No sos lo que pensaba: los riesgos de proyectar nuestros propios deseos en los demás
En ocasiones, proyectamos algo en el otro y nos enamoramos de esa proyección que nosotros mismos realizamos
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Muchas personas proyectan ideales, expectativas, anhelos, en los demás. Le colocan “cartelitos” a la gente, lo cual se denomina “hiperidealización”. ¿Qué significa esto? Que “No sos vos, sos lo que inventa mi deseo en vos”.
En ocasiones, proyectamos algo en el otro y nos enamoramos de esa proyección que nosotros mismos realizamos. No nos enamoramos de la persona ni de cómo es en verdad, sino de lo que nosotros esculpimos en ella cual gran artesano. Idealizar la vida entera de alguien hace que ese ser humano se transforme en un ídolo.
En general, todos tendemos a idealizar aquellos rasgos que no poseemos, lo cual nos conduce a admirarlos; pero otra cuestión muy diferente es la idealización patológica que es una manera de calmar la ansiedad interna. Entonces, magnificamos las virtudes de alguien para disminuir nuestra ansiedad y sentirnos protegidos por esa persona hiperidealizada.
Ahora bien, ¿por qué proyectamos en otros nuestros propios deseos? Esto se debe a que uno considera que no cuenta con recursos propios, por eso busca al gurú de turno o a la persona maravillosa que lo va a salvar. En realidad, es un intento de disminuir la ansiedad, creyendo que hay alguien que posee todas las virtudes sin defecto alguno.
Entonces, amamos a alguien porque proyectamos en él o en ella una ilusión… hasta que un día nos encontramos con la realidad y expresamos: “Te detesto, no sos quien creí que eras”. Todos estos sentimientos de desilusión y desamor que aparecen se deben a que no éramos conscientes de la hiperidealización. Como resultado, nos sentimos engañados, frustrados, decepcionados.
Lo ideal es construir vínculos con personas reales y ver las virtudes, pero también los defectos, sin pretender cambiar al otro. Muchas parejas proyectan tanta idealización que, cuando se enfrentan con la realidad, accionan en pos de seguir “enamorados del enamoramiento”, de la ilusión. Sin embargo, nadie puede cambiar a nadie; apenas nos podemos cambiar a nosotros mismos.
Procuremos tratar a los demás como personas reales y seamos nosotros también personas reales, con virtudes y defectos, con aspectos buenos y otros a mejorar, como todo el mundo. Cuando dejamos de procurar cambiar al otro, suele suceder que el circuito relacional en el vínculo -en este caso el de la pareja- mejora enormemente. Solo cuando uno se acepta a sí mismo disfruta de la paz, la tranquilidad y la sensación de que es capaz de seguir creciendo y de proyectarse al futuro.
La autoaceptación nos permite llevarnos bien con nosotros mismos y con los demás y nos aleja de la hiperidealización que tanto daño nos puede llegar a causar, pues está basada en una fantasía.
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