El 2 de julio de 2008, hace 14 años, José Luis Esparza condujo la misión más importante de su vida
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En Bogotá son las 7 de la mañana y José Luis Esparza (50) ya lleva un rato despierto. “Estoy acostumbrado a madrugar”, dice. Es un hábito que adquirió tras una larga carrera como oficial de ejército. Detrás suyo hay una pequeña biblioteca que exhibe dos de sus libros favoritos: La Ilíada, de Homero, y El arte de la guerra, de Sun Tzu. Arriba de ambos, una réplica de un guerrero de terracota. Tanto los acontecimientos sobre la guerra de Troya (que cuenta el primero) como las reflexiones sobre estrategia militar (del segundo) son, para él, fuente de inspiración. Lo apasionan desde que era cadete. Hoy, tras miles de páginas leídas, se define como un estudioso del engaño como recurso bélico. “Me parece un tema fascinante”, le cuenta a LA NACIÓN. Y añade: “En la guerra, el arte del engaño es muy importante”.
Esparza ingresó al ejército colombiano en enero de 1989 y se retiró en septiembre de 2021. A sus 19 años, cuando era subteniente, viajó a los EE.UU por un curso. “Allí aprendí mucho sobre el concepto del guerrero tradicional, la manera occidental de hacer la guerra, que consiste en la destrucción del enemigo. Sin embargo, también me parecían muy importantes las teorías orientales, esas que le permiten a las pequeñas fuerzas tener victorias contra contrincantes más poderosos”.
Esparza fue una pieza clave en una de las más heroicas maniobras de rescate que se vieron en Colombia en el último tiempo: la Operación Jaque, que ocurrió el 2 de julio de 2008. Ese acto devino en la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt. También de 3 estadounidenses y 11 militares y policías que vivían como rehenes desde hacía muchos años en ese campamento de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Betancourt, en particular, llevaba 6 años allí.
Jaque ha sido contada en varias ocasiones. Se la relató, fragmento por fragmento, en libros y documentales. Y, aún así, sigue impresionando al público. Pues el método que optaron el ejército y la inteligencia colombiana para liberar a esos ciudadanos fue muy particular: crearon un muy sofisticado engaño. Lograron que las FARC se creyesen un cuento increíble y realizaron su misión sin la necesidad de disparar un solo tiro. Esparza lideró ese salvataje. Que haya sido seleccionado para esa tarea no fue una casualidad, porque, año tras año, se fue formando como uno de los pocos oficiales colombianos especialistas en el engaño, y también en estrategias alternativas al confrontamiento clásico.
“Siempre se pensó en la posibilidad de un rescate”
Ingrid Betancourt fue secuestrada el 23 de febrero de 2002. Para esa fecha, se encontraba en plena campaña presidencial por el partido Verde Oxígeno. En ese entonces, el presidente de Colombia era el conservador Andrés Pastrana. Días antes del secuestro de Betancourt, un intento de Pastrana por establecer diálogos de paz con las FARC falló. El grupo paramilitar comenzó a radicalizarse violentamente y a optar más por el método de canjear rehenes por dinero. “Empezaron a hacer eso como una modalidad de canje. No lo hacían para tener más dinero, ellos ya tenían recursos ilimitados por su actividad en el narcotráfico. Esto era más bien para establecer una modalidad política”, explica Esparza.
Años después, luego de ser rescatada, Betancourt recordó en una entrevista con National Geographic que, el día antes de ir a San Vicente del Caguán, que fue el sitio donde la captaron, había recibido un llamado de su papá en el que él le manifestó su preocupación por aquel viaje. “Es muy peligroso”, le decía. Pero ella decidió ir igual. “No tenía sentido que una candidata presidencial no se pudiese trasladar en tierra en su propio país”, reflexionaba Betancourt para la señal estadounidense.
-La secuestraron en un contexto particularmente peligroso, pero el Estado estaba obligado a intentar un rescate, sí o sí. ¿Cómo se debatía tanto en las fuerzas armadas la posibilidad de un rescate exitoso?
-José Luis Esparza: Siempre se pensó en la posibilidad de un rescate. De hecho, en esa época se crearon grupos especializados anti secuestros. Como sabrás, nos habíamos vuelto expertos en ellos, en los secuestros. Sin embargo, tiempo antes del rescate de Ingrid Betancourt, hubo dos sucesos terribles. Primero, ocurrió que un grupo de secuestrados intentó escapar. Nosotros montamos una operación militar para ayudarlos, pero era tarde: los guerrilleros terminaron asesinándolos antes de que nuestras fuerzas los capturasen. El otro incidente también fue muy complicado. Habían secuestrado a unas personas al sur del país. En un momento, la guerrilla pensó que se acercaba una unidad del ejército y los mató a todos. ¿Qué quiero decir con esto? Para nuestra fuerza existían muchos obstáculos a la hora de accionar. Los antecedentes eran muy malos.
