“No pensaba llegar tan lejos”. Hace cinco años que recorre América Latina con un proyecto que nació al costado de la ruta
Bryant González Vásquez es una leyenda entre los astro-aficionados: dejó su Venezuela natal con solo 25 dólares y con su telescopio en lugar de valija; viaja a dedo, va de planetario en planetario y ofrece charlas e invita a observaciones astronómicas
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“Soy como el Principito que va de planeta en planeta, pero yo voy de planetario en planetario”. La actual vida del venezolano Bryant González Vásquez se resume en esta frase, que él dice con una sonrisa que se le nota hasta en los ojos. Dejó su país en octubre de 2017 y desde entonces recorrió -casi- toda América Latina con un telescopio en lugar de valija. Su proyecto Mochileros Astronómicos nació de un sueño y tomó forma a la vera de las rutas, entre Colombia y la Patagonia. A pesar de haber acumulado una suma astronómica -nunca fue mejor dicho- de conocimientos y de tener un dominio preciso de los cielos australes, Bryant advierte que es astrónomo autodidacta, “porque en realidad cursé estudios de idiomas y de informática. Pero desde chico me fascinaban las estrellas y leía todo lo que encontraba en las bibliotecas públicas y en internet. Miré muchos documentales y así fue mi formación. Lógicamente, terminé trabajando de conferencista y de instructor en el Planetario de Caracas, mi ciudad, cuando tenía apenas 20 años”.
Rosario como meta
Ahora tiene 31, recorrió a dedo un continente entero y es una leyenda entre los astro-aficionados de varios países. Su largo derrotero empezó en la ciudad colombiana fronteriza de Cúcuta. “Necesitaba salir de mi país. Por varios motivos. Por supuesto, está la terrible situación social, económica y política que se vive en Venezuela; pero quería también salir de mi zona de confort y poner en práctica un proyecto de intercambios entre planetarios que venía pensando. Cuando me contacté con gente en Cúcuta solo pedía techo y comida a cambio de compartir mis conocimientos. Creía poder instalarme ahí rápidamente y encontrar un puesto, para no estar lejos de Venezuela y arrancar una nueva vida. No fue posible, pero mis contactos me recomendaron a otras personas en otra ciudad que a su vez me recomendaron a otros, y así empecé a viajar y llegué finalmente a Bogotá”.
Su meta era, sin embargo, Rosario, por una razón bien precisa. Durante los seis años que trabajó en el Planetario de Caracas había entablado una correspondencia muy regular con sus pares de la ciudad santefesina porque los equipos de ambos centros son idénticos y también porque fue la única institución que respondió a un llamado que hizo, tal como lo recuerda: “La astronomía en Venezuela no es considerada como algo importante y, sin embargo, el país tiene uno de los observatorios más antiguos del continente. Hay varios clubes y astro-aficionados que hacen actividades y reuniones y como yo tenía un lugar privilegiado en Caracas, tenía acceso a todos ellos y los nucleaba. Había empezado a diseñar un proyecto para mejorar las conferencias y armar shows de domo, porque me di cuenta, al estudiar lo que hacían otros observatorios en el mundo, de que su uso pasaba cada vez más por el entretenimiento y la divulgación y no únicamente por la formación. Quise impulsar esta idea con otros centros y el único que me respondió fue el de Rosario. Me invitaron a visitarlos, pero no tenía la capacidad económica para enfrentar el viaje. Aunque había empezado a enseñar astronomía en paralelo con mi trabajo, para paliar la crisis y sobrevivir, no me alcanzaba”.
La situación empeoró y finalmente Bryant González decidió exiliarse, con solo 25 dólares en los bolsillos… Hay algo de cierto en el dicho “ayúdate y el cielo te ayudará”, porque a pesar de todas las adversidades, logró darle cuerpo a su proyecto de “mochilero astronómico” y conciliar sus dos pasiones, la enseñanza de la astronomía y los viajes. No llegó a Ushuaia, que sigue siendo su meta geográfica desde que se largó haciendo dedo para recorrer el continente, pero no está muy lejos. Hasta fines de abril anima salidas de astroturismo para una agencia especializada en El Calafate, en el sur argentino.
