¿Odiamos a los hombres?
Históricamente, las feministas nos hemos tomado muy en serio la necesidad de explicar que ser feminista no significa odiar a los hombres. No se trata de una acusación precisamente nueva: el término "misandria" (odio o aversión a los varones y a todo lo masculino) comenzó a circular en Estados Unidos alrededor de la década del ‘70, entre los grupos de MRA (Men’s Rights Activists): estas agrupaciones de varones unidos contra el feminismo pretendían hacer pasar a todas las críticas y posiciones feministas como expresiones de odio y discriminación hacia los varones, enmarcando a las feministas como mujeres violentas que querían "un mundo sin hombres". A lo largo de las últimas décadas, en general, las feministas contestaron esta crítica con información y argumentos: explicaron que el feminismo era una parte intrínseca de la defensa de la libertad y la igualdad, que no era "lo contrario del machismo" sino un movimiento igualitarista que nada tenía que ver con la producción y reproducción de prejuicios y desigualdades que implica el machismo, que no era de ninguna manera un "sexismo a la inversa".
Con la aparición de las redes sociales (e incluso un poco antes, en la época de los blogs y los foros) el feminismo encontró nuevos canales para expandirse y llegar a muchas mujeres más allá de los círculos del activismo; sin embargo, por supuesto, estos nuevos canales son utilizados también por sus detractores para difundir críticas de variados niveles de violencia y altura intelectual. En este nuevo paisaje, el feminismo del tercer milenio diversificó sus estrategias: las jóvenes y adolescentes que levantan las banderas del feminismo hoy en todos sus espacios físicos y digitales muchas veces argumentan en posteos o threads largos y prolijos, pero también saben que ciertos insultos o críticas que vienen de la mala voluntad no ameritan tanto esfuerzo. Estas feministas irreverentes que llenaron la calle de glitter verde para demandar la Interrupción Voluntaria del Embarazo no le temen al humor: por eso, muchas veces, en lugar de discutir la etiqueta de "misándricas", la abrazan. Quienes investigan sobre género suelen llamar a este recurso "misandria irónica".
Ese es el sentido no solamente de los miles de tuits en que chicas (que en sus vidas reales sostienen vínculos amistosos y/o sexoafectivos con varones) hablan de todo lo que odian a los hombres sino también de los memes y GIFs que aluden a "male tears" (lágrimas masculinas) y aparecen seguido en discusiones en las redes: incluso se puede comprar tazas con la leyenda (para tomarse unas "male tears" con el café de la mañana).
¿Contribuye este tipo de humor a la violencia en los discursos, digamos, a una "misandria real"? Más bien, todo indica, lo contrario: el humor es una forma perfectamente pacífica de contestar discursos de odio y responderles a personas que pretendían herirnos. Al mismo tiempo, el humor no detiene la conversación (como la haría una respuesta insultante "en serio") sino que muchas veces permite que esa charla continúe y cambie de tono. Otras veces, cuando la discusión realmente no tenía chances de llegar a buen puerto, es una forma relativamente rápida y elegante de sacársela de encima. Por otra parte, las chicas que recurren a la misandria irónica muchas veces establecen así lazos de complicidad, fortaleciendo la sororidad: otras chicas les contestan y así, sin demasiada solemnidad ni dramatismos, pueden acompañarse y reírse juntas de los micromachismos de la vida cotidiana.
¿Son discriminatorios estos discursos? Podríamos decir que siguen la misma regla que el humor judío: si el que se ríe es el oprimido, entonces ese humor es corrosivo del status quo. Si es el opresor el que se ríe del oprimido, en cambio, entonces ese humor refuerza las relaciones del poder vigentes, y sí, discrimina.
El feminismo es un movimiento político que vale la pena tomarse muy en serio: los memes antivarones, en cambio, son solamente un chiste.
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