El primer día de 1962 la banda más popular de todos los tiempos realizó su primera prueba en el mundo de la industria discográfica, pero para los productores Mike Smith y Dick Rowe la banda no estaba a la altura de sus pretensiones
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En la mañana del 31 de diciembre de 1961 Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Pete Best cargaron sus equipos arriba de una camioneta Commer en la que apenas entraban. Sobre Liverpool caía una tormenta de nieve. Pero contra todo pronóstico, los Beatles -que hasta ese entonces eran unos totales desconocidos- se adentraron en la ruta rumbo a Londres con un claro objetivo: ingresar por la puerta grande de la industria discográfica grabando para Decca Records. Pero el destino tenía otros planes para ellos...
Más allá de las inclemencias climáticas, tardaron 10 horas en recorrer los 350 kilómetros que los separaba de la capital británica ya que, en el medio del trayecto, el conductor, Neil Aspinal, un viejo compañero de la escuela que a veces oficiaba de plomo y tour manager, se confundió de camino. ”Por suerte llegamos justo a tiempo para ver a los borrachos saltando en la fuente de Trafalgar Square en los festejos de Año Nuevo”, recordaría Lennon, años más tarde. Por su parte, su flamante manager, Brian Epstein, se les adelantó y viajó en tren por su cuenta. El histórico representante de la banda se había obsesionado con la idea de insertarlos dentro del circuito de grupos de música popular de Inglaterra y para ello necesitaba un contrato con algún sello discográfico.
Epstein aseguraba que “algún día, los Beatles serían más grandes que Elvis Presley”, pero vale aclarar que hasta ese entonces, los cuatro de Liverpool sólo habían salido de su ciudad natal para tocar en Hamburgo, Alemania, donde mantenían una residencia.
El “maldito” Michael Robert Smith
Días antes del histórico viaje de Los Beatles a Londres, Michael Robert Smith había sido enviado a Liverpool a buscar nuevos talentos. Su jefe en Decca Records, Richard Paul “Dick” Rowe, el gran perdedor de toda esta historia, quería explorar fuera de la capital Británica, que en ese entonces se creía que era el epicentro de la música contemporánea.
Al ver tocar a los Beatles en el mítico “The Cavern”, Smith quedó impresionado y se contactó con Epstein para darles la oportunidad de audicionar en los estudios de Decca ubicados en West Hampstead, Londres. La cita sería dos semanas después, el lunes 1 de enero a media mañana, en una prueba que harían junto al quinteto Brian Poole And The Tremeloes. Las dos bandas se disputarían un único contrato.
Michael Smith tenía 27 años y había vivido toda su vida en Londres. Sus conocimientos musicales eran básicos. Luego de realizar el servicio militar obligatorio tuvo un breve paso trabajando como periodista para la BBC hasta que desembarcó en Decca para hacer carrera en un área relativamente nueva y que estaba dando sus frutos: la de artistas y repertorio (A&R) de música pop del sello que, hasta este momento, alardeaba tener en sus palmarés a monstruos de la talla de Elvis Presley, y Louis Armstrong.
Un “NO” rotundo
En la mañana de Año Nuevo, Mike Smith se levantó con resaca y un leve resfrío, producto de los festejos de la noche anterior. Seguramente también lo acompañaba el mal humor. ¿A quién se le podía ocurrir pactar una sesión de estudio aquel día?
Para variar, arribó a Decca una hora más tarde de lo pactado, con la corbata desalineada y lagañas en los ojos. Para ese momento los “liberpulianos” ya habían enchufado sus amplificadores. Pero el audio sonaba tan mal que les ordenó que se conectaran con el equipamiento del mismo estudio.
Por más que lo intentaron, aquella mañana los Beatles no lucieron. Quizás por nervios, o por el extenuante viaje del día anterior. Si bien tocaron durante una hora un repertorio de temas seleccionados minuciosamente por Brian Epstein, no llegaron a alcanzar lo que buscaban. Fueron quince canciones en total, un tanto variadas. En su mayoría covers como Crying, Waiting, Hoping de Buddy Holly, Memphis, Tennessee de Chuck Berry o Bésame mucho de Consuelo Velázquez.
El gran error fue, quizás, que tan solo tres de las canciones que tocaron aquel día fueran de la autoría de la banda, lo cual no pudo demostrar la capacidad compositiva del dúo Lennon-McCartney. Aun así, el maleducado (ahora sí lo podemos llamar de esta manera) míster Smith se retiró en el medio de la grabación con la excusa de que debía ver a la otra banda que audicionaba aquel día.
