El periodista Rory Carson cuenta en primera persona lo que vivió desde muy joven y compartió sus conclusiones
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Un destacado psiquiatra del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS) me conoció en persona y llegó a la conclusión de que no tengo TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Sin embargo, tres clínicas privadas me habían dicho que sí lo tengo y me habían ofrecido una potente medicación.
“Encajas muy bien en los criterios del TDAH. Tendrás por escrito que, oficialmente, has sido diagnosticado. No tiene fecha de caducidad. Te han diagnosticado de por vida”, asegura una psicóloga a través de la pantalla del ordenador mientras me siento a la mesa de mi cocina.
Estoy trabajando de incógnito -usando mi segundo nombre, James- para investigar a las clínicas privadas que puedan ofrecer evaluaciones de TDAH, en un momento en que los tiempos de espera en el Servicio Nacional de Salud han aumentado en algunas zonas a más de cinco años.
La evaluación, a través de Zoom, en una clínica llamada Harley Psychiatrists, cuesta 685 libras ($855) y dura 45 minutos. Mientras la psicóloga me hace preguntas rápidas, parece estar en un sofá vestida con una camiseta. “¿Tenía problemas de concentración en el colegio?”, me pregunta.
Intento responder lo mejor que puedo, pero la pantalla se tambalea mientras ella se esfuerza por ponerse cómoda. Todo el tiempo juega con su pelo y tengo la sensación de que no se concentra del todo.
Al final, me diagnostica TDAH, un trastorno del neurodesarrollo que dura toda la vida, cuyos síntomas se dividen en dos categorías: falta de atención, hiperactividad e impulsividad. Atónito, lo único que le puedo decir a mi asesora es: “Tengo mucho que asimilar”.
Efectos de un trauma
Las cosas fueron muy distintas cuando conocí al Dr. Mike Smith, psiquiatra que dirige un departamento especializado en TDAH para adultos en NHS. Le hablé de mi investigación y me dijo que a él también le preocupaba el funcionamiento de algunos proveedores privados. Aceptó mostrarme cómo debía realizarse una evaluación.
Antes de la cita en su clínica de Leeds, nos enviaron a mi madre, a mi novia y a mí unos formularios para rellenar, en los que se recogía información sobre mis hábitos, desde mi infancia hasta ahora. Tardamos horas en rellenarlos. El Dr. Smith se interesó incluso por leer mis informes escolares.
“Esto se va a poner muy personal. ¿Le parece bien?”, me advirtió cuando llegué a su consulta. La verdad es que no estaba preparado para lo que siguió. Tenía la impresión de que iba a pasarme las dos horas siguientes respondiendo a preguntas sobre mi falta de concentración, pero el Dr. Smith quería hacerse una idea completa de mi salud mental. Le conté algunos de mis momentos más difíciles.
Cuando tenía 14 años, fui testigo de las consecuencias de que un coche atropellara a mis hermanas. Ailis sobrevivió, Claire, que tenía 11 años, murió. Casi 17 años después, mi padre falleció de manera inesperada. Yo era una persona diferente después de aquellos acontecimientos. La razón por la que comparto esto es porque me dijeron que el efecto de ese trauma a veces puede manifestarse en síntomas similares al TDAH.
Un amigo mío, al que le habían diagnosticado la enfermedad, me sugirió una vez que yo también podría tenerla. Algunos de los síntomas reconocidos del TDAH me resultaban incómodamente familiares: se me olvidan las cosas, estoy inquieto, a veces me desconecto en reuniones largas.
Mis redes sociales se habían llenado de videos sobre el TDAH y me sentía identificado con ellos. Pero, en general, dudaba de que tuvieran algo que ver conmigo. Ninguna de estas cosas parecía afectar realmente a mi vida.
El Dr. Smith se tomó el tiempo necesario para analizar estos momentos que alteran la vida y las dificultades que han causado. Dice que cuando se consideran los síntomas que describe un paciente -como la dificultad para concentrarse- es importante diferenciar entre el TDAH de otras cosas que pueden explicarlos, como los efectos de un trauma.
Antes de diagnosticar a alguien con TDAH, también es vital determinar si los síntomas tienen un impacto grave en su vida. “No veo indicios de que tengas ningún problema grave de concentración, hiperactividad, nivel de actividad o impulsividad”, me dijo Smith después de más de tres agotadoras horas. “Usted no tiene TDAH”.
Esta larga y profunda inmersión en mi vida y personalidad contrasta con la consulta que recibí en Harley Psychiatrists, durante la cual no hubo ningún interrogatorio sobre la prevalencia o gravedad de mis síntomas. Tampoco me hicieron preguntas de seguimiento.
