Con más de 50 años y tras un divorcio doloroso, se deshizo de su pasado -incluyendo una biblioteca de mil libros- para volver a empezar en Lisboa. Nada salió como lo había esperado, ni siquiera el hecho de enamorarse...
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Agosto de 2022. Mona Basile tragó con dificultad y miró su alrededor con desencanto. Lisboa no era la ciudad feliz de la que tanto había escuchado hablar antes de emigrar, ni Portugal parecía ser el país para su volver a empezar. Hacía nueve meses que había dejado la Argentina atrás, pero el tiempo no había menguado la sensación de estar rodeada de costumbres extrañas mientras su corazón latía con desgano.
Mona repasó su pasado reciente, lo cierto era que no había sido fácil llegar hasta allí, incluso con una visa y la fortuna de haber conseguido un buen empleo sin que pesaran sus más de 50 años. Aun así, la mujer sentía que aquel suelo extranjero no era para ella y decidió que era tiempo de regresar a su país natal, Argentina: “Hasta acá llegué con Portugal”, se dijo.
La vida puede cambiar en un supermercado: “Sentía que podía confiar en él”
Dos días después de comprar su pasaje de regreso, Mona fue a almorzar como siempre al restaurante de un supermercado. Una pareja de franceses pasó junto a ella riendo a carcajadas, inevitablemente, la mujer argentina sonrió ante la escena. Entonces, divisó al hombre sentado en la mesa de enfrente y descubrió que él también se había contagiado de la alegría. Cómplices del momento, la conversación surgió espontánea. Él le contó que era odontólogo, divorciado hacía quince años, con dos hijos ya grandes viviendo en el extranjero. Mona le compartió que era periodista y que en quince días volvía a la Argentina porque no lograba adaptarse al país: “Él, en broma, pero en serio, me dijo que se necesitan cuatro años para adaptarse”, cuenta Mona. “Le dije que no sabía si tenía ese tiempo, que ya no tengo 30 años, tengo más de 50″.
Conversaron por casi dos horas y en un momento él, de nombre Antonio, le recitó el Poema Didáctico, de Mendes Campos. Ya dejé de amar los desencuentros, dijo de pronto y las palabras resonaron en Mona, quien sintió que era tiempo de dejar de alentar sus propios desencuentros con ella misma, con el otro y con el mundo. Era tiempo de no quedarse más en aquellos lugares a los cuales no pertenecía.
“Intercambiamos teléfonos y más tarde me mandó el poema. Días después me invitó a cenar y fuimos a un lugar hermoso frente al mar. Creo que lo segundo que le dije es `mirá que me voy en diez días´. Quería dejarlo claro creo que más que nada para mí”, continúa Mona. “Me encantaba él, la charla, le gustaba la poesía, leer, estaba ante un hombre culto y sobre todo me parecía honesto, buena gente, sentía que podía confiar en él”.
Los siguientes días, Mona y Antonio se vieron casi a diario. Ella no quería que él la llevara al aeropuerto, pero el hombre insistió. Y así, la mujer abordó un avión rumbo a la Argentina envuelta en una sensación absolutamente inesperada.
Las razones para irse de Argentina, los motivos para volver: “Ahora que lo pienso, necesitaba quemar las naves”
¿Qué la había llevado a dejar Argentina en primer lugar? El puente aéreo, como portal hacia el pasado, sumió a Mona en un estado introspectivo, donde reconoció una vez más esa pena profunda que había sentido tras su separación, luego de trece años de un matrimonio conflictivo: “Necesitaba resetear mi vida después de un divorcio muy doloroso”, recuerda.
El primo hermano de Mona, oriundo de Brasil, había sido el portador de la llave de salida. Vivía en Portugal y le había endulzado los oídos con las maravillas del país ibérico. “Somos una familia tan chiquita, sería tan lindo que estemos todos juntos”, le decía.