La sesión quedó grabada en una sola toma. Imposible imaginar, en aquel entonces, que 50 años más tarde esa cinta sería vendida a un coleccionista japonés por 35 mil libras. Algunos de esos temas finalmente llegaron al público en la compilación Anthology (el resto se dieron a conocer mucho más tarde, a través de Youtube). Lo concreto es que en la fallida audición, los productores de Decca Records no lograron captar la esencia con la que los habían descubierto, semanas atrás, en Liverpool.
Días después, Smith se comunicó con Epstein para comunicarle la decisión de la compañía: rechazar a The Beatles y fichar a The Tremeloes. La excusa quedaría en la historia como el máximo error de la industria discográfica: “las guitarras eléctricas se encontraban en decadencia y las bandas como The Beatles no tenían futuro en el mundo del espectáculo”, les dijo.
Tras la consagración mundial de The Beatles, todos corrieron a Decca para conocer la versión oficial de la hisotria. “Le dije a Mike que tendríamos que decidir entre las dos bandas y él me respondió: ‘ambos son muy buenos pero unos son locales y los otros vienen de Liverpool’. Decidimos que era mejor tomar el grupo local ya que podríamos trabajar más fácilmente por cercanía”, reveló Dick Rowe.
Decca y The Tremeloes, un amor que duró poco
Irónicamente el primer gran éxito de The Tremeloes en Decca fue un cover de “Twist and Shout” (cuya versión original era “Shake It Up, Baby”, de Phil Medley y Bert Russell) que los Beatles también reversionaron ese mismo año.
En 1966, tras la salida de Brian Poole, voz y líder de la banda, el grupo continuó tocando bajo la tutela del baterista original Dave Munden y encaró algunas giras mundiales. Una de ellas incluyó la Argentina, en la que hicieron una invalorable contribución al rock nacional: prestaron sus equipos para que Almendra, la banda liderada por el jovencísimo Luis Alberto Spinetta, grabase su primer single.
Si bien los Tremeloes duraron tan solo un puñado de años en Decca, el tiempo le daría a este quinteto su lugar en el Salón de la Fama: grabaron decenas de discos y siguieron tocando, con distintas formaciones, durante las siguientes cinco décadas.
El tiempo, siempre generoso, le dio una segunda chance sería a Mike Smith y compañía: años después de aquella bochornosa decisión, los productores de Decca tuvieron la oportunidad de fichar a una banda emergente llamada The Rolling Stones. Curiosamente, llegaron a Jagger recomendados por el mismo George Harrison... De esta manera, la discográfica lograría recuperar las millones de libras que se perdieron luego de la audición de aquel año nuevo.
Finalmente, en alguna conferencia, Smith admitió su pecado mortal y aceptó haberse comportado como un centralista, sin darse cuenta que Liverpool había desarrollado una escena musical que los foráneos no entendían. De todos modos siempre alardeó con que si no fuese por su negativa, The Beatles no hubiesen llegado a ser lo que son hoy en día.
Del “no tienen futuro” a cambiar la historia en Abbey Road
Y quizás, en esto, el Señor Smith no estaba tan equivocado. ¿Argentina hubiese sido Campeón del Mundo si Lionel Messi hubiese hecho carrera en Newell ‘s? No hay manera de responder estas preguntas. En el caso de The Beatles, fue el mismo Brian Epstein quien, luego de este episodio, se ocuparía de catapultar la carrera del banda que, para junio de ese mismo año, tuviese una segunda oportunidad luego de aquel espantoso rechazo.
Poco tiempo después de la negativa de Smith , Epstein volvió a Decca. Y jugó fuerte: les propuso que editasen tres mil copias de aquella sesión de 1 de enero, les dijo que él mismo las compraría para su distribución... Pero no logró convencerlos: la decisión estaba tomada y no habría marcha atrás.
Epstein no se quedó de brazos cruzados y fue por más. Golpeó las puertas de todos los sellos londinenses, siempre con las grabaciones de la banda en el portafolio. Hasta que finalmente el gerente de la cadena de discos HMV, ubicada en la calle Oxford, le dio la idea de mejorar la calidad de las cintas. Al llevar las pistas al estudio, el ingeniero de turno le recomendó que se las mostrase a Syd Coleman, quien le sugirió que hablara con el sello Parlophone, una subsidiaria de EMI, dirigida por por el productor George Martin.
Tras escuchar las pistas, Martin quedó lo suficientemente interesado para ofrecerle a los Beatles una audición en el mítico Abbey Road donde a mediados de 1962, finalmente grabarían su primer disco, un hecho que, luego de la salida de Pete Best y el ingreso de Ringo Starr como baterista, cambiarían no solo el destino de la banda sino también el futuro de la música y la cultura popular para siempre.
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