"Nunca lo permití": el problema de pensar el abuso desde la experiencia personal
Hace un par de domingos atrás, Romina Manguel fue una de las invitadas de Debo decir, el ciclo que conduce Luis Novaresio y que reúne, en un formato legranesco, a famosos de distintos ámbitos para charlar sobre temas de actualidad. Manguel habló sobre el acoso sexual que vivió como trabajadora de Animales sueltos por parte de un funcionario del oficialismo. Moria Casán la interrumpió para desmentir su testimonio, acusarla de buscar cámara y llamarla "guacha", "ridícula" y, en otras palabras, lanzarle su clásico "quién sos". Entre las risitas incómodas de invitados y conductor, y el intento de Manguel de señalarle a la siempre avasallante Moria el peligro de su discurso revictimizante en plena TV abierta, Casán cerró explicándole porqué ella nunca vivió acoso: "porque nunca lo permití", dijo quien se autodenomina "una de las primeras feministas".
El discurso de "¡yo sí soy feminista y por eso nunca viví violencia machista o la zafé sola!" no acaba de nacer, sino que suena muy parecido a las palabras de otras mujeres que rechazan el auge post Ni una menos. Amalia Granata, por ejemplo, recuerda constantemente cómo luchó por la cuota alimentaria de su hija y habló libremente de sexo en los medios cuando la sexualidad femenina era más tabú que ahora: "yo soy re feminista, amo a las mujeres, amo a mí género y lo defiendo" y "me siento empoderada y eso no significa que odie a los hombres", fueron algunas de sus frases mientras militaba en contra de la legalización del aborto. Los "a mí no me hizo nada porque le puse un freno", "los varones me ven como una igual" y "yo sí que tengo carácter" que refieren a la experiencia individual de cada una, ¿qué dicen de las que sí fueron víctimas de cualquier clase de violencia machista?, ¿que eran débiles, que eran tontas, que no tomaron las precauciones suficientes? En un doble movimiento, estos discursos tiran a la basura la responsabilidad del varón sobre sus propias acciones, y ocultan el entramado patriarcal que lo vuelve posible. Vivir acoso, golpes, violación, que te paguen menos que a un varón que hace el mismo trabajo que vos, o que te "cosifiquen" en tu ámbito laboral no se trata de haberte cruzado a los tipos incorrectos y haber obrado mal, sino que es atravesar experiencias inevitables para la mayoría de las mujeres y disidencias que viven en este planeta.
"La toma de conciencia feminista revolucionaria enfatiza la importancia de aprender sobre el patriarcado como sistema de dominación, sobre cómo llegó a institucionalizarse y cómo se perpetúa y se mantiene", explica Bell Hooks en El feminismo es para todo el mundo. La escritora y militante del feminismo interseccional se refiere a los grupos de concienciación que existieron en Estados Unidos a fines de los 60 y en los que mujeres de distintas clases sociales se reunían a hablar de distintas problemáticas machistas que vivían en sus casas y en el trabajo. Esta ronda de mujeres hablando de sus propias experiencias no era sólo un confesionario, sino que tenía como objetivo organizarse, según explica Hooks, quien considera que el feminismo perdió su potencial de movimiento de masas al entrar a las aulas de la Academia.
Estas ideas se pueden encontrar bastante plantadas en los tuits que Thelma Fardín escribió después de lo sucedido en Debo decir: "feminismo a mi modo de ver es hacer de la experiencia individual, una experiencia colectiva y volverla hecho político". Thelma no vivió en los 60, pero sí eligió hacer pública su denuncia por violación contra Juan Darthés de una manera muy específica: acompañada de un colectivo. Inclusive #MiráCómoNosPonemos se diferencia de la reivindicación del #MeToo al partir de una enunciación en plural y refiriendo a lo que sucede post abuso: la organización entre mujeres y disidencias. El testimonio de Thelma y el acompañamiento del colectivo Actrices Argentinas dio lugar ese mismo día a que Romina Manguel dijera en Animales sueltos que había sido víctima de acoso, arrancando un efecto dominó que siguió durante el resto de diciembre y no se detiene.
Hooks señala que en estos espacios horizontales y en los que el saber partía de la cotidianidad, el primer enemigo era el machismo interiorizado. "Todas las mujeres deben enfrentarlo y a su lealtad al pensamiento y a la acción patriarcal, y deben comprometerse con la transformación feminista", define Hooks como el "paso necesario" para quien opte por este movimiento en su dimensión política, y no en una de cartón. El feminismo es, o debería ser siempre, una invitación. No solo un guiño a las que ya son parte, sino una puerta abierta para las que todavía no atravesaron el estallido mental que es detonar esta misoginia interna. No es un mundo más bonito, pero seguramente menos solitario.
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