La lujosa aeronave, un Boeing 787-8 Dreamliner, adquirida durante el mandato de Felipe Calderón se convirtió en un dolor de cabeza para el gobierno de México
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En 2012, poco antes de entregar el poder, el presidente mexicano Felipe Calderón decidió reemplazar el antiguo Boeing 757 “Presidente Benito Juárez”, emblema de la flota presidencial. Para el Jefe de Estado la aeronave, que durante 19 años había servido como el vehículo principal de los mandatarios mexicanos, había cumplido su ciclo. Para su reemplazo, optó por un Boeing 787-8, conocido como Dreamliner por el que México pagó 218 millones de dólares.
El Dreamliner salió de fábrica el 20 de julio de 2009 bajo el número de registro N787ZA. Durante sus primeros tres años de vida, los ingenieros de Boeing lo utilizaron como nave de prueba. Cuando finalmente se concretó la compra, demoraron otros cuatro años en ponerlo a punto, “como un cero kilómetro”, y decorar su interior para su particular destino. En 2016, cuando finalmente llegó al Distrito Federal, fue bautizado con el nombre “José María Morelos y Pavón”, en honor al sacerdote y militar que participó activamente en el proceso de independencia mexicano. Le otorgaron la matrícula XC-MEX / TP-01, que corresponde al Transporte Presidencial 01.
El avión -que mide 57 metros de longitud y tiene una capacidad máxima de 80 pasajeros más tripulación- posee un equipamiento de vanguardia en seguridad y en su interior, cuenta con lujosas terminaciones, que incluyen detalles de marmolería en los baños, las cabinas y alcoba presidencial. Posee una autonomía de vuelo de 20 horas. Con una sola carga de combustible puede recorrer más 13.000 kilómetros, es decir que prácticamente puede volar desde México a cualquier lugar del mundo.
“No lo tiene ni Trump”
Enrique Peña Nieto fue el presidente que recibió el avión, en febrero de 2016. Lo utilizó durante 2 años y 10 meses. Realizó 214 viajes y sumó alrededor de 1700 horas de vuelo.
Desde que entró en servicio, la “faraónica” aeronave se convirtió en uno de los blancos preferidos por la oposición. El actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, gastó el tema en su campaña electoral. “No lo tiene ni Trump”, repetía cada vez que se refería al Dreamliner. Para el candidato de izquierda, la compra de la nave fue ofensiva para un país con más del 45 por ciento de pobreza.
En 2018, cuando López Obrador llegó al poder, se propuso cumplir con su compromiso de campaña: una de sus primeras medidas fue poner en venta la suntuosa aeronave. En ese momento comenzó una disparatada comedia de enredos que entretuvo a todo el país.
La venta: “No vamos a malvender el avión”
Mientras definían cómo vender el avión, a través de venta directa o licitación, el gobierno envió la aeronave a Victorville, California, en los Estados Unidos, para un service de mantenimiento y conservación. Luego, con la ayuda de un organismo de Naciones Unidas, se inició una investigación de mercado para identificar a potenciales compradores.
La premisa era vender el avión en las mejores condiciones. “A un precio de venta que en ningún caso sea menor al del mercado. No vamos a malvender el avión”, dijo durante una conferencia de prensa, con el avión a sus espaldas, Jorge Mendoza, director general de Banobras, el Banco de Obras y Servicios Públicos de México.
La valuación se fijó en 100 millones de dólares. Establecer dicho monto no resultó un cálculo simple. Además de evaluar los detalles propios de un avión de este tipo y que su reconvención en una nave para el transporte de pasajeros podría costar alrededor de 15 millones de dólares, los tasadores también consideraron que el TP01 integró la “flota de pruebas” del modelo 787 Dreamliner. Entraría al mercado como un modelo “atípico”, ya que su fabricante lo sometió a un sinfín de pruebas para conocer los límites de funcionamiento del modelo. Pasó los más exigentes exámenes de resistencia, autonomía, frenado, manejo de fallas y desempeño en condiciones extremas.