Obligados por esa realidad, las fuerzas colombianas comenzaron a emplear nuevas maneras de actuar, muchas de ellas focalizadas en la obtención de información, y no tanto en el confrontamiento directo. Crearon grupos cuya tarea era exclusivamente observar, espiar en la selva y no confrontar. Mucho tuvo que ver la doctrina de Estados Unidos, desde donde llegaba ayuda: más que nada, intercambio de información.
Confundir a los guerrilleros
-¿Cómo fueron virando hacia esa nueva modalidad, es decir, a dedicarse más a la inteligencia que al confrontamiento directo?
-Entendimos que este tipo de conflictos requerían un nivel alto de inteligencia. Y, en paralelo, supimos que todas las guerrillas comenzaron a usar comunicaciones HF. Un coronel dijo que teníamos que trabajar muy fuerte en eso, y separó la inteligencia humana de la inteligencia técnica. Y fuimos por una idea: confundir a los guerrilleros.
Un día de sol, un grupo de soldados del ejército estaba haciendo una misión de reconocimiento por la selva hasta que se encontró con una sorpresa: logró visualizar a 3 estadounidenses [Marc Gonsalves, Keith Stansell y Tom Howes, contratistas de la empresa Northrop Grumman] que formaban parte del grupo de rehenes en el que estaba Ingrid Betancourt. Se estaban bañando en un río. No obstante, y tras considerar los múltiples efectos negativos que podría causar un intento de rescate, decidieron esperar.
Ya estaba en marcha la idea de engañar a las FARC. ¿La estrategia precisa? Infiltrarse en sus comunicaciones.
-¿Cómo era el mapa de las FARC y de qué manera se infiltraron en las frecuencias?
-Las FARC tenían varios “bloques”, y estos se dividían en “frentes”. En el bloque oriental, todos los frentes le reportaban a la radio-operadora del Mono Jojoy [Víctor Julio Suárez Rojas, el comandante de ese bloque]. Ellos hacían reportes específicos por HF a determinadas horas. Lo que se hizo fue crear un espejo de esas comunicaciones y relevar con voces parecidas. Ahí se introdujeron en esas comunicaciones y le mintieron a la operadora del primer frente enviando un mensaje falso: la orden fue que se cambiara la hora de comunicación, para que los diálogos ‘falsos’ y ‘verdaderos’ no se pisaran. A partir de ese momento, se consiguió mucha información sobre el estado de los secuestrados.
“Cuando el plan comenzó a funcionar, nos emocionamos mucho”
Se contrató a un grupo de mujeres cuyo trabajo era imitar las voces de las radio-operadoras de las FARC. “Muchas de ellas trabajaban en inteligencia. Tenían conocimiento pero, obviamente, tuvieron que perfeccionar su técnica. El tono de voz debía ser exacto. Eso era importante. Caso contrario, se habría generado desconfianza”.
-¿Podían creer que las FARC se estuviesen “tragando el cuento”? ¿Nunca llegaron a pensar que los estaban contra-engañando?
-Claro, eso fue emocionante. Cuando el plan comenzó a funcionar, nos emocionamos y comenzó un tema muy interesante y complejo. Aunque sí, a veces creíamos que ellos nos estaban contra-engañando.
En cierto punto, el ejército colombiano tuvo una oportunidad inmejorable. Había ocurrido un cambio de mando en las FARC. Guillermo Vargas, alias “Alfonso Cano”, había asumido como comandante máximo de aquella guerrilla. Cano se encontraba en otro bloque, el occidental. El ejército tuvo la idea de usar el engaño para que las FARC dirigieran a los rehenes hacia donde se encontraba Cano.
-El lugar en el que estaba Cano era algo más amplio. ¿Fue un golpe de suerte que haya ocurrido ese cambio de mando?
-Cuando sabes que los estás engañando y diseñas tu estrategia, tienes que mirar el contexto. Es como cuando mientes: si tiras una mentira floja, se cae. La mentira debe tener un gran soporte; tienes que observar todo. Nosotros aprovechamos lo de Cano. El paso más difícil ya estaba hecho: dominábamos las comunicaciones de las FARC.
Operación Jaque
“El comentario de todos fue ‘ya que los tenemos engañados, pidámosles que nos entreguen a los rehenes’”, explica Esparza. Entonces se puso en marcha la operación Jaque, con la que el Estado colombiano liberó a los 15 rehenes que se encontraban en el frente oriental. Gracias a las voces de las imitadoras, se engañó a las FARC; se les hizo creer que un helicóptero de una ONG iría en una misión humanitaria para trasladar a las personas hacia el campamento de Alfonso Cano.
Dentro del helicóptero viajarían varios personajes ficticios. José Luis Russi Caballero, el jefe de la misión, sería uno. Fue interpretado por José Luis Esparza. El segundo sería un “agente iraní”, cuya tarea sería apurar el despegue del helicóptero una vez todos hubieran subido. Tercero, un “agente australiano”, que fue llevado para convencer a los rehenes estadounidenses de que abordaran. Y por último, un actor que haría de periodista de Telesur, junto con su camarógrafo. Telesur solía televisar las liberaciones de rehenes, por lo que ese detalle le daría más realismo a la escena. Todos ellos recibieron intensivas clases de teatro antes de embarcarse en la misión. No hace falta decirlo: no habría espacio para un gaffe en el momento decisivo.
