“Dragón Eclíptico”, leyó, y su vida cambió para siempre
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Un domingo de enero del 2006, aburrida, María entró al ciber de su barrio. Como tantas otras veces, ingresó a varias salas de chat para entablar alguna conversación con los desconocidos sentados en algún rincón del mundo. En una de aquellas salas un nick llamó su atención, Dragón Eclíptico, pudo leer y en un impulso le escribió: “¿Sos de los que lanzan fuego?”. Comenzaron a charlar acerca de lo que les gustaba hacer en la vida, una conversación amena en la que ella supo que él se llamaba Fabián, y sin más, atraída por la fluidez de las palabras, decidió darle su número telefónico.
Al día siguiente, cerca del mediodía, el sonido de su teléfono la sacó de su estado de ensoñación. Era él, que con cierta timidez le recordó quién era y lo mucho que había disfrutado hablar el día anterior.
A partir de entonces, cada día la llamó y conversaron sin tener noción del tiempo. Poco a poco, el deseo de verse creció en ellos, sin embargo, había un problema: una larga, larguísima distancia: “Yo vivía en Misiones, él en Buenos Aires”, revela María.
El cara a cara y una epifanía mexicana
Fue durante otro día de enero, que Fabi le contó que soñaba con comprarse un auto y que estaba decidido a hacerlo. Y allí nomás, sin pensarlo demasiado, María lanzó: ¿Me vas a cambiar por un auto? Confundido, Fabián permaneció mudo unos segundos, hasta que finalmente comprendió: “Claramente si invertía en el auto no podría venir de vacaciones desde Florencio Varela a Misiones a conocerme”, explica María, mientras repasa su historia.
Hasta entonces, no había habido confesiones de amor, por lo que para Fabián, las palabras de la joven fueron recibidas con euforia e ilusión. Poseído por los nervios, un 8 de marzo llegó a la terminal de ómnibus de Posadas. Las postales del momento en el que bajó del micro permanecen borrosas para María, pero sí recuerda cuando subieron al taxi para ir al hotel: “Pude sentir lo rápido que latía su corazón”.
En aquel viaje su destino final fue Iguazú. Fueron a Cataratas, a Foz y a Ciudad del Este. También pasaron por Eldorado, una ciudad antes de Iguazú, donde María tenía una amiga: “Y en una salida a cenar al aire libre pasaron un tema que a Fabi lo llevó a sentir que nos encontrábamos en realidad en una ciudad mexicana, todo era perfecto: el clima cálido, la compañía y el lugar”, relata María, quien durante aquella velada pudo imaginarse allí, en México, junto a él.
Un amor intenso y un anillo inesperado: “Me dio fiebre”
Aquel verano su historia de amor inició con la intensidad de una tormenta estival. ¿Podían acaso dos personas enamorarse tan profundamente en tan pocos meses y en una relación a la distancia?
En la primera despedida sus miradas se habían cruzado cargadas de intención, pero ninguno sabía lo que el otro sentía realmente ni se animaban a confesar.
Tuvieron que esperar a la llegada del cumpleaños de María en agosto de 2006, atravesado por la helada del invierno. Ellos, sin embargo, no sintieron el frío cuando salieron a pasear por la costanera, subieron al ferry -un barco museo-, se sentaron en la proa bajo la luna llena, y se dejaron hechizar por la magia de aquella noche: “Indescriptible la energía que nos cubrió.
Al volver del paseo María lo acompañó al hotel y en algún momento, Fabián se arrodilló frente a ella y sacó un anillo: “No recuerdo lo que dijo. Lo que sí sé es que me dio fiebre”, rememora María.
Todo parecía una locura, pero aquella joven estaba dispuesta a vivirla. Aquel mismo año, en octubre, viajó por estudios a San Juan y ensambló la travesía con una visita a Buenos Aires por un par de días. Ambos tenían sueños y los kilómetros parecían ser una roca dispuesta a distanciarlos, pero entonces, cuando se veían, las palabras sin filtro y la pasión regresaban a ellos, así como el recuerdo de aquella luna hechicera acompañada por una confesión de amor.
“Y entonces fue que el destino quiso, tras un año de mantener una relación virtual, que por trabajo tuviera que viajar una vez al mes a Buenos Aires, y obviamente me quedaba en su casa el fin de semana”.
Una revelación y un sueño cumplido
En una apuesta mayor. María se postuló para una beca en Buenos Aires y durante los siguientes dos años vivió la vorágine de la ciudad junto a Fabi. Sin embargo, aquella experiencia puso algo en evidencia: la capital no era para ella. Con todo su corazón, María quería volver a Posadas.
Cuando Fabián escuchó sus palabras, no pudo imaginar regresar a aquella distancia que los había separado. Poseído una vez más por la seguridad de su amor, le dijo que estaba dispuesto a ir con ella: “En diciembre de 2009 volví a Posadas y Fabi vino en mayo de 2010″, sonríe María.
“Desde el 2011 vivimos en Posadas, con el tiempo nos mudamos a nuestra casa propia. A Fabi le encanta Posadas. El creció en San Jorge, un pueblo muy chiquito de Santa Fe, así que en Buenos Aires tampoco sentía que estaba en su lugar”, continúa.
Hoy, en vísperas de Pascua, Fabi y María no se encuentran ni en Buenos Aires ni en Posadas. 18 años antes, en un pueblo misionero, él había tenido una visión en la que se hallaba junto a María en un pueblo mexicano. En otro gran gesto de amor y como un presagio allí están ahora, en un rincón de Cancún, festejando sus diez años de casados.
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