Optimismo inteligente: qué debemos tener en cuenta a la hora de analizar la realidad
La forma en que percibimos lo que nos pasa es clave para ver qué posibilidades tenemos en esa situación y qué acciones podemos llevar a cabo
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Hoy te invito a reflexionar sobre una manera práctica y sencilla de analizar aquello que nos sucede a diario. Todos nosotros vivimos distintas situaciones cotidianas a las que denominamos “la realidad”. La primera opción de análisis frente a este entorno es el “optimismo necio”.
¿Cómo actúa el optimista necio? Niega la realidad y dice: “Me va a ir bien… está todo bárbaro… esto es genial”. De esta manera, intenta encubrir la verdad de lo que está ocurriendo a través de la negación. Así, construye una fantasía de que todo marcha a la perfección, aun cuando no es así.
La segunda opción de análisis de la realidad es el “negativismo necio”.
¿Qué hace el negativo necio? Expresa: “Esto es un desastre; esto no va a andar”. ¿Cuál es el error tanto del optimista necio como del negativo necio? Que ninguno de los dos acciona. El optimista necio cree que todo está bien y no precisa hacer nada; mientras que el negativo necio tampoco se moviliza porque cree que todo le va a salir mal.
La tercera forma de percibir la realidad es el “optimismo inteligente”.
¿Qué diferencia a un optimista inteligente de los dos anteriores? El hecho de que este analiza tanto el aspecto positivo como el aspecto negativo de la realidad.
Cuando enfrentamos alguna situación especial, sobre todo si es complicada, una manera práctica de reaccionar es primeramente analizándola, pero incluyendo tanto las posibilidades como las dificultades. Es decir, considerar ambos escenarios: lo positivo y lo negativo, y pensar: “En esto me puede ir bien por esta razón... y en esto me puede ir mal por esta otra razón”.
Dicho análisis de la realidad deberíamos hacerlo disociados o alejados de nuestro estado emocional. ¿Por qué? Porque si uno se siente muy contento, va a negar la dificultad y a exagerar la posibilidad; y, si uno se siente “bajoneado”, va a exagerar la dificultad y negar la posibilidad.
Entonces, en primer lugar, analizamos la realidad y consideramos tanto el escenario positivo como el negativo. Pero lo hacemos alejándonos de nuestro estado emocional para que este no influya en el análisis. Solo así lograremos ver qué posibilidades tenemos en esa situación y qué acciones podemos llevar a cabo al respecto.
Esta es la actitud de un optimista inteligente que no niega la realidad cuando es dura, pero siempre ve el “vaso medio lleno”, en lugar de ver el “vaso medio vacío”, porque hace uso de la fe y siempre espera lo mejor en cada situación.
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