“Casi ninguno de ellos hablaba español”, dice Esparza sobre los “actores”. “Todo estaba diseñado para que no hubiera distracciones y los guerrilleros solo pudieran hablar conmigo. Eso fue una decisión mía: que solo hablara una persona, para evitar confusiones”. Algunos de ellos llevaban chalecos con el logo de la cruz roja en el centro con un pequeño detalle: “Arriba, a un costado, para que reforzar la idea de paz, le imprimimos la paloma que aparece en el logo de Dove y la rodeamos con laureles”. Todo parecía perfectamente planeado aunque, antes de aterrizar, ocurrió un imprevisto.
-Estaba estipulado que la operación durara 9 minutos en total. Pero tardaron 22 minutos. ¿Por qué?
-Al momento de bajar hubo problemas complejos por fallas en la coordinación. Ellos debían tener abierta una frecuencia de radio, pero no lo hicieron. Después, los rehenes debían llevar camisetas blancas, pero tampoco aparecieron vestidos así. Tampoco encendieron humo blanco como habíamos estipulado. Entonces nosotros, desde el helicóptero, nos debatíamos: “¿Bajamos o no?”. Fue complicado, pero decidimos aterrizar. Apenas bajamos, yo me tuve que acercar al cabecilla para establecer una conversación. Ahí sentí su confianza. Tal vez ahí los diálogos comenzaron a extenderse. Por otro lado, algunos de los secuestrados no se querían subir, desconfiaban de lo que estaba sucediendo.
-¿Le preguntó al cabecilla por qué no cumplieron esas condiciones?
-No, no, no hubo tiempo. Es más: ellos nos invitaron a comer, “hay un almuerzo preparado”, decían. Pero les dije que no teníamos tiempo, que teníamos que irnos.
-¿Qué recuerda sobre ese momento?
-Recuerdo que el que hacía de periodista me dijo “a mi me dan ganas de reírme”. Me le acerco, riéndome yo... Me pidió que me pusiera serio y yo le dije que no pasaba nada, que todo iba muy bien. Vivimos diferentes sentimientos, del miedo a la felicidad. Luego, subimos a todos los rehenes y a “César” y “Gafas”, los carceleros que estaban a cargo de los rehenes. Estaba estipulado que fueran pasajeros de ese vuelo. Arriba, los neutralizamos y les informamos a las personas que estaban siendo liberadas.
-¿Le gustó que, con el correr del tiempo, se dieran a conocer los detalles de Jaque?
-A mí no me gustaba que Jaque se contara, porque el secreto de las operaciones militares no debería develarse porque, después de eso, no se pueden hacer más. Entonces yo nunca quise salir [en la TV].
-¿Cómo siguió su carrera?
-Yo seguí en las especialidades de inteligencia humana. Fui a estudiar a Francia, a la escuela de guerra francesa, durante dos años. Ascendí a teniente coronel estando allí. Después, en Colombia, estudié casos de inteligencia analizando problemas, particularmente aquellos que vinculaban a Venezuela con Colombia. Luego, me enviaron como adjunto de defensa ante la OTAN. Y después comencé el curso para ascender a general. Me llamaron para calificar servicios [le pidieron el retiro] el 10 de septiembre de 2021.
-¿Cuál es su opinión personal sobre la reincorporación de algunos guerrilleros a la vida civil?
-Ese proceso es importante. Hay que soportarlo porque sacarle combatientes a la guerra es importante. Y ellos, si se entregan, tienen derecho a resocializarse. Creo que el mecanismo estuvo interesantemente diseñado, porque muchos de ellos prefirieron irse para sus casas.
-¿Y su opinión sobre la ayuda, de cualquier tipo, de ex-guerrilleros para las FF.AA?
-Hemos tenido miembros de las guerrillas que han sido importantes para el trabajo de inteligencia y de desmovilización. También han sido importantes en las negociaciones de paz, para determinar dónde iban a quedar sus zonas. Hablar con ellos nos permitió entender sus movimientos, su logística, y todo eso nos ayudó a construir nuestra inteligencia de combate.
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José Luis Esparza e Ingrid Betancourt mantuvieron un ida y vuelta cordial en todos los años posteriores al rescate. “Ella siempre me envió mensajes para las navidades y los cumpleaños. Además, hubo un tiempo en el que los dos estábamos realizando cursos en Europa, y por supuesto que nos vimos”.
En 2022, Betancourt lanzó un nuevo intento de carrera presidencial, y no dudó a la hora de elegir un compañero de fórmula. “Un día, Ingrid me invita a almorzar. ’Quiero que seas mi vicepresidente bajo la metáfora de ‘si tú me rescataste de este secuestro, nosotros vamos a rescatar a Colombia de la corrupción’', me dijo”. La fórmula no llegó a presentarse en las elecciones definitivas por falta de “fuerza política”, según explica Esparza. Pero el vínculo entre ellos quedó intacto.
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