Origen
Los inventó la Compañía Topps, de Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos, en 1947. Aunque son símbolo absoluto de infancia, su nombre es en honor al arma que se popularizó durante la Segunda Guerra Mundial, que había terminado dos años antes. Su peculiaridad: la goma de mascar es muy rosa, definitivamente dulce y superduradera. Venían de a uno y cada chicle estaba envuelto por un minicómic que fue, para muchas generaciones, su primer acceso a la lectura.
Pioneros
La Argentina fue uno de los primeros países en comercializar los auténticos Bazooka, en 1957. Los encontró en un viaje a Nueva York Arnoldo Stanislavsky, y ese fue el puntapié para que la pequeña empresa familiar de dulces creada por su padre, Alejandro, se convirtiera en el emporio de golosinas Stani.
Look
Al principio el chicle venía solo en un envoltorio de color rojo, blanco y azul. A partir de 1953, Topps cambió el empaque para incluir a Joe Bazooka, el protagonista de las pequeñas tiras cómicas que comenzaron a venir pegadas al chicle y que hicieron de esta goma de mascar un ícono mundial.
El pibe Bazooka
- ¿Quién es ese chico? Joe, en el original, en la Argentina se llamó El Pibe. Es un púber rebelde con un parche en el ojo, que tiene un grupo de amigos y juntos viven diferentes aventuras en pequeñas tiras cómicas de cuatro viñetas, que además venían con un horóscopo.
- De colección. Hay más de 1.500 tiras cómicas de Bazooka. En 2012, la empresa anunció que ya no incluiría cómics, sino que usaría envoltorios de rompecabezas, acertijos, juegos de ingenio y códigos QR para bajar aplicaciones. Y ya nada fue igual.
- Idiomas y autores. Como se adaptaban, en los 70 Rodolfo Fogwill fue el encargado de los horóscopos y, durante los 90, el historietista Niño Rodríguez se ocupó de las ilustraciones.
Estelaridad, escándalo y reinvención fallida
Después de seis décadas de marcar infancias en el mundo, en noviembre de 2012 la empresa estadounidense Topps dejó de publicar sus cómics, porque según sus estudios de mercado los niños ya no estaban interesados en el personaje. Pero antes había habido un gran problema con la versión local. Arnoldo Stanislavsky fue dueño de la licencia para fabricar el chicle en la Argentina desde 1957 con su empresa Stani y también la comercializó en Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Cuando venció su contrato en 1996, la multinacional Topps se presentó ante la Justicia de Estados Unidos para impedir que fabricaran cualquier tipo de golosina vinculada a los chicles, argumentando que la filial local tenía en su poder sus "fórmulas secretas".
El litigio duró más de diez años. Finalmente, en 2006, el juez federal Charles S. Haight Jr. falló en favor de Stani, ya en manos de la compañía británica Cadbury Schweppes. "Este caso es una historia de dos compañías, antes amigas y colaboradoras, ahora enemigas y enfrentadas con tácticas de tierra arrasada; y de la goma de mascar", escribió el juez en su sentencia.
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