Según la BBC, para cumplir con el proceso de prueba, la empresa Boeing utilizó seis Dreamliner. Los primeros tres aviones fueron enviados a museos y exhibiciones porque, luego de los exámenes, el fabricante decidió que ya “no tenían valor comercial” por “la cantidad excesiva de trabajo y las modificaciones únicas y extensas” que requería. Otras dos naves, cuarta y quinta, fueron directamente descartados por Boeing en 2016 y su costo absorbido por la empresa. Mientras que el sexto, el único que entró en servicio regular, fue el que compró México.
Si bien en un principio se habló de la existencia de dos interesados en la compra de la aeronave, las negociaciones no avanzaron. En julio 2020, luego de un año y siete meses, la aeronave volvió a México. Un detalle que se imprimió en tapa de los periódicos mexicanos: tener la aeronave varada en los Estados Unidos le costó al gobierno 1.7 millones de dólares.
¿Cómo ganar “un cachito” de avión presidencial?
Al ver que la venta no prosperaba, el presidente López Obrador tuvo una idea insólita: rifar el avión a través de la Lotería Nacional de México y destinar todo lo recaudado a equipar los hospitales públicos del país.
Con bombos y platillos anunció que, por tan solo 500 pesos mexicanos (un poco más de 25 dólares), cualquier ciudadano de a pie podía convertirse en el dueño del avión presidencial. Y, de paso, contribuir a una buena causa. Según los cálculos del gobierno, si lograban vender seis millones de boletos podrían recaudar unos 160 millones de dólares.
Pero hubo un pequeño detalle que aparentemente nadie tuvo en cuenta. El que resultara ganador de la Lotería terminaría en la ruina. Enseguida, en las redes sociales los usuarios se preguntaban qué haría aquel que ganara el avión, dónde iba a guardarlo y quién cubriría los costos de mantenimiento de la aeronave. #SiMeGanoElAvion fue uno de los hashtag más populares de ese entonces y daba cuenta, más allá de las risas y el ingenio, que el sorteo era una quimera. Y un absurdo.
El gobierno parecía enredado en una tormenta que lo dejaba al borde del ridículo. Los periodistas críticos se hacían un picnic con “el caso del avión presidencial”. López Obrador salió a aclarar el asunto y, entre carcajadas, anunció que el sorteo seguía en pie pero con una “pequeña” modificación: ya no entregarían la aeronave como premio. El avión presidencial fue reemplazado por 100 premios en efectivo que, sumados, tendrían el mismo valor que la nave.
Aunque cuesta comprender la lógica del razonamiento, ahora el gobierno anunciaba el sorteo de 100 premios de 20 millones de pesos mexicanos cada uno (es decir, de casi un millón de dólares) para destinar lo recaudado a hospitales públicos.
Paradójicamente, uno de los mayores compradores del sorteo fue el mismo gobierno mexicano que gastó casi 24 millones de dólares para comprar boletos que luego entregó a los hospitales. “Para darles la oportunidad de ganar fondos que necesitan con urgencia”, dijeron. En ese momento, muchos se preguntaron si no hubiese sido más razonable que los hospitales recibieran, directamente, el monto gastado en la compra de los billetes para la rifa y no un boleto con la expectativa.
En el medio, cerca de la fecha del sorteo, al advertir que las ventas no iban de acuerdo a lo planeado, el Presidente debió salir a pedir “ayuda” al pueblo mexicano e invitar a los empresarios a participar en la compra de los boletos. Desde el interior del avión, López Obrador grabó un video para apelar a la solidaridad de su pueblo. “Compra tu cachito, hagamos historia”, decía.
Compra tu cachito. Hagamos historia. pic.twitter.com/XmMrKEfLVl
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) August 24, 2020
Finalmente el 15 de septiembre de 2020, en el 210° aniversario de El Grito de la Independencia de México, se realizó el “Gran sorteo especial”. Unos días antes del sorteo, el Gobierno anunció que habían logrado vender casi el 70 por ciento de los boletos y López Obrador dijo que habían alcanzado “la recaudación necesaria para pagar los premios”.