Es cierto que me sentí aliviado de no tener que volver a repasar ninguna de las experiencias traumáticas de mi vida, pero tuve la sensación de que el psicólogo había pasado por alto algunos antecedentes cruciales.
El Instituto Nacional para la Excelencia Sanitaria y Asistencial de Reino Unido (NICE, por sus siglás en inglés) establece cómo debe diagnosticarse el TDAH. Para alcanzar el umbral, el paciente debe presentar un patrón persistente de síntomas de falta de atención y/o hiperactividad-impulsividad, que suelen incluir:
Distraerse, olvidarse de las cosas, perder objetos importantes y tener problemas para escuchar y mantener la atención. Le cuesta empezar, organizar y terminar tareas, y a menudo comete errores. Ser inquieto, intranquilo y estar siempre de un lado para otro. Hablar en voz alta y excesivamente, interrumpir a los demás y adelantarse en las conversaciones. El Dr. Smith -el consultor del Servicio Nacional de Salud- me dijo que no había alcanzado el umbral clínico para ninguno de los 18 síntomas asociados al TDAH.
En comparación, el psicólogo que me evaluó para Harley Psychiatrists me aseguró que había alcanzado el umbral para 15 de los 18 síntomas del TDAH. Una semana más tarde, discutí los planes de tratamiento con un psiquiatra que trabajaba para la empresa.
La sesión duró menos de 10 minutos y me recetaron un estimulante utilizado para tratar el TDAH. Tampoco se mencionaron otros tratamientos, como la terapia de conversación.
La medicación interactúa con las sustancias químicas del cerebro y puede ayudar a quien padece el TDAH a concentrarse mejor, ser menos impulsivo y sentirse más tranquilo. Este potente fármaco es seguro y eficaz si se prescribe de manera correcta, pero puede tener efectos secundarios graves.
La medicación para el TDAH puede provocar insomnio, aumento del ritmo cardíaco, hipertensión arterial y, en raras ocasiones, ataques de pánico, psicosis y convulsiones. Pero, los psiquiatras de Harley Psychiatrists se limitaron a aconsejarme que desayunara bien antes de tomarla, sin hablarme de los posibles efectos secundarios graves.
Evaluación exprés
Los abogados de Harley Psychiatrists aseguraron a la BBC que los médicos también tienen en cuenta la información de los formularios de preevaluación. “El diagnóstico de TDAH... depende de las respuestas dadas por el paciente. Existen numerosos pacientes [evaluados por la clínica] a los que no se les había diagnosticado TDAH”.
“La información de que nuestro personal está diagnosticando erróneamente a adultos con TDAH es falsa”, dijeron, al igual que la sugerencia de que no se estaban realizando los controles adecuados. La clínica aceptó que “no debió haber otorgado una receta” y afirmó que ha actualizado sus procesos.
Los abogados de la psicóloga que me evaluó por primera vez aseguraron que, aunque sus pruebas habían dado resultados “indicativos de que el paciente tenía TDAH”, ese “diagnóstico lo hace formalmente un psiquiatra”.
Por su parte, los abogados del psiquiatra que me recetó los fármacos afirmaron que su cliente mantenía su diagnóstico y que “normalmente tardaría entre 30 y 45 minutos”; pero que, en este caso, “no lo consideró necesario” debido al informe de la psicóloga. Creo que me habría sentido más tranquilo si hubiera podido ver al psicólogo y al psiquiatra en persona, pero no fue posible.
“Una fábrica de diagnósticos”
Toda esta investigación comenzó cuando el programa de la BBC Panorama recibió un correo electrónico de una madre preocupada. Nos escribió para decirnos que, en su opinión, una clínica privada había diagnosticado demasiado rápido a su hija de 21 años y le había recetado fármacos potentes sin un seguimiento adecuado.
Cuando empecé a investigar sobre el tema -hablando con personal del Servicio Nacional de Salud, especialistas, académicos, antiguos pacientes y personal denunciante de clínicas privadas- escuché un mensaje común. “Si estás dispuesto a pagar por una evaluación, obtendrás un diagnóstico”.
Casey, una antigua paciente de Harley Psychiatrists con la que hablé, dijo que eligió la empresa por el nombre, su ubicación y las críticas positivas en línea. Ella estaba recibiendo tratamiento en el Servicio Nacional de Salud para la ansiedad, pero me contó que después de ver un post en Instagram sobre el TDAH se convenció de que ella también lo tenía.
