La increíble historia de un hombre que dejó Buenos Aires por tres meses y terminó viviendo en San Petersburgo.
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Hernán Brusa nunca pensó que se iría de la Argentina. Incluso, era de los que renegaba contra aquellos que emigraban, por lo mucho que dejaban atrás. Enamorado del tango, Buenos Aires siempre le pareció magnífica, y casi cada noche aprovechaba su fascinante escena para milonguear. El tango había sido su profesión durante siete años, hasta que un día decidió reemplazar los escenarios impregnados de pasos rutinarios, por una oficina, para volver a bailar sin reglas y con el alma.
Amante de su ciudad, pero apasionado por los viajes, cada peso ahorrado era invertido en travesías enriquecedoras, y en experiencias de tango increíbles, como la que había vivido en Japón, y que le habían otorgado ese “don de gente” especial. Por ello, cuando en una milonga una bailarina italiana lo invitó a trabajar por un par de meses en su escuela en Milán, no dudó en aceptar.
“Decidí ir por tres meses, con visa de turista”, revela. “Siempre en mi familia se había hablado de nuestro lejano origen italiano. Nuestros tatarabuelos, Angelo y Angela, habían dejado el pueblo de Lomazzo, en la provincia de Como, al norte de Italia, para no volver nunca más. Nadie de la familia regresó”.
Las raíces lo llamaban. Hernán pidió tres meses de licencia sin goce de sueldo, se despidió con un “hasta pronto” de una familia feliz por su reencuentro con los orígenes, y partió sin imaginar que la vida le cambiaría para siempre: “Pasaron siete años desde que me fui”.
Una llegada al país de “la mejor comida del mundo” y una propuesta inesperada
Llegó sin hablar una palabra de italiano, pero a los quince días comenzó a entender. Lo encontró muy similar al argentino y, aunque todavía no lo sabía, al año sería capaz de hablarlo, leerlo y escribirlo con fluidez.
Comenzó a dar clases en un club de barrio, donde todos lo respetaban y trataban muy bien. A veces, se detenía a observar a los adultos mayores jugar las cartas y quedaba impactado: “Sus rasgos son como los nuestros. ¡Parecía que estaba en un centro de jubilados de Buenos Aires!”
“De Italia, me asombraron muchas cosas”, asegura Hernán. “La arquitectura es increíble. ¡Cuánto arte! La pizza, ¡nada que ver con la de Argentina! Es más, nunca más volví a comer pizza argentina. ¡El helado, qué delicia! ¡el café! Italia tiene la mejor comida del mundo, lejos. También me pareció peculiar que los amigos no se inviten a las casas, sino que siempre se vean para tomar un aperitivo”.
Los tres meses en Italia estaban por llegar a su fin. Hernán ya estaba imaginando su regreso a Buenos Aires, cuando, dos semanas antes, le llegó un correo electrónico de una bailarina de Londres con otra oferta para dar clases en su escuela, con una visa de artista mediante: “Fue una decisión difícil, ya que tenía que dejar toda una vida atrás. En Argentina no se lo esperaban. Yo tampoco. Mi mamá se puso muy triste. Mi abuela, de 90 años, ¡me aconsejó que siempre usara preservativo! Fue fuerte encargar a mi familia qué hacer con todas mis cosas y cerrar un ciclo en Buenos Aires”.
La visa de artista comenzaba veintidós días después del vencimiento de su estadía como turista, por lo que Hernán debía salir de Europa. Viajó a Estambul, una de las ciudades más fascinantes que conoció en su vida y, desde allí, escribió un correo a la Argentina, donde anunciaba que renunciaba a su trabajo.
Londres: una noticia impactante y una odisea para obtener el pasaporte
En Londres, Hernán halló al mundo en una ciudad. Jamás había conocido un lugar tan multicultural, donde se podían escuchar decenas de idiomas en un simple paseo por el barrio: “En Londres, lo segundo que se le pregunta a alguien al presentarse, después del nombre, es de dónde viene, porque puede ser de cualquier parte; en el subte se escuchan todas las lenguas”.
Y allí, entre la diversidad, apareció una joven belga, que encandiló al argentino. Estuvieron cuarenta días juntos, los suficientes para que ella quedara embarazada. Ni se conocían, eran muy distintos. Acordaron no seguir como pareja, pero para Hernán ya no había vuelta atrás: con su visa a punto de caducar, debía volver a Italia e intentar tramitar el pasaporte europeo a fin de vivir cerca de su futura hija.
“Tenía tres meses para tramitar la ciudadanía italiana, pero para comenzar necesitaba muchos documentos, ¡mi ancestro italiano estaba cinco generaciones atrás! Fue una odisea conseguir su partida de nacimiento: había nacido en 1851, diez años antes de que existiera Italia, ¡por lo que no había registros civiles! Desde el concilio de Trento a mediados del siglo XVI, hasta la creación del Estado italiano a mediados del XIX, los nacimientos se registraban en las iglesias cuando se bautizaban. Fui a las tres de Lomazzo a buscar en libros escritos a mano casi dos siglos atrás”, cuenta.
