No quedarse sólo en posturas declamativas
El término parto respetado ha tomado distintas acepciones. Para algunos representa el movimiento en oposición al creciente número de nacimientos por cesárea; para otros, es una modalidad de atención contraria al paternalismo médico y centrada en el respeto a la autonomía de la mujer y su familia, a la que le otorga un rol central en la participación y la toma de decisiones. Como existe un parto respetado, entonces aparece su contrario, el que no lo es, al que de alguna manera se le da existencia a través de lo que se da en llamar violencia obstétrica de parte del sistema de salud, sean las instituciones o el personal que asiste a las mujeres. Los pilares del parto respetado son la información, la toma de decisiones compartidas y el respeto, aun en circunstancias de urgencia o de modificación de los planes de parto.
Sin duda, toda relación médico-paciente debe basarse en la confianza, que a su vez se fundamenta en el respeto, la educación, los buenos modales y en el fomento de la autonomía a través de la toma de decisiones compartida, que necesita de la explicación de los motivos por los cuales los operadores intervienen en el proceso del trabajo de parto o en la forma de nacimiento de un niño. Esto debería darse de manera espontánea durante el curso del embarazo y en forma natural en un centro obstétrico.
Enunciarlo en documentos o leyes es muy simple, pero sin embargo la escenografía para llevarlo adelante no es sencilla en los distintos subsistemas de la atención de la salud y en las diferentes instituciones. Es absolutamente reprochable que la mujer del hospital público no pueda acceder a métodos altamente efectivos de manejo del dolor en el trabajo de parto (administración de anestesia epidural) y sólo pueda acceder a un anestesista en caso de una operación cesárea. Inaceptable es que por problema de insumos o de estructura un padre no pueda estar presente en sala de partos o en el quirófano de maternidad. Es igualmente inaceptable que una mujer no pueda elegir con libertad la forma de nacer de su hijo cuando uno de los pilares de la práctica médica es la toma de decisiones compartidas e informar acerca de las distintas alternativas que existen.
Sin duda el nacimiento se ha medicalizado. Pero esta nueva modalidad, que recibe muchas críticas, ha sido la estrategia que ha disminuido la mortalidad materna, fetal y neonatal. El análisis de los problemas de salud exige enfoques individuales (clínicos) y colectivos (epidemiológicos), con una mirada multicausal, y deben analizarse en su contexto, no sólo con posturas declamativas. Que el parto sea el respeto y que la cesárea sea la violencia es un enfoque mezquino y parcial.
El autor es obstetra y doctor en medicina
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