Hay una Buenos Aires inacabada, sujeta a las pasiones de sus protagonistas y a las arbitrariedades de su propia historia. Inmóviles y radiantes de ausencia, las obras inconclusas o abandonadas nos muestran lo que pudo haber sido.
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Pabellon IV, Facultad de Psicologia, Ciudad Universitaria, Nuñez
En 1929, Le Corbusier estuvo en la Argentina y dijo que Buenos Aires es una ciudad de espaldas al río. Su explicación era que desde lo edilicio, los porteños jerarquizaron áreas que no permiten verlo. Cuando en 1957 la Universidad de Buenos Aires (UBA) aumentó su alumnado y las instalaciones empezaron a quedar chicas, se evaluaron lugares donde emplazar un campus universitario. Con el aval del plan urbano que ejecutó el gobierno porteño en 1958, inspirado en las ideas del arquitecto francés, se eligió un terreno a la vera del río, en el barrio de Núñez. Un concurso internacional abierto ese año por la UBA eligió el proyecto de los arquitectos Horacio Caminos, Eduardo Catalano y el ingeniero Federico Camba.
Las obras se iniciaron de inmediato y en 1961 se habilitó Exactas I, para la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN). En 1964, comenzó a construirse el segundo pabellón, que alojaría otros departamentos de la FCEN. Sin embargo, luego del incendio de la sede de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), sus alumnos debieron ser ubicados provisoriamente en aquel pabellón en obras. En 1970 fue terminado, y la FADU ocupó en 1971 el flamante pabellón III, que iba a pertenecer a Filosofía y Letras. Desde entonces y hasta mediados de esa década comenzó a proyectarse la construcción de los pabellones IV, para Filosofía y Letras, y V, para Ciencias Económicas, Ingeniería, Agronomía y Veterinaria, Derecho y Ciencias Sociales.
La crisis económica de 1975, primero, y luego el golpe militar de 1976 detuvieron el plan de obras que sólo materializó los cimientos y columnas del subsuelo del pabellón IV, y el enrasado del terreno que iba a ocupar el V. Hubo varios intentos por retomar la obra. El último de ellos fue en 2006 con un concurso para construir allí la sede de Psicología, pero la obra no se ejecutó. Hoy, los pilotes de hormigón todavía emergen del lodo y el río y se proyectan a la nada, dando testimonio de su propia verdad.
Empalme autopistas 25 de Mayo e Illia, Avenidas San Juan e Ingeniero Huergo, Puerto Madero
Sobre el cruce de las avenidas San Juan y Huergo un tramo de autopista permanece suspendido en el aire. Nervios de metal, las vigas atraviesan el hormigón y se extienden como los dedos de una mano. Esos metros prometían ser el enlace entre la autopista 25 de Mayo y la AU2 (que se terminó en 1996 con el nombre de Arturo Illia), para unir la traza norte con la sur del entramado vial porteño.
Esta historia empezó en 1976, cuando el brigadier Osvaldo Cacciatore asumió como intendente de la ciudad. Inspirado en el libro La ciudad arterial, de Guillermo Domingo Laura, desarrolló un plan de autopistas urbanas para sumar 74 kilómetros en nueve vías rápidas.
Para ejecutarlo tomó medidas polémicas: hubo que expropiar viviendas y solicitar créditos internacionales. Igual, durante la gestión de Cacciatore, sólo se concretaron la Perito Moreno y la 25 de Mayo, que suman casi 16 kilómetros con una estación de peaje en cada una. El resto quedó apenas en los planos: la AU2, la AU3, el plan de modificaciones a la AU4 General Paz, AU5, AU7 y AU8. La AU9 9 de Julio fue pensada como la prolongación de esa avenida en dos tramos, uno al norte y otro al sur, que se concluyeron recién en democracia.
En 1985, debido a las deudas y el bajo rendimiento económico, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires compró el 99,97 por ciento del paquete accionario de Autopistas Urbanas Sociedad Anónima ( AUSA ), el consorcio de empresas argentinas y españolas a las que la dictadura adjudicó las obras viales y su explotación.
En 2006 se trabajó en un proyecto para unir el norte con el sur. Se lo conoce como autopista ribereña. Sin fecha aún de ejecución, la idea es que el acceso sea subterráneo y no en altura, como lo pensó Cacciatore. Mientras, la 25 de Mayo, en su salida sobre el bajo, sigue precipitándose trunca, como una idea obstinada, sobre Huergo.
Ciudad Deportiva de Boca Juniors, Costanera Sur
Hay una película de 1971, de esas que son recurrentes en la tevé abierta los domingos después del almuerzo, o en los canales del recuerdo. Se llama Paula contra la mitad más uno. Con una factura simple y en clave humorística, narra un intento de secuestro al plantel de Boca Juniors, previo al clásico contra River Plate en el Monumental, en el que el equipo xeneize se consagró campeón del Nacional de 1969.
