La injusticia, la inestabilidad y la inseguridad los empujaron a buscar una nueva vida. Dejaron todo y se animaron a crear su propio futuro.
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Necesitaban un cambio urgente, creían que no iban a soportar vivir más tiempo en Argentina. Siempre se habían sentido sapos de otro pozo en su propio país y ansiaban algo nuevo para sus vidas. Se habían conocido allá por 2015 a través de Facebook. Fue un flechazo inmediato para ambos: el mismo día que empezaron a hablar acordaron y concretaron una cita. Y desde ese día no se separaron nunca más. Se casaron a los dos meses y pronto comenzaron a proyectar su futuro juntos.
“Cuando nos conocimos, los dos dejamos en claro que queríamos lo mismo: irnos del país. Cada uno por su lado había vivido diferentes situaciones que nos llevaron a querer un cambio de aire. Yo soy ciudadana italiana desde mis 16 años ya que mi madre es de Abruzzo -una región italiana al este de Roma- y vino desde Italia con mis nonos después de la guerra. Mi marido es ciudadano por su padre que era nieto de genoveses. La situación en Argentina siempre había sido caótica, pero en los últimos años, para nosotros se volvió insufrible, no por algo económico, sino por la injusticia de Argentina, su inestabilidad constante y su inseguridad”, relata Cecilia Franco (36).
Un mapa, ¿todas las opciones?
La primera opción que consideraron para comenzar de nuevo fue Dinamarca. Pero el idioma significaba una barrera que, todavía, no estaban dispuestos a sortear. Luego pensaron en España, el Reino Unido y Alemania. “Hasta que finalmente nos decidimos por Italia ya que es nuestra tierra, la tierra de nuestros nonos y entendimos que, como primera parada, estaría bien. Ambos contábamos con la ciudadanía italiana. Y eso sumaba mucho. Definitivamente queríamos dejar nuestro pasado en Argentina atrás”.
El principio de su futuro ocurrió en 2018. Una noche, mientras lavaban los platos y se ocupaban de sus hijos, Cecilia y Jerónimo decidieron que estaban listos para vender todo, cobrar las deudas pendientes y cerrar un capítulo de sus vidas. “Lo hicimos sobre todo por nuestros hijos. Al momento de irnos teníamos un hijo de nueve años (de mi matrimonio anterior) y una hija de año y medio. En el medio del proceso de emigración tuve a mi tercer hijo, y al momento de viajar estaba embarazada del cuarto, todos seguidos. Decidimos básicamente dejar Argentina para poder vivir en lugar de solo sobrevivir, la vida es más que solo aguantar”.
Desde los afectos, Cecilia dejó a su madre y a su hermano en el país. “Quisimos convencerlos de venir con nosotros pero no hubo caso. Mi madre es una italiana difícil y está muy arraigada en su casa, donde también vive mi hermano, que es discapacitado y está a bajo su cuidado. Tengo contacto con ellos seguido por lo que no nos fue problema. Con respecto de mi marido, es más desapegado y se quería ir hace mucho, por lo que la verdad es que el cambio no nos costó tanto. Lo más importante que dejamos en Argentina fue esa mochila llena de miedos, preocupación, inseguridad, temor de salir sola a la calle, miedo por nuestros hijos y tantas cosas más”.
Sin nada que perder, llegaron a Italia con sus valijas, ahorros y la idea de iniciar varios proyectos. “Por suerte hay muchas facilidades para eso, emprender es fácil, ser trabajador autónomo no es algo imposible. De hecho, aquí nada es imposible, así que de alguna forma nos tiramos a la pileta sabiendo que estaba llena, con la seguridad de que podríamos hacer lo que quisiéramos, y eso estamos haciendo, con mil proyectos en curso y otros tantos por iniciar”.
Un sueño posible
El matrimonio trabaja en el área de redes, marketing online y fotografía. Vende fotos a bancos de imágenes. Además, Jerónimo realiza traducciones de inglés de todo tipo, desde documentos hasta subtitulado en plataformas digitales, y a su vez están iniciando varios proyectos en YouTube. Cecilia tiene una amplia formación que le permite adaptarse a nuevas posibilidades constantemente. Es modelo profesional, maquilladora y emprendedora. Además, tiene un título en Economía y Gestión de Empresas.
“Con los chicos nos arreglamos bien. Al trabajar por nuestra cuenta, tenemos la oficina en casa y eso nos permite ser padres a tiempo completo. Es cierto que a veces resulta un poco agotador pero es algo hermoso. Ya desde Argentina nuestro hijos hacían homeschooling. A pesar de ser excelente, la educación convencional en Italia, nunca nos terminó de cerrar por lo que tomamos la decisión de educarlos de otra manera. Mi marido se encarga de muchas cosas y yo de tantas otras, dividimos tareas, por supuesto que a veces es algo difícil porque son chicos y todos seguidos. Pero sabemos que vale la alegría y que nuestros hijos van a poder decir que sus padres siempre estuvieron acompañándolos”.
Los días en familia son parecidos, aunque también distintos. Hacen actividades con los chicos, almuerzan en familia, Cecilia y Jerónimo trabajan en la computadora generando contenido o salen con el dron para tomar imágenes. “Hoy tristemente mucho no puede hacerse con el Covid, muchas actividades no están permitidas, pero salimos de paseo con los chicos y nuestro perro Bowie. Cuando volvemos a casa, después del baño y la cena, mi marido duerme a los chicos mientras yo intento dejar la casa lista para otro día”.
Viven en Val Seriana, en los Alpes Bergamascos, a las afueras de Bérgamo, a 80 km al noreste de Milano rodeados de montañas, bosques, lagos, ríos y nieve en invierno, un lugar mágico. “Sentimos que estamos en casa, las cosas aquí funcionan como debe ser, la vida es más simple y práctica. Todo está hecho y preparado para hacerte la vida más fácil. La paz y tranquilidad que tenemos acá es invaluable. Al principio nos pasaba de no caer que estábamos acá, de ir abrazando la cartera o la mochila, de caminar con miedo... Una mala costumbre que por suerte con el tiempo nos dejó de pasar. Aún hoy nos pasa de pensar ¿estamos acá en serio? Sentimos muchas veces que es un sueño y nos vamos a despertar pronto”.
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