No tiene ombligo, sufrió bullying y ahora lo muestra orgullosa: “No lo cambiaría”
Nació con un onfalocele, un defecto congénito que ocurre en uno de cada 4200 partos; lucha para que otras personas con la misma condición sean aceptadas
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A raíz de una rara malformación genética, Jess Kaufman no tiene ombligo. Y tras haber sufrido bullying durante muchos años, hoy impulsa a muchas personas a perder el miedo de mostrar su cuerpo tal y como es.
Entre las distintas crueldades que sufrió, debió soportar que la llamaran de diferentes maneras agraviantes. Pero afortunadamente, Kaufman (30) se sobrepuso a los años de maltratos y logró revertir ese sufrimiento.
La mujer nació con un onfalocele, un defecto congénito que ocurre una vez en 4200 partos. Por esta patología algunos órganos no se desarrollan dentro de la pared abdominal y el bebé debe ser operado. “Comencé a notar que era diferente realmente temprano y los niños eran malos. Me preguntaban por qué no tenía ombligo y me llamaban extraterrestre o decían que les daba asco. Estaba muy pendiente de ello, así que me cubría la panza y solo usaba trajes de baño enterizos”, enumeró en declaraciones a la prensa.
Como publica Lad Bible, Kaufman fue dada en adopción y se desconocen cuáles pueden haber sido las complicaciones que su madre biológica experimentó durante el embarazo. Sin embargo, con la ayuda de su familia adoptiva logró forjar una personalidad fuerte y con la autoestima necesaria para llevar una vida como cualquier otra persona.
“La gente solía decirme que podría operarme cuando fuera mayor, lo que me hacía pensar que si mi cuerpo no era perfecto, tendría que ‘arreglarlo’. Pero a medida que crecí y comencé un proceso de aceptación y me di cuenta de que es parte de mi historia y de quién soy”, añade.
Y agrega: “Ahora no lo cambiaría aunque alguien me diera la oportunidad”.
La contención de su familia
A la edad de 18 años, Kaufman visitó a un médico. El profesional le explicó el ombligos se forma luego de cortar el extremo del cordón umbilical y que su abdomen era diferente. Más allá de haber destacado que debía dar gracias de haber sobrevivido a su patología congénita, la joven resaltó que su hermano cumplió un rol importante en el sobrellevar el cuadro.
Cuando era adolescente, las compañeras y los compañeros de Kaufman comenzaron a colocarse piercings en el ombligo como parte de una moda. Y eso la hacía sentirse como “sapo de otro pozo”. Pero su hermano Taylor, por entonces aprendiz de tatuador, la ayudó: le consiguió un piercing bastante superficial, similar a los que as personas se colocan en esa zona del cuerpo, y esto le permitió no sentirse tan afuera de la tendencia.
Hoy, junto a su hijo de ocho años, Kaufman agradece la vida que tiene y explica cómo el pequeño lo asimiló muchísimo más rápido de los años de sufrimiento de su propia infancia. “A él le generaba mucha curiosidad y me preguntó por qué no tenía uno. Le expliqué lo que había sucedido y se tranquilizó cuando le dije que no sentía ningún dolor”, recuerda.
Desde Kansas, Kaufman recibe y contesta las inquietudes de otras mamás y las apoya a seguir adelante. “Muchas me envían mensajes para preguntarme cómo se manifiesta en la vida adulta. Es genial conectar con otras personas que atraviesan la misma situación. Es algo que puede hacerte sentir insegura, pero si aceptás quién sos, atraerás a las personas que deben estar cerca tuyo”, concluye.
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