En una escena el presidente del club, Alberto J. Armando, presenta la flamante Ciudad Deportiva, y adelanta que el 25 de mayo de 1975 se inauguraría el nuevo estadio del club, más grande que el Maracaná, con capacidad para unos 110 mil espectadores sentados, edificado en terrenos ganados al río. Para iniciar las obras, el presidente del club contó con el aporte financiero de sus hinchas y socios. Pero, Rodrigazo mediante, en 1975 Armando acusó a la crisis inflacionaria que atravesaba el país; detuvo las obras, y el estadio que coronaría el predio no se concluyó.
El lugar permaneció con sus atracciones abiertas al público: el autocine, la confitería, las canchas de tenis, básquet y fútbol, la pileta, el gran pez acuario y el Parque Genovés (el espacio de juegos y entretenimientos). Pero la falta de mantenimiento comenzó a sentirse con los años. Los camalotes cubrieron la Fuente de las Mil Luces y la pintura de la confitería circular se descascaró, al igual que la de pileta y la de las canchas auxiliares.
El predio había sido donado al club en 1965 por el gobierno de Arturo Illia, y luego de idas y vueltas legales con el Estado, Boca Juniors lo cerró al público en los últimos años de la década del 80 y lo vendió a IRSA en 1997. Esta empresa inversora en bienes raíces proyectó allí un barrio de lujo que aún no pudo concretar. Así, como una suerte de Coney Island porteño, la Ciudad Deportiva se detuvo en el tiempo, mientras un vallado perimetral de varios tejidos de alambre y un par de puestos de seguridad la separan del asentamiento conocido como Villa Costanera Sur.
El Elefante Blanco Hospital de la Liga Argentina contra la Tuberculosis, Villa Lugano
En 1932, una epidemia de tuberculosis afectó el sur de la Capital Federal. Para anticiparse a un nuevo brote de la enfermedad, en 1935 la municipalidad donó el terreno ubicado en la avenida Piedrabuena al 3200. Allí, con fondos del Estado nacional y otros donados por sociedades de beneficencia, se construiría el Hospital de la Liga Argentina contra la Tuberculosis. Un proyecto impulsado por el legislador socialista Alfredo Palacios destinó tres millones de pesos para su ejecución y otro millón anual para su mantenimiento. La construcción avanzó y en 1939 se llegó hasta el piso 14.
El barrio del hospital, que actualmente se conoce como Villa 15 o Ciudad Oculta, se llamaba General Belgrano y sus habitantes eran obreros del Mercado de Hacienda, del ferrocarril y del frigorífico Lisandro de la Torre (ubicado en el barrio de Mataderos, y uno de los focos de la resistencia sindical durante el peronismo proscrito).
Detenido por falta de presupuesto, en 1948, en la primera presidencia de Juan Domingo Perón, el gobierno justicialista decidió retomar su edificación para convertirlo en el hospital modelo más grande de América latina. Pero el golpe de Estado de septiembre de 1955 interrumpió las obras impulsadas por el peronismo, incluidas ésta y su gemelo, el Hospital Pediátrico, ubicado en La Paternal (conocido como Albergue Warnes, ocupado durante años y demolido en 1991).
Décadas de abandono mantuvieron el edificio recortando la horizontalidad de la villa que año tras año se expandía a su alrededor. En 1978, en plena euforia mundialista, la Junta Militar tapió temporalmente los límites de Villa 15. No quería que el mundo viese que en la Argentina había indigentes. Por eso Ciudad Oculta, el nombre con el que se la conoce y donde, según estadísticas del gobierno de la Ciudad, hoy vivirían 3.800 familias, unas 15.200 personas.
En 2007, el intendente Jorge Telerman cedió este edificio de 60 mil metros cuadrados a la organización Madres de Plaza de Mayo, que puso en marcha un jardín maternal, aulas para capacitación, un gimnasio, dos comedores con cocinas, un vestuario, dos puestos de seguridad y un taller de costura.
Parque de la Ciudad, Villa Soldati
Fue el primer gran parque temático construido en la Argentina. Se ubica en el barrio de Villa Soldati y abarca una superficie total de 120 hectáreas. Su construcción más característica es la Torre Espacial de 200 metros de altura y la montaña rusa de acero de circuito doble Vertigorama.
Este parque se inauguró el 21 de septiembre de 1982 bajo el nombre de Parques Interama; un año después el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires rescindió la concesión ya que según la misma, la empresa privada (Interama) no había cumplido algunas cláusulas del contrato de concesión.
En diciembre de 1983 el parque de diversiones quedó en manos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y fue rebautizado con el nombre de "Parque de la Ciudad".
El parque fue reabierto en 2007 con un perfil más infantil y abierto a la comunidad.
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