En época de pandemia, nuestros jardines, balcones e incluso ventanas están siendo nuestro contacto con el mundo exterior. Las aves siempre están presentes, aunque sea una paloma, y es probable que en estos tiempos las observemos con más detalle.
El hombre por sí solo no puede sobrevivir en este planeta, necesita del equilibrio entre su flora y fauna, de ecosistemas saludables. En este momento tan especial, nuestra salud depende de nuestros afectos y de la naturaleza que nos rodea. Por eso disfrutamos tanto las permitidas salidas a caminar, a correr, a pasear por una plaza al aire libre. Todas esas necesidades me llevan a pensar en lo terrible que debe ser para un animal silvestre estar encerrado y, en el caso de un ave, incluso en una jaula espaciosa donde cada día se recibe comida y agua.
Les estaremos cortando la posibilidad de intercambio con miembros de su especie, su reproducción. Muchas hacen danzas nupciales, cortejos, marcan territorios, incluso algunas forman parejas de por vida, se acicalan las plumas juntos, se bañan, arman sus nidos –que deben ser seguros para soportar las inclemencias del tiempo y los depredadores–, la incubación de los huevos puede ser realizada por uno o los dos padres, comparten el cuidado de los pichones, un trabajo arduo que va desde la limpieza del nido hasta la alimentación y protección de la cría.
Todas estas acciones que se dan naturalmente son interrumpidas al encerrarlas. Muchas veces pienso que los cantos de las aves enjauladas son lamentos por su situación. Y para llegar ahí, en general, son capturadas con métodos crueles –como trampas, redes y hasta pegamento–, transportadas en pésimas condiciones, sufren estrés, miedo. Además, la mayoría no sobrevive: se dice que de diez aves atrapadas solo una llega a ser vendida.
Si vemos especies autóctonas a la venta en una feria o en la calle debemos denunciar. No hay que comprar y pensar en liberarlas, por dos razones: la primera, el vendedor seguirá cazando para hacer su negocio; y la segunda, es probable que ese animal no esté preparado para sobrevivir en el medio ambiente si no tiene una adaptación previa.
Hay muchas especies que sufren por tener cantos y colores hermosos, como por ejemplo el cardenal amarillo (Gubernatrix cristata), que está en extinción, el cardenal común, jilgueros, loros, cotorras, pepiteros, cabecitanegra común, y la lista sigue.
También debe tenerse en cuenta que los animales silvestres transmiten enfermedades al ser humano, que pueden ser virus, parásitos, hongos, bacterias. En el caso de las aves silvestres, una vez encerradas, pueden sufrir una zoonosis, la psitacosis, causada por un tipo de bacteria que se encuentra en los excrementos, especialmente de especies como loros y cotorras.
En estos tiempos de cuarentena, nosotros nos encerramos y dimos lugar a que distintas especies aparecieran donde antes no se veían. Por ejemplo,en el barrio de Olivos, provincia de Buenos Aires, apareció un hocó colorado (Tigrisoma lineatum). En libertad.
Por Susana Gómez, médica veterinaria, UNICEN, Tandil. Especialista en registros de fauna autóctona.
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