Quienes visitaron seguido a sus abuelos seguramente recordarán esa casita o departamento de época donde la vida doméstica transcurría con incuestionable confort. El diseño podía incluir zaguanes y puerta cancel, o bien pasillo y recibidor; tal vez había patio con sol, macetas; despensa, lavadero y desván o cuartito trasero, esa habitación descascarada donde iban a parar muebles, herramientas y objetos en desuso. La transformación urbana avanzó sobre la mayoría de aquellas construcciones dejando paso a otras viviendas y edificios, ahora desarrollados para satisfacer nuevas formas de habitar. Esa demanda contemporánea, junto con una especulación inmobiliaria disparada, terminó por eliminar del programa elementos antes funcionales a la dinámica familiar, y que la experiencia reciente demostró cuánto sentido tenían.
Hasta marzo de 2020 eramos "normales": pasábamos gran parte del día trabajando afuera, cuando no disfrutando del espacio público mejorado por la promesa de la integración social. Pero en menos de tres meses la realidad cambió, y puestos a usar exhaustivamente nuestros refugios personales, advertimos cuan práctico hubiera sido el zaguán de la abuela para dejar los zapatos apestados; notamos la falta de un cuarto ventilado donde trabajar en silencio y ni hablar del sector exclusivo para acopio de víveres, a fin de ir menos al supermercado. Ahora en cambio tenemos cocinas integradas, es decir, manipulamos alimentos en el mismo lugar donde recibimos amigos; en los departamentos estándar la bicicleta fija nunca cabe y tampoco la tonelada de packs que aprovechamos en oferta. El concepto loft se puso a prueba: no es sano convivir noventa días las 24 horas, sin un mínimo de intimidad.
Casas vs departamentos
Conferencias, charlas y entrevistas en vivo saturaron las redes sociales en estos meses. Figuras del urbanismo y la arquitectura (los mismos que construyeron las casas que la mayoría habitamos) piden ahora una reflexión global sobre el modelo de las próximas viviendas, que si bien no van cambiar radicalmente, dicen, si deberán adaptarse a una normalidad distinta que exige cualidades que las de hoy no tienen. "El virus tomó por sorpresa al mundo entero sin poder prever mucho, y si analizamos la foto del statu quo de las viviendas, éstas dejan bastante que desear para afrontar crisis de estas características" sostiene Astrid Ceballos, arquitecta, docente de la Universidad Nacional de Córdoba y titular del estudio DMU Ingeniería y arquitectura. "De esta situación los arquitectos conseguimos una oportunidad ni siquiera buscada: comenzaron a ’llover’ clientes al estudio, familias que necesitan el espacio tristemente célebre en esta época: el home office; en segunda instancia un sector sanitizante, y después se alterna la prioridad de encontrar un espacio para las huertas urbanas y otro para acopio de mercadería, en caso de otro 'Apocalipsis'. Los más fitness requieren una habitación donde improvisar el gimnasio. Pero acá hay que hacer una digresión muy importante, que es entender bien las limitaciones de las dos tipologías: casa versus departamento. La primera es factible que tenga posibilidades de crecimiento o modificación, en cambio un departamento es un espacio empaquetado, cerrado, que no deja mucho margen para la transformación".
Vuelve el zaguán
A lo largo de la historia epidemias y pandemias fueron moldeando las sociedades. "En los últimos 150 años la expectativa de vida aumentó alrededor de 45 a 80 años y es justo afirmar que la mitad de eso se debe a la arquitectura y la ingeniería y, la otra mitad, a la comunidad médica" afirmaba Jakob Brandtberg Knudsen, decano de la escuela de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de Dinamarca,en un artículo reciente de BBC Mundo. "Solemos pensar que los grandes cambios se deben a que tenemos hospitales y cosas así. Ese no es el gran cambio. El gran cambio vino antes, cuando conseguimos tener agua limpia y manejar la sucia, así como mejores viviendas" agregaba.
Para ilustrar esa teoría bastará recordar la fiebre amarilla que asoló a la ciudad de Buenos Aires en 1871. Entonces el agua era de pozo y los inmigrantes vivían hacinados en conventillos, una postal no muy diferente a la situación actual en muchos asentamientos precarios. "El concepto e importancia de la sanidad e higiene surge en el periodo victoriano a fines del siglo XIX. De hecho, hasta 1940 la Municipalidad de Buenos Aires otorgaba un premio a la mejor fachada y resolución interna, también a las edificaciones con buena resolución de cocina, área sanitaria y dependencias" recuerda el arquitecto Marcelo Nougués, cuyo estudio se especializa en la remodelación y preservación de propiedades de gran porte. "La fiebre amarilla obligó a los vecinos a abandonar los barrios del sur para mudarse al centro y norte de la ciudad, justamente por la falta de higiene de esas casonas que venían de la época colonial y poscolonial. Ahí nacen los primeros servicios centrales como cloacas y agua corriente, en consecuencia, baños, inodoros, duchas, primero entre las familias pudientes. Hoy los gobiernos insisten en la higiene y la privacidad como condiciones esenciales para la prevención del Covid".