Pero para algunos de los ganadores “el cachito de avión” no fue un golpe de suerte, sino que todo lo contrario, una pesadilla. Como el caso de las familias de una escuela de un pequeño pueblo de Chiapas, en el sur de México, que ganaron uno de los premios del sorteo del avión y fueron amenazados por un grupo paramilitar por negarse a invertir en armas el dinero obtenido.
En conclusión: el gobierno mexicano organizó una rifa para desprenderse del avión que nadie quería, pero finalmente cambió el premio por dinero en efectivo. Es decir que, si el sorteo fue realmente eficiente, logró cubrir los costos con la venta de boletos. Pero el avión presidencial seguía en su poder.
A esta altura, las crónicas sobre el avión se escribían en clave de culebrón. López Obrador acusó recibo: “Los que quieran hacer una novela, porque da para eso por el surrealismo, tomen en cuenta que esta historia no comienza ahora que estamos vendiendo el avión, sino que comenzó con un gobierno faraónico en el que sus monarcas se trasladaban en aviones de lujo. Así tiene que empezar. Y uno de ellos, por agraciar a su sucesor en el trono, decidió dejarle de regalo el mejor avión que había en ese entonces en el mundo, que no lo tenía ni Obama...”, dijo durante una conferencia de prensa.
El ofrecimiento a la Argentina: “Ahí está, llévense el avión nuestro”
Hace un tiempo que el Estado argentino manifestó su voluntad de comprar un avión presidencial para reponer el Tango 01, que está fuera de funciones desde hace varios años. Fue entonces cuando el presidente mexicano vio en la necesidad de su “gobierno amigo” una oportunidad. El 9 de junio de 2022, en una conferencia de prensa, declaró: “Les mandamos a decir: ‘Ahí está, llévense el avión nuestro’. Además, es un gobierno amigo. Pero nuestro avión tiene un avalúo de 110 millones de dólares y ellos se reservaron 30 millones de dólares. Todavía no descartamos que puedan dar los 30 en plazo y paguen el resto después. Hacemos un convenio que nos van a pagar hacia adelante, con alimentos. Pero nosotros tenemos voluntad. Afortunadamente ya le sacamos el costo con la rifa. Eso nos ayudó mucho. Pero de todas maneras, ahí está”.
Aunque el ofrecimiento fue públicamente realizado, la Argentina avanza en la compra de un Boeing 757 256, fabricado en 2000, con capacidad para 39 pasajeros, por un total de 25 millones de dólares, de los cuales 3 de ellos se reducen por la entrega como parte de pago del viejo Tango 01. Un poco más de la mitad de los 22 millones de dólares restantes serán financiados a través de un crédito de la Corporación Andina de Fomento (CAF).
Alquiler para fiestas privadas: “Hay personas para todo”
Pero López Obrador no está dispuesto a darse por vencido. Y sacó otra inusual idea de su galera. El 28 de marzo pasado, durante una conferencia de prensa anunció que la aeronave será transferida a “Olmeca Maya Mexica”, la empresa encargada de operar varios aeropuertos y el Tren Maya, la línea ferroviaria que están construyendo para conectar los centros turísticos de la península de Yucatán.
Ahora el avión podrá alquilarse para eventos sociales como bodas y cumpleaños para obtener, de esta forma, un rédito económico y lograr mantenerlo. Como un slogan publicitario, el presidente mexicano dijo: “Si alguien se va a casar, ¡Y ya lo pensó bien!, y quiere llevar a sus familiares o amigos a Cancún porque se quieren casar allá o para cumpleaños o una empresa que quiere darle un reconocimiento a sus trabajadores, se puede alquilar. Es muy lujoso... Una experiencia y para todo hay personas”.
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