Esta alta casa de estudios donde egresan un promedio de dos mil abogados por año puede hacer gala de historias truculentas, misteriosas y decididamente cabuleras.
Suelen contarse de boca a boca entre los casi treinta mil estudiantes que transitan por sus aulas todos los años y habría que ser un alumno muy desprevenido para desconocerlas.
Dicen que los futuros expertos en leyes son más bien pragmáticos y no creen en cuestiones relacionadas con la mitología académica, pero por las dudas prefieren seguir los mandatos de estos cuentos que emanan desde lo más profundo del edificio neoclásico de Figueroa Alcorta inaugurado en 1949.
Incluso es posible afirmar que algunos de estos mitos están fundados en la más pura realidad.
Si sos estudiante no leas este párrafo
Producto de la imaginería popular, el primer mito con el que se encuentra un estudiante de primer año de abogacía, Traductor Público, Calígrafo o Profesor para la Enseñanza Media es el que dice que nunca, de ninguna manera y bajo ningún concepto se debe contar la cantidad de columnas emplazadas en el frente del edificio.
Sumar cada una de las columnas de estilo dórico construidas con la más pura piedra marplatense encarnaría la maldición más temida: no recibirse jamás, y esto dicho con grado de certeza.
Si contás las catorce columnas no te vas a recibir nunca, repiten año tras año dentro del edificio de 40 mil metros cuadrados proyectado en 1939 por los arquitectos Ochoa, Vinent y Chiappori.
Lo mismo si ingresás a la Facultad por el frente que da a la Avenida: abandonarás la cursada y no reanudarás la carrera nunca jamás.
De acuerdo con el consejo de los más experimentados, mejor hacelo por donde ingresa todo el mundo, que es la entrada de la calle Julio Víctor González.
Al menos tres abogados consultados para esta nota confirmaron que la leyenda sigue circulando, desconocen su origen y afirman que son cuentos de viejo sin sustento pero ninguno se animó a contar nunca las columnas del edificio durante toda la cursada.
Por algo son abogados.
Agradecerás a los colosos de piedra
Un caso menos conocido fue el que experimentaron el entonces estudiante de abogacía y actual Secretario del Juzgado Nacional de Trabajo Nº 63, Sergio Micheloud, y su grupo de compañeros de estudio.
En el hall central conocido como Salón de los Pasos Perdidos existen dos esculturas monumentales ubicadas una frente a la otra en cada uno de los extremos del largo pasillo.
Antes de los exámenes, los integrantes del grupo debían tocarles los pies a las esculturas, primero a una y luego a la otra, pidiéndoles buena fortuna para rendir bien, en una especie de ritual más o menos tonto.
Los dos gigantes de piedra representan al Profesor y al Alumno y fueron tallados en mármol de carrara por los escultores Roberto Capurro y Carlos de la Cárcova, respectivamente, en 1953.
Apenas terminaban el parcial o el final, sea escrito y oral, debían volver a agradecerle a los colosos.
El ritual funcionaba y los integrantes del grupo obtenían excelentes notas.
Cierta vez, una integrante se despertó tarde antes de rendir Derecho Comercial, fue a las apuradas a dar el oral y no sólo obtuvo un aplazo sino que cuando salió del edificio tropezó al bajar las escaleras, cayó y sufrió un esguince de tobillo entre otros golpes contundentes.
No había tenido tiempo de saludar a los gigantes de piedra.
La anécdota la cuenta el doctor Micheloud quitándole dramatismo; recuerda que Julia, que ella fue la infortunada, hoy es una excelente profesional y que, a partir de entonces, nunca dejaron de tocarles los pies a los colosos de piedra, antes y después de cada examen.
Evitá el buffet de la planta baja
Santiago trabaja en la mesa de entradas de un juzgado laboral de Tribunales desde hace dos décadas, estudió Derecho durante tres años y abandonó la carrera.
Si bien nunca contó las columnas del frente, solía ir al buffet de la planta baja y entrar por la puerta lateral. Algo prohibido por la mitología de los pasillos. Decían, hoy lo recuerda bien, que ese buffet estaba maldito y que si lo visitabas seguido nunca te ibas a recibir.
De acuerdo con fuentes tribunalicias, la leyenda se funda en un hecho trágico.
En este buffet hacían inteligencia los militares de la dictadura y hay quienes todavía recuerdan la irrupción intempestiva, por la puerta lateral, de un grupo de tareas.
Por entonces todas las universidades nacionales estaban intervenidas por los militares.
De acuerdo con el Programa de Justicia y Memoria de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la UBA, existen al menos 111 legajos de estudiantes de la Facultad de Derecho que fueron detenidos durante el Terrorismo de Estado y continúan desaparecidos.
Subí por las escaleras
Otra leyenda habla de una joven estudiante de abogacía que fue violada en uno de los siete ascensores que tiene la Facultad y luego de dos días sin que se supiera nada de ella apareció muerta en el subsuelo.
El cuento es falso y ciertamente impreciso pero, otra vez, está fundado en un hecho real.
En 15 de mayo de 2003 apareció el cuerpo sin vida de Romina Elizabeth Rozano Vega en el hueco del ascensor del Departamento de Graduados. Tenía 19 años y había desaparecido después de cursar. Nadie supo nada de ella durante 48 horas.
El chisme que se reprodujo entonces como en un conventillo decía que la joven había sido violada y arrojada al hueco del ascensor, pero la verdad era otra.
Romina tomó el ascensor hidráulico ubicado en el ala izquierda del edificio y el cubículo se detuvo por una avería entre el segundo y el tercer piso.
De acuerdo con lo que determinó la investigación, luego de varios minutos de pedir auxilio, y tras no recibir respuesta, la joven intentó salir por sus propios medios y cayó al vacío.
La compañía aseguradora y la empresa que mantenía los ascensores culparon a la víctima por no haber esperado la asistencia de los técnicos y así lo avaló la Justicia durante nueves años.
Hasta que, en julio de 2012, la Cámara Civil y Comercial falló a favor de los familiares de la estudiante y sostuvo que la única responsabilidad le correspondía a la Universidad de Buenos Aires.
Un edificio peronista para estudiantes antiperonistas
El edificio de la Facultad de Derecho que pronto cumplirá 70 años fue inaugurado por Juan Domingo Perón el 21 de septiembre de 1949 y se cree que la fecha fue elegida por Eva Duarte como homenaje a los estudiantes en su día.
"Que el futuro de nuestra brillante democracia sirva para formar hombres de bien y hombres libres", dijo el general en su discurso.
A juzgar por lo que pasaría después, los universitarios tomaron este fragmento con excesiva literalidad.
Se trataba de la primera sede propia después del largo peregrinar que había tenido la carrera de abogacía desde la fundación de la UBA, en 1821.
Y era también el adiós definitivo al imponente edificio neogótico de Las Heras 2214, donde actualmente funciona la Facultad de Ingeniería.