En la última iglesia halló la partida. Emocionado hasta las lágrimas, por curiosidad, Hernán encontró, asimismo, la iglesia en la que se había efectuado el matrimonio, el 13 de diciembre de 1874: San Siro de Lomazzo.
“Entré en esa iglesia hermosa, decorada con frescos al antiguo estilo italiano y me acerqué al altar. Traté de sentir el casamiento de Angelo y Angela en ese mismo lugar, gracias al cual estoy vivo hoy. Fue muy muy emocionante”.
Bailar “Remembranzas” con lágrimas
Aún sin la documentación definitiva (tenía un permiso provisorio válido para Italia), Hernán voló a Bélgica para convencer a alguien que le diera un papel que le permitiera quedarse y asistir al nacimiento, pero no fue posible. La noche que nació su bebé, Josephine, estaba en la milonga. Lo llamaron por teléfono, la escuchó llorar y lloraron todos.
“Cuando mi comunicación terminó bailé un tango para ella, `Remembranzas´, por la orquesta de Pugliese, decía exactamente lo que sentía en aquel momento. ¡Increíble fue la coincidencia de que mi hija naciera el mismo día en que se casaron mis tatarabuelos!”, continúa. “A la mañana siguiente fui a la policía a pedir una vez más un permiso especial que me permitiera viajar a Bélgica y me lo negaron, pero no aguanté y fui igual. Fue un riesgo que valió la pena”.
Seis meses después, Hernán consiguió finalmente el pasaporte italiano y todo cambió drásticamente: ahora podía entrar y salir de los países sin preguntas y sin colas: “¡Pero si yo era la misma persona que antes! Una de las tantas ironías de la burocracia...”.
Durante los siguientes cuatro años, Hernán vivió veinte días por mes en Milán, por trabajo, y diez en Londres, junto a su hija y la madre de la pequeña, con quien conservó una buena relación. Por tener un papá argentino y una mamá belga viviendo en Londres, Josephine hoy habla tres idiomas y tiene tres pasaportes.
El amor en San Petersburgo: “La ciudad más linda que vi”
Rusia siempre había estado en su lista de sueños por concretar, por su nivel de tango y por su pasión por los escritores de aquella gran nación. Hacia allá fue Hernán a trabajar en el 2018, sin sospechar que aquel verano cambiaría su destino una vez más.
Desde el primer instante le pareció una tierra maravillosa. Recorrió los puntos emblemáticos y algunos rincones escondidos, pero el día en que llegó a “la ventana a Europa”, San Petersburgo, quedó totalmente fascinado: “Se trata de una ciudad construida de la nada por el zar Pedro el Grande, en 1703, quien llamó a arquitectos italianos para copiar el estilo de Venecia y hacerlo a lo grande, como todo lo que hacen los rusos: siempre quieren ser los mejores y en muchos aspectos a veces lo logran”.
“En mi opinión personal, y después de haber viajado mucho, puedo decir que San Petersburgo es la ciudad más linda que vi. Todo el centro es un palacio al lado de otro, iluminados durante la noche; iglesias estilo ortodoxo con cúpulas de oro y catedrales estilo barroco; canales como Venecia o Ámsterdam, con puentes que se abren que son un espectáculo; todo limpio y bien mantenido, dominado por el clásico estilo ruso del gigantismo; en julio las noches son blancas, por estar cerca del círculo polar ártico, y hacen que esta ciudad sea bellísima. Además, el tango se baila muy bien”, sonríe.
En una milonga al aire libre, Hernán vio a una joven rusa que le llamó la atención por su belleza y su mirada. No se acercó ni la invitó a bailar. Dejó San Petersburgo con aquella imagen en su retina y, para su sorpresa, a los dos días tenía una solicitud de amistad a través de una red social, que aceptó junto a otras, sin estudiar los perfiles.
“Pero al rato, me sorprendió un mensaje que me mandó mi mamá: `¡Qué linda y sexy es María!´ `¿Quién? ´ `María, fijate en tus contactos, es rusa´. Era ella, la chica de San Petersburgo. Fue la primera y única vez que mi mamá me habló así de una mujer que no conocíamos. Las madres son infalibles, increíble cómo le echó el ojo a mi actual esposa”.
Amor a la distancia, una pandemia inesperada y una decisión
No supo de María hasta unos meses después, cuando ella le anunció que estaba en Milán y que deseaba tomar una clase antes de seguir a Venecia, al día siguiente. Después del baile, cenaron y Hernán quedó cautivado con su simpatía y estilo. Nada sucedió, ella continuó viaje y el argentino no pudo olvidarla. Por fortuna, para el verano tenía una ambiciosa travesía por delante, que lo enfocaría en otros pensamientos.
“Nunca se concretó mi travesía”, rememora Hernán. “Me escribieron desde San Petersburgo para volver a dar clases, así que lo incluí en el itinerario del verano europeo 2019. Obviamente le escribí a María para encontrarnos, y ahí comenzó nuestra bellísima historia de amor”.