Fue así que, al poco tiempo, Mona pudo imaginarse allí, en Lisboa, en aquella ciudad de ensueño, viviendo su renacer: “Me llevó seis meses tomar la decisión. En julio de 2021 comencé con los trámites para conseguir una visa laboral. A los tres meses me otorgaron la visa, y el 17 de diciembre de 2021 partí rumbo al país luso con una valija y una carry on. Se sentía tan bien tener poco equipaje…”, recuerda pensativa.
En Lisboa, su familia la había recibido con mucho cariño, la llevó a almorzar y recorrer Cascais. Ya de regreso a su nuevo hogar, quedó en soledad en su cuarto asignado. Allí, Mona rompió en llanto sin motivo aparente: “Lo descubrí poco tiempo después. Caí en la cuenta del movimiento enorme que había hecho. La mudanza de país, mi separación”.
“Antes de irme me deshice de todas mis pertenencias materiales: los muebles, ropa, maquillaje, y cosas que ni sabía que tenía. Lo más difícil fue mi biblioteca, tenía más de mil libros. Una parte pequeña la conservé en casa de un familiar y la otra la doné a mis amigos. Me llevé solo cinco. Necesitaba vaciarme de esa antigua vida, pero no imaginé que fuera tan difícil y menos que lo iba a resignificar en Portugal. Ahora que lo pienso, necesitaba quemar las naves y esa decisión es muy fuerte”.
“Haberme ido sola, sin pareja, fue otro de los temas. Me preguntaban ¿y qué pasó? Otras personas me decían: tengo a alguien para presentarte. Y lo que menos me interesaba era eso. Por momentos recordaba escenas de la película: Comer, Rezar, Amar, cuando está en Roma y todos le quieren conseguir marido. Me sentía muy rara en el nuevo país, dudaba, pensaba: este no es mi lugar. El clima tampoco colaboraba. Llegué casi en invierno, con lluvias y cielo gris todos los días. Ahí descubrí lo importante y necesario que es el sol, y todas las cosas que tenemos y no valoramos”.
Los choques culturales, un libro transformador y el trabajo: “La creatividad argentina no es muy bien recibida”
Mona no podía dejar de pensar en Antonio. De pronto, fue consciente de aquello que había experimentado y que en la vida tantas veces parece casi imposible de conquistar: tener una conexión casi mágica, que no precisa de años para construir un lazo. ¿Acaso estaba dejando pasar aquello que realmente importa en la vida?
¿Por qué no encajaba con Portugal? El idioma fue sin dudas un choque, a pesar de dominar el portugués nativo, como le llaman los ibéricos al de Brasil: “Es muy distinto, tanto en la gramática, como en las expresiones y palabras. Otra de las cosas que me llamaban la atención es que siempre parecían enojados, o estresados, con el tiempo supe entender que es su manera de comunicarse”, asegura Mona.
“Me llamó a su vez la atención que en Navidad todos los postres se hacen con huevos, y se come pescado, algo que para nosotros es rarísimo”, continúa. “El tiempo parece que transcurre más lento. Nada se hace a las corridas, la fila del supermercado, la fila del banco. Hay que esperar y todo el mundo está acostumbrado a que sea así. Nadie se queja. A veces sentía que estaba en una película en cámara lenta. Eso me llamó mucho la atención y no me gustaba hasta que me empecé a adaptar y bajé mi ritmo frenético. Hay otros tiempos para hacer cosas diferentes, como contemplar la naturaleza, algo que a mí me gusta mucho y no me daba cuenta de que no lo hacía”.
En Portugal, Mona había tenido un buen trabajo. Sabía que había sido afortunada cuando, al poco tiempo de llegar, una empresa de tecnología que la conocía por su trabajo en Latinoamérica, la contrató. Y así, continuó con su trabajo como periodista sin abandonar aquellos otros que efectuaba para otros países.
“Pero esta experiencia con la empresa lusa tuvo muchos bemoles, y principalmente se debieron a diferencias culturales. La creatividad argentina no es bien recibida, ellos son muy estructurados y cualquier cosa que se corra de lo establecido desestabiliza. Hay un orden que en Argentina no conocemos. De alguna manera, a pesar de la burocracia y la lentitud, en Argentina las cosas funcionan”.
