al puerto italiano en un centro cosmopolita.
Y si tenemos en cuenta, además, el número de heridos que la ciudad recibía en forma constante, se entiende por qué San Pantalón (tal era el nombre veneciano del mártir) era muy concurrido y popular.
La segunda parte de esta historia tiene que ver con aquella Venecia de intenso tráfico. Además de los cruzados, la ciudad fue el centro del comercio. Todo aquel que quisiera tener algún tipo de participación en el mundo mercantil debía pasar por allí. Durante las Cruzadas, Venecia era una coctelera de lenguas y costumbres. Entre tanta variedad, los turcos llegaron con una ropa particular que, a través del tiempo, fue adoptándose en aquella ciudad. Se trataba de calzas no tan ajustadas que iban desde la cintura hasta los tobillos. Ya se habían usado diseños similares en las estepas asiáticas. Podría darse el crédito de este diseño a los pueblos nómades, que se desplazaban a caballo, ya que ellos lo adoptaron por la necesidad de cabalgar con ropa cómoda que no produjera heridas.
Estas calzas que ingresaron por el norte de Italia pasaron a ser un detalle característico de los venecianos devotos de San Pantaleón. Tan típico que, entre los personajes de la Commedia dell’arte (grupos de actores que recorrían las ciudades de Italia y otras regiones realizando improvisaciones), figuraba Pantaloni, un viejito que usaba las calzas turcas coloradas y exageraba el estereotipo del veneciano. Por eso, cuando en el siglo XVIII los franceses adoptaron este tipo de vestimenta –solo para usar de entrecasa–, llamaron a las calzas pantalón. A principios del siglo XIX pasó a España, como “pantalón”. Desde ese tiempo, se generalizó su uso y se convirtió en parte fundamental de la indumentaria cotidiana.
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