“Hicimos un hermoso viaje y después coordinamos para vernos un fin de semana al mes, hasta que un día tocó visitarla en San Petersburgo en invierno, por primera vez. No me gustó, muy frío y oscuro, y volví a Milán enfermo. Estaba triste porque no veía un futuro para nosotros, ¿hasta cuándo podríamos seguir así?... No quería perderla, pero... ¿qué hacer?”
En marzo del 2020 apareció el coronavirus en escena y los llevó por un camino inesperado. Como todos los meses, Hernán estaba en Londres, junto a su hija, cuando María le propuso que luego se quedase en San Petersburgo, hasta que la situación se calmara.
“Fue ahí donde tomé la mejor decisión de mi vida. Volví a Italia a buscar mi pasaporte argentino, indispensable para entrar a Rusia sin visa, y arribé apenas diez días antes de que ellos cerraran las fronteras. Llegué con el equipaje de mano, dejé todo en Italia pensando que la crisis sanitaria duraría un mes. ¡Jamás imaginé lo que iba a suceder! Creo que nadie lo imaginó...”
“Los rusos nunca se tomaron muy en serio la pandemia”
Con las fronteras cerradas y el amor en auge, el otoño se transformó en invierno, pero esta vez Hernán lo disfrutó. La gente, en general, surgió muy amable, aunque bastante particular: “Una mezcla entre el nórdico serio y el mediterráneo alegre. La primera impresión es de personas serias, pero después terminan siendo muy divertidos. Hay que tener en cuenta también por todo lo que han pasado...”, reflexiona Hernán.
“En otro orden de las cosas, los rusos nunca se tomaron muy en serio la pandemia”, continúa. “Las restricciones sólo existen en teoría. No se cumplen y no se controlan. En junio de 2020 las escuelas volvieron a abrir y volvimos a bailar. Sin barbijos y sin distancia social. Posiblemente, Rusia sea el único lugar del mundo donde nunca se dejó de bailar tango. Es muy irónico que, en muchos lugares, por ley, esté el cartelito indicando el uso de máscaras y guantes, pero nadie los usa. Durante este año y medio, con las fronteras cerradas, hemos viajado muchísimo dentro de Rusia, el Ártico, Siberia, a la frontera con Japón, al mar Negro, al Cáucaso, etc. En los aviones tampoco se usan los barbijos, como si el mundo siguiera como antes. Por suerte, en el ambiente del tango, por lo menos, si bien todos nos contagiamos en algún momento, no hubo consecuencias graves”.
“Con respecto a las oportunidades, en comparación con Europa del oeste, la economía es bastante más baja. Tengo menos empleo y gano menos dinero, pero siempre pude trabajar de lo mío. Sin embargo, acá mi calidad de vida es más alta: aire puro, ciudad hermosísima, naturaleza exuberante, buen tango, y lo más importante, finalmente formé una familia”.
Los aprendizajes de un destino inesperado: “El invierno, al cual tanto temía, terminó siendo mágico”
Siete años atrás, Hernán Brusa emprendió un viaje por tres meses sin imaginar que sería el comienzo de una odisea que lo llevaría a vivir a San Petersburgo, Rusia, lugar que hoy considera “la ciudad más linda del mundo”.
De todos sus aprendizajes, tal vez el más importante haya sido que, a veces, hay que animarse a decir que sí a lo nuevo, aun cuando el escenario presente dificultades. Hoy, con María, está felizmente casado. Entre ellos hablan italiano y viven en un departamento pequeño, alejado del centro, frente a un parque con lagos, donde comienza un bosque de pinos y abedules que rodean la ciudad “hasta el infinito, donde se encuentran con el mar”.
“El invierno, al cual tanto temía, terminó siendo mágico: lleno de nieve, aprendí a esquiar en los bosques y patinar sobre hielo. Reitero, es la mejor calidad de vida que jamás tuve. Claro que no estaba acostumbrado a un invierno de casi nueve meses, donde hay temperaturas de 15 grados bajo cero, ¡pero eso lo solucioné con un buen abrigo! Es más, prefiero un invierno con nieve, antes que uno con lluvia como en Milán o Londres”, continúa pensativo.
“Estudio el ruso, una lengua dificilísima, la cual me tomo como un desafío. La pandemia me unió definitivamente a mi amor, pero lamentablemente me impidió ver a mi hija todo lo que hubiera deseado; por fortuna, ¡en este momento estoy con ella en Londres!”.
“Es increíble hacia dónde nos puede llevar la vida. Viviendo lejos el aprendizaje es constante. Viajar, conocer nuevas culturas, personas, modos de vivir, de pensar, me ayuda a comprender mejor el mundo en el que vivo, la humanidad de la cual formo parte”, concluye el argentino, quien, finalmente, dentro de cuatro días partirá a Italia a buscar sus pertenencias, que quedaron allí, antes de que se desatara el coronavirus.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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