A veces la literatura es un desborde hermoso que arrastra a las nuevas generaciones a sentirse imantados por su inmenso poder. Cuenta la joven escritora Olivia Gallo: "Crecí en una casa llena de libros, en una familia con varias generaciones de amantes de la literatura. Mi mamá es editora, en la biblioteca había de todo: de ahí saqué Dublineses de Joyce, los cuentos de Silvina Ocampo y Ocio de Fabián Casas. Mi propia biblioteca ahora es una mezcla de libros de distintas épocas, géneros y estilos que, en parte, heredé de las mujeres de mi familia". El camino de la buena lectura, siempre se supo, es una de las formas más atractivas del mestizaje. Y ella ya sabía que deseaba ser escritora: "De chica tomé esa decisión conscientemente. Siempre me pareció algo serio, no un simple pasatiempo", explica.
Olivia escribía a mano y también en la computadora de sus papás. Esos primeros textos mostraban una mezcla de todo lo que le gustaba entonces: el terror, los personajes de Emily Brontë y el mundo de la tele, con series como Sabrina, la bruja adolescente y la película Chicas pesadas de Mark Waters. Dice: "Siempre empezaba con la idea de escribir una novela, pero me aburría a la segunda o tercera página".
Después de descubrir el encanto de los talleres literarios (algo que todavía sostiene), se metió a estudiar Letras y generar algo básico: leer y escribir sin pausa, y sin solemnidad. Así se fueron acumulando una serie de cuentos que terminaron siendo la materia inaugural de su primer libro: La chicas no lloran (Tenemos las Máquinas). Doce cuentos narrados en primera persona que se leen como una novela que se ocupa de los afectos (los que están y los que se pierden) sin ser afectada ni cursi. Tratan sobre crecer. Cuenta la autora: "Los escribí entre los 19 y los 23 años, una etapa de transición en la que dejás de ser adolescente y empezás a ser adulta. Un momento difícil. Así que muchos tienen que ver con eso, con el miedo y las ganas de vivir al mismo tiempo". A Olivia le interesan los vínculos y cómo narrarlos, esa zona ambigua entre las emociones y la distancia o el rechazo: "Dentro de ese universo inabarcable, me interesa en especial el vínculo con los padres, la amistad entre mujeres, los comienzos y los finales de una relación amorosa o sexoafectiva".
Para Olivia Gallo la literatura es como tener un perro hermoso que nunca se muere. Los libros están ahí y son como una garantía de algo indefinible, pero a la vez fundamental. Ella sigue escribiendo y buscando: "Los textos que más me gustan siempre tienen una mezcla entre reflexiones y escenas, sordidez y belleza, humor y tragedia, lo dicho y lo no dicho: me gustaría escribir cosas que logren una especie de equilibrio entre esos extremos. Voy un poco al límite cuando se trata de cerrar mis proyectos".
MINIBíO
Nació en Buenos Aires en 1995. Estudia Letras. En el 2019 su cuento "Caramelos ácidos de limón" recibió una mención en la XII edición del Premio Municipal de Literatura Manuel Mujica Lainez de San Isidro, que fue posteriormente publicado en una antología de la editorial Notanpüan. Acaba de publicar su primer libro de cuentos: Las chicas no lloran (Tenemos las Máquinas).
Libros
Falso documental, de Luis Chaves
Nevada, de Claire Vaye Watkins
Autoayuda, de Lorrie Moore
La lengua alemana, de Julieta Mortati
Música
David Bowie
Devendra Banhart
Rosalía
The Strokes
Películas
Tangerine, de Sean Baker
Lady Bird, de Greta Gerwig
El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi
María Antonieta. La reina adolescente, de Sofia Coppola