Paz en medio del caos. Así define la diseñadora de moda Andrea Urquizu, al estudio que montó en pleno Microcentro porteño y que hoy, pandemia mediante, funciona como showroom, locación para producciones fotográficas, confecciones a medida, trabajos de oficina y, por supuesto, espacio de bienestar donde encuentra su refugio y calma.
Motivada por la búsqueda de un nuevo espacio de trabajo, fue a comienzos de este año que, en medio de un descanso mientras visitaba oficinas en el Microcentro porteño - el área alrededor del centro histórico de la Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, Argentina- Urquizu se tomó un descanso en el jardín que rodea al antiguo Convento San Ramón Nonato, fundado en 1602 por fray Pedro López Valero. Allí, con entrada por la calle Reconquista, un pasillo colonial conduce a un verdadero oasis verde en medio de las construcciones que caracterizan la zona.
El lugar alberga una gran historia, ya desde sus orígenes, antes de instalarse el Convento y la Basílica de Nuestra Señora de la Merced (terminada en 1783) el solar fue entregado a los mercedarios en 1580. Y hoy, en pleno 2020, se mantiene allí con un valor agregado. Porque, todo lo que le falta al Microcentro se encuentra en ese singular espacio: aire puro, tranquilidad, silencio, un parque poblado de árboles y flores y como broche de oro, la cúpula de la iglesia que también se encuentra sobre la calle Reconquista. "Este año decidí mudarme a un lugar más grande dentro de la zona. Un día luego de ver muchas oficinas por el centro, paré a descansar en el parque. El parque ofrece una amplia variedad de plantas, flores y árboles, que tienen más de 150 años. Es una belleza cómo conviven todas: hay palmeras, jacarandás, un alcanfor, pinos, dalias, lirios y jazmines, entre otras variedades. Y de casualidad, antes de irme, pregunté si había algo en alquiler. Conseguí meses después el lugar. Me pareció increíble y súper especial", recuerda Andrea Urquizu, egresada de la Universidad de Buenos Aires y que se hizo conocida cuando -impulsada por su amigo, el diseñador Marcelo Giacobbe-, se anotó y ganó un concurso para formar parte del BAFWeek.
Desde entonces no paró de crecer. Había comenzado en el living de su casa -donde había percheros y vendía ropa-. Para ello renunció a su empleo en una marca de carteras. Pero los planes no salieron como esperaba y tuvo que volver a empezar. Se asoció con una fotógrafa amiga, se afianzaron juntas. Más tarde tuvo un local en Recoleta y otro en el edificio Bencich, en Diagonal Norte y la peatonal Florida. Y, aunque su sueño era dirigir videoclips, hoy siente que pudo canalizar ese deseo a través de la íntima conexión que tiene su trabajo con la música, el hilo conductor que atraviesa todas sus creaciones. Inspiración y contexto, fue en los músicos que encontró a sus principales clientes pero, también, a los portadores y representantes ideales de sus prendas. Por eso asegura que, si bien para ella un desfile con modelos es aceptable, su corazón se llena de alegría cuando ve su ropa sobre un escenario.
La experiencia en BAFWeek le dio las herramientas que necesitaba para definir y continuar su búsqueda. Fue aprendizaje en su máxima expresión. Y también le sirvió como antesala a un período de introspección en el que se dedicó a dar forma y consistencia a su declaración de principios: la confección de prendas de una sastrería personal (en la que une el antiguo oficio con el método industrial) y la elección del blanco y negro como colores únicos para sus colecciones.
Así fue que pudo poner en marcha el proyecto de las AU Sessions, donde llevaba a tocar a distintas bandas a su estudio. La actividad se cortó durante la cuarentena pero hay un deseo de retomar por streaming. Y allí Andrea Urquizu sintió que había encontrado una manera de mostrar lo que hace sin la necesidad de recurrir a un sistema por el que se veía obligada a vivir de la novedad y el desfile.
Y, en medio de la pandemia, bajo esa premisa también, la diseñadora se dio el gusto de formar parte de quienes representaron a la Argentina en la vigésima octava edición de MBFW México en octubre pasado en una versión híbrida de desfiles físicos y una cartelera de expresiones digitales. En ese contexto presentó El reencuentro, un fashion film realizado en el mismísimo convento y los alrededores del centro porteño. En el video, que cuenta con la actuación de dos modelos -uno de ellos bailarín del Teatro Colón-, se muestra la Casa Rosada y otros sitios históricos como telón de fondo.
Hoy Andrea Urquizu se dedica, en exclusiva, a hacer sastrería rocker, vestir bandas e idear pequeñas colecciones donde conviven, desde luego, el infaltable el minimalismo, el blanco y el negro, la geometría, los bordados y la obsesión por los detalles. A partir de este año, empezó además un nuevo desafío en algo que siempre la apasionó, la radio, y tiene su programa, Sonidos Clandestinos, junto a Daniel Rioma en FM la Tribu.
Mi rincón de bienestrar: el placer de ir al lugar de trabajo
Con pisos de madera y aberturas de metal, el estudio cuenta con dos plantas con vista y acceso al jardín. "Me mudé a este espacio tres días antes de que se decretara la cuarentena en el país, así que todavía no pude hacer mucho en cuanto a refacciones por lo que quedan muchas cuestiones para mejorar".
De todos modos, ya hubo un primer avance: se pintaron las paredes y los techos, la escalera y las aberturas con el objetivo de unificar el espacio y darle la impronta de la marca. También se instalaron las luces, el vestidor y se armó un cortinado un espacio separado para depósito. "Estoy muy contenta con este lugar, me trae mucha paz en el medio del caos que es Microcentro. Poder trabajar rodeada de plantas y en un ambiente tan lindo hace que todo fluya mejor".
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