1 - LA SORPRESA
Si hoy suena el teléfono de línea, es una publicidad del gobierno o, en el mejor de los casos, la abuela o el abuelo. En el peor, el anuncio de una tragedia. Suenan los teléfonos en habitaciones vacías y un ring equivale a un susto. Antes no, la campanilla era deseada, a ver quién es, la chica o el chico que nos gusta podía llamar, o alguien desde el extranjero para saludarnos o alguna amistad para charlar horas y horas enroscando el dedo en el cable enrulado, pegados a una pared, quietos, hablando.
2. EL PROTOCOLO
Si alguien llama al celular sin aviso, vale una ofensa. Y, si lo hace desde un número que dice "privado" o no está agendado, peor. Es invasivo. Se entromete. El protocolo actual dicta que hay que avisar, con mensaje previo: "¿Te puedo llamar?". Antes no, no había mensajerías como WhatsApp y hasta hubo un tiempo en que ni siquiera existían los SMS. Recibir uno era raro, y lo más cómodo era que te llamen. Si no había tiempo de esperar a que vieras un mail, la vía lógica era al celu, así, de una.
3 - LA INFORMACIÓN
Cada cual se ocupa, aunque siempre sea exagerado, de contar en sus redes sociales por dónde está, qué lee, qué come, si tiene o no pareja. Antes no. Si querías saber algo de otra persona tenías que ser valiente y preguntarle a alguien en común. Y si querías hablarle, en vez de chatearle por Instagram había que pedir su número. Y llamar, así, al de línea: "Hola, soy tal, me dio tu teléfono x". Y sacar intereses de la galera y confiar en el destino. O inventar una (muy) buena excusa.
4 - LA ESPERA
Si alguien tarda un segundo en contestar un mensaje, ya puede ser motivo de ofensa. El WhatsApp dice si estás online y la última hora de conexión. Hay programas que permiten saber si el destinatario leyó un mail, y cuántas veces. O se puede ver, más fácil, si en vez de respondernos está posteando cosas. Antes no. Si le decías a alguien "te llamo" había que esperar el llamado, sin saber qué hacía el otro en medio. En el caso de romances, el protocolo daba un máximo de cuatro días, después ya se sabía que no, que esa llamada no iba a suceder. Y claro, era mucho más fácil gosthear.
5 - EL CONTESTADOR
Salvo que sea un consultorio médico que avisa horario de atención, nadie tiene contestador automático en su número de línea, porque todo el mundo usa celular, o mail, o mil otras vías de comunicación. Y el contestador del celular, bueno, es un mito viviente. Si alguien deja un mensaje debe saber que nunca será oído. Para eso están los mensajes, escritos, por mil otras vías. Antes no, el contestador automático era la alegría de llegar a casa y ver si titilaba en rojo, y cuántos había. Oírlos mientras se iba desarmando la mochila o tomando algo. Y ni hablar del género contestador automático: estaban los formales ("deje su mensaje"), los creativos (había hasta cantados o hechos por famosos) y hasta los de humor negro. Recuerdo uno: "Si usted es un adolescente y dejará un mensaje, por favor, module".
6 - LA VÍA PÚBLICA
Hoy quedan algunos locutorios, que son una especie casi en extinción que sobreviven porque alquilan tiempo en computadoras. Y la gente por la calle camina mirando su celular. Es imposible no tener de dónde hacer un llamado. Está repleto de opciones. Antes no, si estabas en la calle y necesitabas comunicarte con alguien, había que encontrar un teléfono público. Al final funcionaban con monedas (otra especie casi en extinción), pero antes de eso, había tarjetas y, aun antes de eso, cospeles. Eran dorados, con dos ranuras, muy bonitos.
7 - ESTRATEGIAS
Ahora mandás un WhatsApp, y podés reforzar con un mail o viceversa. Incluso escribir un chat. Antes, podías llamar a alguien por horas y daba ocupado. Tututututu era el sonido. Y no había caso. Había que seguir intentando, como las Bandana, hasta que comunicara. Otras veces, las líneas de teléfono colapsaban y simplemente andaban mal, no lograbas que diera nada más que tono. Durante un tiempo en los 80 hubo un secreto a voces, que era marcar 200 antes del número. Y magia, comunicaba. Pero si daba ocupado no.
8 - LEVANTE
Tinder, Happn y otras mil redes de levante ya tradicionales, además de aprovechar los DM de Twitter, o los mensajes privados de Instagram o Facebook para conseguir una cita. Es la norma actual. Antes, había –entre otras formas analógicas de ir a un bar, y hablar– unos bares donde las mesas tenían teléfonos, con un número visible. Cada grupo de amigas o amigos se sentaba a tomar algo y de pronto ring, sonaba. O podías llamar. Y que te mando una cerveza, y que juntemos las mesas, y bueno, la tecnología digital no ha inventado nada nuevo.
LA NACIONMás leídas de Lifestyle
"Como un animal". Vivió en una cueva y logró un descubrimiento importante sobre nuestra relación con el tiempo
El trágico final de Elsa Serrano. Vistió al poder, hizo trajes inolvidables, quebró en 2001 y murió en un incendio
Dieta. No mojes las papas fritas en el ketchup o mayonesa: terminarás consumiendo casi el doble de calorías