Desanimada por las largas listas de espera del Servicio Nacional de Salud, pidió prestado el dinero para reservar una cita de 685 libras ($855). Su experiencia fue similar a la mía. Le diagnosticaron el trastorno en dos fases: una evaluación psicológica y una videollamada con un psiquiatra. Las citas duraron lo mismo que las mías y al final le recetaron medicación estimulante. “Era como una fábrica de diagnósticos”, recuerda.“Si no tuviera TDAH”, dice, “no me los imagino diciendo: ‘No, no lo tienes’”.
Casey afirma que sus llamadas y correos electrónicos con frecuencia fueron ignorados. Sin embargo, la clínica no tardó en ponerse en contacto con ella cuando publicó una crítica negativa en Internet y le exigieron que la retirara.
La clínica le envió un correo electrónico diciendo que su “crítica era falsa” y que el resto de la correspondencia la habían enviado a su “departamento jurídico”. Casey afirma que se sintió muy afectada por la experiencia y que, tras abandonar Harley Psychiatrists, estuvo de baja durante cuatro meses. Desde entonces, acude a otro psiquiatra y su atención ha mejorado.
Los abogados de Harley Psychiatrists afirman que nunca han solicitado la eliminación de reseñas negativas que fueran veraces, sino sólo de aquellas que, según afirman, contenían falsedades.
Diagnósticos poco fiables
Cada vez más personas acuden a clínicas privadas para que les evalúen si padecen TDAH. El programa Panorama investiga si algunas están dando diagnósticos poco fiables.
Cuando me citaron para mi segunda evaluación privada con una empresa llamada ADHD 360, ya tenía una idea de lo que me esperaba. ADHD 360 es un proveedor privado que ha obtenido varios contratos del Servicio Nacional de Salud.
El Gobierno está muy interesado en externalizar el trabajo del Servicio Nacional de Salud a empresas privadas para hacer frente a los largos tiempos de espera. Sin embargo, pacientes y antiguos empleados nos dijeron que había serias dudas sobre la forma en que ADHD 360 evaluaba a las personas.
Me costó 950 libras ($1186) ser evaluado y tratado por ADHD 360. Mi evaluación en línea -realizada por un farmacéutico- fue más larga que con los psiquiatras de Harley, duró poco más de una hora. Hubo más preguntas de seguimiento sobre algunas de las respuestas que había dado, pero no me pareció exhaustivo.
En un momento dado, mencioné que mi hermana había muerto, pero el médico, que parecía sentirse incómodo por lo que acababa de decir, pasó rápidamente a otro tema. También hubo un interludio en el que hablamos de nuestros jugadores favoritos del Leeds United.
El asesor sumó mis puntuaciones de lo que parecía ser una lista de comprobación de síntomas, confirmó que cumplía los criterios del TDAH y procedió a recetarme una dosis más alta de medicación estimulante que la recomendada por los psiquiatras de Harley.
ADHD 360 nos dijo que está regulado como proveedor del Servicio Nacional de Salud y ofrece “evaluación, diagnóstico, tratamiento y atención de alto nivel” a miles de pacientes. Sus “expertos cualificados” reciben formación en su propia academia y sus “evaluaciones cumplen las mejores prácticas aceptadas”. En esta ocasión, “lamentablemente, no se siguió la política de prescripción”, por lo que “se han revisado los procedimientos” y se mejoraron.
Mi última evaluación en línea -con ADHD Direct en Glasgow- costó 1.095 libras ($1.367) y la realizó una enfermera. Era nueva y, por tanto, estaba supervisada por otra enfermera. La evaluación fue un poco más larga -1 hora y 40 minutos- y tuve una cita de seguimiento tres semanas después para obtener los resultados.
Una vez más, me dijeron que tenía TDAH y me ofrecieron medicación estimulante, pero esta vez informé en la clínica de que era periodista antes de que me recetaran algo. Los abogados de ADHD Direct nos dijeron que se habrían hecho más comprobaciones antes de recetarme ningún fármaco y que la clínica mantenía su diagnóstico.
Una auditoría de la empresa había demostrado que 10% de los pacientes atendidos no tenía TDAH y que no había “ningún incentivo... para sobrediagnosticar”, dijeron.
Así que, a pesar de haberme sometido a una evaluación exhaustiva por parte de un psiquiatra del Servicio Nacional de Salud que concluyó que no tengo TDAH, ahora también tengo tres diagnósticos privados que dicen lo contrario. No hay duda de que muchas personas que recurren a la medicina privada tienen TDAH.
Pero, mi investigación muestra cómo algunas clínicas emiten diagnósticos poco fiables, lo que puede poner en peligro a pacientes vulnerables.
*Por Rory Carson
Información adicional de Aisling Gallagher
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