Migrante a Marte
Además de los integrantes de los grupos que viene recibiendo desde diciembre, lo conocen también los “cazadores de eclipses” argentinos. Lo vieron en 2019 en San Juan y en 2020 en Río Negro y lo escucharon compartir su pasión por las estrellas y los fenómenos astronómicos, son su telescopio y su puntero láser, rodeado por un público subyugado por sus conocimientos y su capacidad de poner al alcance de todos los complejos misterios del universo… “La Argentina es el país donde más tiempo estuve hasta ahora, aunque tuve que salir varias veces hasta poder empezar a tramitar mi residencia. No pensaba llegar tan lejos cuando dejé mi casa para Cúcuta. Allá, entre las charlas, aproveché el tiempo para armar un blog con la computadora del hotel. Fue durante un par de años mi tarjeta de visita, cuando me presentaba en un observatorio o cuando ofrecía mis servicios para actividades de observaciones públicas en plazas de ciudades y pueblos”.
Ahora tiene un sitio mucho más profesional, que presenta sus logros y los dos libros que ya publicó. El primero -El Planetarista- es una guía de los observatorios que conoció a lo largo de su interminable viaje por las rutas latinas. El otro -Migrantes a Marte- es una novela de ciencia ficción. Ambos tomaron cuerpo durante los confinamientos de la pandemia, entre Brasil y Uruguay, donde lo agarraron los cierres de fronteras de 2020. La escritura se convirtió en otra de sus pasiones y quiere producir un libro de astronomía para chicos.
El Galileo Galilei de Buenos Aires es fabuloso por su tecnología y es el más completo que conocí. Pero también me gustó mucho otro, que es lo opuesto. Está en Nazca y es tan chico que solo caben unas quince personas entre sus paredes de barro
El ambulante de estrellas
Cuando salió de Venezuela, Bryant no tenía ni computadora, ni celular, ni cámara de fotos. Con lo recaudado de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, pudo armarse una oficina itinerante, para potenciar sus charlas y animar su página web. “Cuando abandoné mi plan de establecerme en un lugar fijo y me convertí en el mochilero astronómico, me puse como propósito llegar hasta el fin del mundo, Ushuaia. Aunque mi verdadera meta era poder conocer a mis amigos virtuales en Rosario”, cuenta. En el camino, recorrió Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Brasil (tan solo le falta Chile, porque no consigue la visa para poder cruzar los Andes). En la Argentina estuvo varias veces y sobre todo para los dos eclipses totales de sol. Y es donde está el planetario que más lo impactó. “El Galileo Galilei de Buenos Aires es fabuloso por su tecnología y es el más completo que conocí. Pero también me gustó mucho otro, que es lo opuesto. Está en Nazca y es tan chico que solo caben unas quince personas entre sus paredes de barro”. Es uno de los observatorios que detalla en su libro.
En total conoció unos 30 en siete países distintos y todos marcaron hitos a lo largo de su extenso camino por el continente. Como los antiguos músicos o actores itinerantes de los siglos pasados, Bryant es un ambulante moderno, que anuncia su llegada a un nuevo lugar por medio de posteos en las redes. Con más experiencia, jerarquizó sus prestaciones, pero le encanta seguir yendo de pueblo en pueblo, instalar su telescopio en un sitio donde el cielo esté abierto y empezar a desvelar algunos de los misterios escondidos en lo profundo de las noches. “Me gusta hacer actividades con niños. Siempre se interesan mucho. Pido autorizaciones en municipios y casas de comunidades rurales. Hasta ahora nunca tuve que sufrir una negativa. Mis charlas son siempre distintas. Sondeo a los asistentes y me oriento en función a los intereses o los conocimientos. Vemos planetas, algunas estrellas, sus colores, dibujamos constelaciones, y cada sesión termina observando algunos objetos del cielo con mi telescopio y haciendo una sesión de light painting con la cámara de fotos”.
¿El fin del viaje?
Desde El Calafate, Bryant González advierte que se viene un nuevo eclipse. Una vez más visible en la Argentina. No será total esa vez, pero se podrá observar de manera significativa por todo el extremo sur del país. En el sur de Santa Cruz el sol estará tapado al 50 %. No se podrá experimentar el paulatino oscurecimiento ni la formación del anillo de luz de un eclipse completo, pero será igualmente un espectáculo digno de ser visto. Y es el próximo objetivo del mochilero astronómico: verlo e interpretarlo para su público.
“Quiero llegar a Ushuaia para cumplir mi promesa, terminar mis trámites de residencia y quizás viajar a Europa. Me falta recorrer el norte de Brasil, México y América Central. Espero ir allá en 2024, para el próximo eclipse total de sol. Luego de esto, empezaré en pensar en asentarme en alguna parte. Podrá ser Venezuela o la Argentina. No lo sé todavía, aunque me gustaría estar cerca del Ecuador porque es donde mejor se puede estudiar el cielo de los dos hemisferios a la vez”.
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