A fines de 2017, un canal inglés, ITV, produjo uno de esos programas que cautivarían a cualquier platea futbolera: "La historia de las figuritas de fútbol". Como era de esperar, la edición mencionó especialmente a Panini, la empresa italiana que en 1961 comenzó a producir las figuritas del fútbol italiano y que desde 1970 acuerda con la FIFA la confección de los álbumes de cada Mundial. De aquellos ocho hermanos de Módena que construyeron la empresa, cuatro mujeres y cuatro hombres, solo quedó el apellido. En 1988, poco antes de morir, los Panini vendieron la empresa sin saber que el fútbol se encaminaba a construirse en una de las principales industrias del espectáculo, aunque las figuritas ya venían desde antes: casi que nacieron junto al fútbol.
En Argentina, todavía nadie se lanzó a realizar un documental parecido, pero sí existe un libro –bastante difícil de conseguir–, Malditas difíciles, publicado en 2004 por uno de los mayores coleccionistas del tema, Rafael Bitrán. El título, por supuesto, hace referencia a lo que entonces era un anzuelo de las empresas argentinas que hacían las figuritas, todavía en tiempos sin derechos de imágenes ni departamentos de marketing.
Quienes tenemos más de 40 años escuchamos a nuestros padres hablar de aquellas "díficiles", figuritas que se podían cambiar por 30 o hasta 50 de las "fáciles". Alguna vez, la imagen inaccesible fue la de Albert Mwanza Mukombo, defensor de Zaire del Mundial 74; otras, la de Sepp Maier, arquero de Alemania en el Mundial 78; también la de Enzo Ferrero, delantero de Boca en 1973; y hubo miles de chicos que no pudieron completar el álbum porque les faltaba la de Juan Carlos Puntorero, mediocampista de Atlanta en 1964, o la de Jorge Carrascosa, defensor de la selección argentina en 1976.
Por esas colecciones completas hoy se pide en Mercado Libre más de $40.000, pero lo curioso es que en su época no eran un fin, sino un medio para acceder a lo que hoy tiene mucho menos valor. Los chicos querían completar los álbumes para ir al kiosco y dejarlos a cambio de retirar, unos días después, una pelota de fútbol, que entonces era un objeto mucho más inaccesible que ahora.
En la Argentina, las primeras colecciones se publicaron en la década del 10 del siglo XX. Existían las llamadas figuritas "difíciles", anzuelo comercial de las empresas que las realizaban. Los coleccionistas podían cambiarlas por 30 o hasta 50 de las "fáciles".
Ya en estos tiempos modernos, de acuerdos comerciales a cambio de cientos de miles de dólares, las difíciles no existen. Sin embargo, el recuerdo de su niñez llevó en la década del 80 a Julio Velasco, luego entrenador de la selección argentina e italiana de vóley, a preguntar en una visita a la planta de Panini en Módena –donde vivía y dirigía al equipo local– por qué había figuritas más complicadas que otras. Con decoro, le respondieron que era por una incapacidad de la empresa, pero en verdad era una pregunta equivocada: Panini, que nunca tuvo difíciles, recién llegaría a Argentina a comienzos de los 90. De hecho, tal vez lo único que le faltó al Mundial 86 en nuestro país fue que se vendieran figuritas mientras Diego Maradona eludía ingleses: no solo nunca llegó el álbum oficial de la FIFA de México 86, sino que entre 1981 y 1992, no se comercializó ninguna colección del fútbol argentino por una falta de acuerdo entre las empresas y el sindicato de jugadores. Se podría llamar la "década infame" de las figuritas.
Antes y después, hay una historia de más de 100 años. Las primeras colecciones se publicaron en la década del 10 del siglo XX, cuando las figuritas acompañaban la venta de paquetes de cigarrillos y de chocolates, como si fueran un extra para atraer clientes. Todavía eran épocas, por supuesto, sin televisión, pero también sin radio –el primer partido relatado fue en 1924–, en que las imágenes servían para conocerles las caras a los jugadores. Recién algunos años después comenzaron a venderse de manera independiente, con sus propios paquetes, y entonces llegarían las redonditas, las chapitas y las ilustraciones. Pocos lo saben, pero Starosta era la principal marca de figuritas en los años 40 y 50, y uno de los temas de Luis Alberto Spinetta en Artaud es, justamente, "A Starosta, el idiota".
En Argentina, está lleno de coleccionistas, como el rosarino Julio Rayón, que guarda decenas de álbumes de todas las épocas, pero en el mundo no hay nadie como Gianni Bellini, un italiano que en su casa a 30 kilómetros de Módena tiene dos millones de figuritas, algunas tan raras como las del torneo oficial de Papúa Nueva Guinea del año pasado. Bellini gasta entre €3.000 y €5.000 por año en aumentar su colección, aunque sabe que, en caso de algún contratiempo económico, tendrá la salvación a mano: hay cajas –y tiene decenas de ellas– que podría vender por €20.000. Solo el álbum de México 70 cotiza entre €8.000 y €10.000. Cuando le preguntaron si salvaría primero a su familia o su colección, Bellini respondió: "Los míos tienen piernas para salir corriendo, las figuritas no".