Independientemente de si son propias o alquiladas, grandes o chicas, de mejor o regular calidad, en el encierro todos por igual debimos gestionar los ambientes para cumplir con las actividades cotidianas de cada miembro de la familia, léase, trabajar, descansar, hacer la tarea, gimnasia, desarrollar hobbies y emprendimientos, además de la recreación. Pero, devenida en una suerte de línea Maginot, mientras no exista vacuna y vengan virus en oleadas, el hogar seguirá siendo la barrera por excelencia contra los enemigos microscópicos. Entonces, si aceptamos que conviviremos con ellos, el esquema tradicional living cocina baño dormitorio no alcanza para asimilar costumbres que (en Occidente) llegaron para quedarse: descalzarse antes de entrar a la casa, y esterilizar hasta el fanatismo alimentos y objetos. Los japoneses ya lo sabían, de ahí el milenario Genkan, pequeño porche o vestíbulo donde dejan el zapato de calle para entrar impolutos a su morada, o al menos ponerla a salvo de las más de 400.000 bacterias adheridas a las suelas, según un estudio del microbiólogo Charles Gerba, de la Universidad de Arizona."La gente ahora desinfecta y lava tres veces más, pero no sé si eso cambiará las pautas del diseño. Al contrario, creo que lamentablemente se seguirá tratando de meter en pocos metros la mayor cantidad de funciones posibles. Lo que sí es interesante de pensar a futuro, como en los lugares de nieve donde dejan la ropa mojada para entrar en pantuflas o medias, es el hall o lobby de entrada. Casi había desaparecido de las casas. Hoy, a menos que vivas en una antigua, no existen. Y en muchas no hay lugar para generarlos. Mi teoría es que no cambiará el programa, pero seguramente vamos a necesitar un filtro entre el exterior y el interior. Eso va a renacer una vez que termine la pesadilla" sostiene Nougués.
La casa sana
A propósito de las charlas Tendiez sobre el hábitat del futuro, Ramiro Zubeldia, del estudio homónimo, con larga trayectoria en arquitectura residencial, decidió preguntarle a sus clientes cómo funcionaron las reformas que había proyectado antes de la crisis sanitaria, cuáles debilidades y fortalezas presentaron durante el aislamiento y cómo se acomodaron a ellas. Las repuestas, junto a la propia experiencia, sugieren la necesidad de contar con un sector indefinido en el programa, posible de ser colonizado por los habitantes según las circunstancias, al estilo de lo que planeaba la teoría del "espacio plus" del estudio francés Lacaton&Vassal, explica. "Con las respuestas armé un mini ranking de aquello que los clientes más apreciaron en la cuarentena. Ejemplo la luz natural, la relación visual con el exterior y el lugar al aire libre con verde, pero un punto importante fue ese espacio sin definición de uso, que no tenga un diseño cerrado, sino que funcione de diferentes maneras" sostiene.
La flexibilidad será el nuevo mantra
Lo ideal, dicen los expertos, serán los ambientes fáciles de mutar, sea mediante el equipamiento o bien desde el diseño. Para Zubeldia una posibilidad es el modelo de Casa Abierta, un movimiento que promovía una arquitectura capaz de evolucionar en paralelo a los cambios en los modos de vivir y trabajar, adaptada a los ocupantes en vez de obligarlos a ajustarse a una planificación previa, rígida e inamovible. "Básicamente posibilita diversas reconfiguraciones a lo largo de su vida útil. En parte toma el concepto de los Open Building de la década de 1960, cuando los arquitectos debían encargarse del diseño del soporte (un configurante que trabaja como estructura y contiene las instalaciones) y los habitantes definían el programa interno. La distribución interior se puede cambiar sin entrar en grandes obras. En definitiva, toda vivienda que se proyecte dejando posibilidades de transformación por parte del habitante, es una Casa Abierta".
Sostenible, resiliente, colaborativa, pasiva, inclusiva....son algunas de las palabras que prometen una arquitectura menos comercial y más centrada en las personas. Ese objetivo hipocrático persigue el proyecto en el que trabaja Knudsen actualmente, junto con médicos, biólogos y otros arquitectos, para demostrar como la construcción impacta en la salud. "Empezó como una búsqueda de diseño de casas para prevenir la malaria, pero se extendió a otras enfermedades, incluyendo respiratorias" resume a la BBC. En los próximos meses probarán el ensayo en Tanzania, donde unos 1500 niños vivirán en un nuevo modelo de casa durante tres años. La intención es demostrar que serán más sanos que los que viven hoy en las ya construidas. "Tenemos mucha evidencia de otros lugares que parece indicar que las viviendas son un factor realmente importante en la salud de los residentes, incluso si incluyes factores socioeconómicos". Nada menos.
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