Noticias de lo nuevo
Nunca como hoy hemos vivido literalmente al día, más bien, al segundo. Sin embargo, crece de manera veloz y alarmante la separación entre lo nuevo y lo viejo
La actualidad nos persigue hasta nuestros rincones más íntimos mediante sucesos y dichos cuyo valor reside, precisamente, en ser novedosos, en ser noticia. Conocemos al instante lo que acontece en cada rincón del planeta y, aunque nos propongamos evitar la ola de actualidad que amenaza ahogarnos, los medios de comunicación se yerguen ante nosotros imponiéndonos de lo que sucede aquí y allá, sobre todo, de lo que está ocurriendo ahora. Nunca como hoy hemos vivido literalmente al día, más bien, al segundo. Sin embargo, crece de manera veloz y alarmante la separación entre la actualidad y su comprensión, entre lo nuevo y lo viejo, como lo hizo notar hace poco el climatólogo de la NASA Gavin Schmidt, interrogado acerca de los temas que le preocupaban. Señaló, con acierto, que las sociedades actuales se caracterizan por la extrema complejidad de los problemas que enfrentan. De allí que estos sólo puedan ser analizados si se comprende el contexto histórico y político en el que se originaron, así como las creencias, los valores y los intereses que determinaron su génesis. Lo que se requiere para desentrañarlos e intentar resolverlos no son sólo las noticias de lo nuevo, sino que es necesario contar con un fundamento de conocimientos y saberes que no acompañan a esos mensajes fugaces que construyen nuestra cambiante realidad cotidiana.
Tal vez esa carencia de conocimientos sea la que explique la superficialidad del debate que caracteriza a la sociedad actual. Más bien, se trata de una ausencia de intercambio de pareceres, ya que al considerarnos muy informados emitimos juicios definitivos aun careciendo de toda comprensión acerca de los determinantes más profundos de las cuestiones sobre las que opinamos. Reaccionamos de manera emocional y primaria a las noticias, y casi siempre lo hacemos por afinidad con las personas que se expresan sobre ellas de una u otra manera, en lugar de formarnos una opinión al cabo de una reflexión personal.
Es aquí donde aparece la educación como dadora de sentido a la incesante y confusa novedad que nos agobia. Sólo a través del ejercicio reposado del estudio, el análisis y la reflexión acerca de la realidad lograremos construir ese juicio propio que contribuya a resolver las cuestiones complejas. Desestimar a la educación porque se ocupa de lo viejo es contribuir a aumentar esa separación entre las noticias y la comprensión de lo que significan.
A menudo el arte trata de escapar al imperativo de actualidad regresando a cuestiones que ayudan a la comprensión. En particular en la literatura, se advierte un propósito de distanciarse del vértigo cotidiano, hasta de no ser moderna. La popularidad de los temas históricos, en ensayos o ficciones, tal vez refleje esa necesidad de ampliar la visión que muchos sienten y que requiere alejarse de lo presente. Lo ha expresado el poeta y ensayista mexicano José María Espinasa: "No hay nada más inactual que la actualidad, ni nada más afirmativamente presente que aquello que no parece depender de una circunstancia".
Debemos familiarizar a nuestros niños y jóvenes con la posibilidad de escapar al vértigo de la noticia frecuentando un pensamiento complejo caracterizado por una densidad que los medios de comunicación no permiten debido a su propia naturaleza. De no hacerlo los dejaremos a merced de la pura actualidad, cuyo significado no comprenderán y sobre la que no podrán elaborar ninguna opinión valiosa, ni menos aún modificarla al carecer de los elementos como para hacerlo.
En oportunidad de sugerir que estamos hoy muy informados pero poco pensados, recurrí a Julián Marías, que señaló que nos vamos convirtiendo en "primitivos llenos de noticias". Ese será nuestro destino si continúa disminuyendo nuestra capacidad de enfrentar con racionalidad las complejidades del mundo actual y nos limitamos a reaccionar de manera emocional a las noticias que nos dispara a cada instante la realidad cotidiana.