Ocho minutos de rigor
Voy a mil, no tengo un minuto ni para cocinarle a los chicos, ver una serie de TV, o ir a la peluquería. Por suerte no soy buena cocinera, no tengo televisor, y la desprolijidad de mi pelo ya se convirtió en parte de mi estilo. Los e-mails bajan por decenas, y si no estoy en constante alerta contestando, se multiplican sin control.
Se hace el mediodía y todavía no hice nada. Miro el calendario y veo que se me vienen tres fechas de entrega y cuatro presentaciones... ¿¡En qué momento pasó tanto tiempo!? Entre ellas, por supuesto, está esta columa, ¡otra columna más! ¿De qué escribo? Ya se me acabaron los temas… ¡Esto no es para mí! Quiero renunciar, pero para eso debería haberlo hecho con un poco de antelación, y no un día antes de ir a imprenta… ¿Por qué me metí en esto? ¡Cada dos semanas te preguntás lo mismo Sofía!
Mi asistente me mira y me pregunta si vi el e-mail, están reclamando la columna… ¡Ya sé, estoy en copia! Me encierro en mi oficina y empiezo a escribir, no me sale nada. ¡Quiero renunciar! Miro el álbum de mi último viaje, paseo un poco por Internet, a ver si se me ocurre algo… Empiezo a bosquejar un intento de nota, hasta que finalmente después de algunas horas de tortuosa concentración, lo releo y no está tan mal, ya son las 5, en Buenos Aires las 6, tengo que mandarla. Mi asistente me pide por favor que conteste el último e-mail que llegó de París, que necesitan mi respuesta antes de irse. Ok, send.
Cada vez son más las cosas para hacer y los tiempos son mucho más justos que antes, sacrificar es la única manera. Razones para aceptar trabajos sobran, trabajar con alguien que admiro, cuidar la relación que tengo con algún cliente, la intriga por hacer algo distinto, la plata que nunca viene mal, la oportunidad de viajar a un lugar exótico. ¿Y las razones para decir que no? Aprender a priorizar, focalizar, y a elegir es lo que más me cuesta, pero es la única manera que tengo de seguir adelante.
Con esta columna me despido, y agradezco con todo el corazón a quienes me han leído, ayudado, apoyado, y hasta felicitado. Fue un camino muy interesante para mí, un reto que superó todas mis expectativas, una oportunidad única que disfruté (y sufrí) mucho.
Momentos
Distintas postales que retratan las experiencias contadas durante tantos domingos en la revista