“También hice otros trabajos que no tenían nada que ver con mi profesión, pero que eran necesarios para vivir y sostenerme allí. La vida en Portugal es muy cara. Esto es algo que no se dice y muchas personas creen (como yo lo creí) que llegan y la magia ocurre. Pues no es así, el alquiler de una vivienda equivale más o menos a un sueldo mínimo y un poco más también. Y la mayoría de las personas ganan este salario. La vida es muy austera, no se incentiva el consumo”, manifiesta Mona, quien en Portugal publicó su libro Yo soy la que sobra en este mundo, una novela de no ficción autobiográfica, donde cuenta cómo a partir de un divorcio muy difícil y su lucha no exitosa por convertirme en madre, logra reinventarse en su vida.
Amor, renacer, y volver con los ojos abiertos: “Portugal tiene lo que yo llamo marketing de la felicidad”
Apenas pisó Ezeiza, Mona comenzó a resignificar todo lo que había experimentado en los últimos nueve meses. Antonio, a partir de entonces, comenzó a enviarle canciones brasileras todos los días y compartía largas charlas telefónicas. Entre melodías y conversaciones, su lenguaje de amor floreció, junto al anhelo de aquellos días intensos antes de su regreso.
Tal vez, los nueve meses en Portugal habían sido su período de gestación para el verdadero renacer. Tocar Argentina, fue el interruptor para animarse a dar el verdadero gran salto: recuperar la confianza. Y así, lo inesperado sucedió. Al poco tiempo, Mona, siempre temeraria, decidió volver a Lisboa y darle una oportunidad al amor.
“Vivimos juntos desde que regresé. Y ha habido más encuentros que desencuentros. Encontré en él a una persona maravillosa, que respeta mis decisiones, las apoya, y que me devolvió una mirada distinta de lo que es una relación de pareja”.
“Y después de un año y medio me di cuenta de que era yo quien se tenía que adaptar, nadie me había llamado para vivir en Portugal, sino que había sido una decisión personal y no podía esperar que el país se adaptara a mí. A partir de ese momento, algo empezó a cambiar, las cosas empezaron a fluir. Dejé de enfocarme en lo que veía mal, para empezar a ver lo bueno de la experiencia y la calidad de vida que me ofrecía el país. Léase: seguridad, tranquilidad y la posibilidad de hacer un plan a mediano plazo”.
“Hubo muchas personas que me ayudaron, pero dije y sigo diciendo que la migración está romantizada. Y Portugal tiene lo que yo llamo `marketing de la felicidad´, vení acá y serás feliz. Y no es así. Más allá de los papeles (que son lo de menos) el proceso migratorio es durísimo, quien decide hacerlo tiene que saber a qué va, y ser consciente de que perderá sus referencias porque no les van a servir, y porque esta pérdida es parte del proceso. Nadie se salva del duelo migratorio. Se hace como se puede y quien no lo resiste regresa a su país. Es un trabajo subjetivo muy intenso. Migrar te cambia y también te vuelve más duro/dura, de otra manera no se resiste”.
“Sigo aprendiendo tolerancia, paciencia y a bajar el ritmo. A observar, a escuchar sin juzgar. Esto lo elegí yo con lo bueno y lo malo, es una oportunidad que me dio la vida. Pero sobre todo estoy agradecida”, asegura. “Ya no me limito ni permito que otros lo hagan (ojo, es distinto a poner límites). Comprendí que no hay lugares perfectos ni hay personas perfectas. Tenemos que elegir qué privilegiamos, qué es más importante para nosotros e ir en esa dirección sabiendo que toda elección conlleva a perder algo. Aprender esto me costó transitar el desencanto en Portugal durante mucho tiempo, es importante preguntarse, pero también tener paciencia es parte del proceso, uno que no sabemos si nos lleva de regreso a nuestro país o al comienzo de la adaptación”.
“Con mi experiencia aprendí que siempre se puede dar el volantazo en la vida, no importa la edad, sino la actitud y las ganas. Nunca es tarde”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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