Nuestros amores se mantienen jóvenes y bellos si les damos buena compañía para salir a escena
A la izquierda, piedra libre para los que sienten culpa antes de tirar un tornillo. ¿Se rompió la azucarera/tetera de porcelana? Está bien guardarse la tapa. Acá se usaron para cerrar unas latas pintadas con esmalte y con etiquetas como las que usábamos en los cuadernos forrados con papel araña. A la derecha, un rincón a dos tonos, donde el azul realza la madera lavada de la mesa mientras que el blanco reitera la encantadora sencillez de las jarras.
Sobre una mesa de madera rústica, un antiguo balde esmaltado hoy es maceta para una suculenta; y una silla genérica puede volverse única con una mano de pintura y un detalle personal: en este caso fue una guarda blanca, como de almohadón, trazada en el centro. A la derecha, las extensiones de una mesa de estilo se convirtieron en este armonioso esquinero. El estante e interior empapelados, sumados a la imagen del ave sostenida con una chinche, le imprimen cálido romanticismo. La idea se puede adaptar a cada dueño y espacio: vale dejar sin puerta el sector superior (o viceversa), rescatar otra madera para crearlo, o bien cambiar empapelado por tela o pintura.
En lugar de colgar los cuadros sobre la pared, un soporte de madera reciclada puede aunarlos. El clima se crea con el contraste de los marcos clásicos contra el gastado fondo y la orientación del tablón, perpendicular a la veta del machimbre.
Un mapa de escuela puede agregar textura a una pared grande. Las estampas de aves y plantas clavadas con chinches emulan una clase de ciencias naturales. Con una cara de una vieja escalera, se armó un exhibidor para esa linda loza que es una pena esconder. Basta una mano de pintura y clavar listones/escalones para que no se caigan. Ante la duda, colocar clavos o ganchos en la pared duplica la estabilidad.
Retratos de mujeres es el tema aquí, pero es válido adaptarlo a piacere, siempre que se respete el color y estilo, y se complemente con pocos y neutros elementos, como estas piezas de barro. Ese platito que sobrevivió generaciones o bien enamoró en un cajón de saldos cataloga también como obra de arte. Se sugiere no ubicarlos simétricamente sino colocar el primero e improvisar con libertad.
Un respaldo de cama pintado puede completar un escritorio, costurero o rincón de herramientas. Clavos, piolines y ganchos alcanzan y sobran para desplegar cómodamente nuestros preciados petates.
En un espacio chico, como una columna o mocheta, nos podemos jugar con un empapelado colorido. Sobre este estampado de flores, se colgaron tres pequeños cuadros, oscuros y de formas sencillas para que nada compita. Los cajones de una mesa de luz o mueble pueden convertirse fácilmente en encantadores estantes. Más allá de ubicar un soporte para colgarlos y pintar si es necesario, la gracia radica en seleccionar diferentes estampados para forrar el interior y armar un conjunto dinámico.
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