No hay recetas: establecer nuestros propios parámetros es crucial a la hora de formarnos
El polémico nombramiento de la nueva directora del Banco Nación ha dado que hablar y, en mi caso, reflexionar. Su capacidad de liderazgo y escasa experiencia laboral fueron el punto principal del debate sobre su designación, que cuando refutados con prestigiosos títulos universitarios, dejaron a pocos tranquilos. En tiempos en que no completar los estudios de grado parecería una transgresión de enormes consecuencias en la vida profesional, me cuestiono la relevancia de la formación académica y cómo ésta varía según el ámbito. En las últimas generaciones, un título universitario se transformó en un básico colectivo que el sistema nos hizo creer que necesitamos, sin importar lo que vayamos a hacer para ganarnos la vida.
En la industria de la moda, el marketing y la publicidad, la educación universitaria es relativamente nueva. La industria ha crecido exponencialmente en la ultima década, y las redes sociales han mostrado a las masas este ámbito tan reservado, y consecuentemente, el atractivo de la moda como carrera ha aumentado junto a él, atrayendo a más jóvenes que creen que la puerta de entrada es la universidad. La creciente demanda hizo que se crearan cientos de carreras nuevas en muchos rubros que antes ni siquiera eran considerados una profesión. El abanico de opciones es tan grande que rara vez cuentan con programas consistentes como para preparar a un individuo para la vida profesional. A diferencia del derecho o la medicina, estas carreras tienen poco tiempo de vida y resultan, en muchos casos, experimentales e inconclusas.
Muchas jóvenes me escriben preguntando qué deberían estudiar para poder trabajar en esta industria, para poder ser estilistas, productoras o directoras de arte, y en mi opinión, la respuesta es nada relacionado a ello. Dedicaría mi tiempo y dinero (las carreras creativas cuestan mucho, por más que sea en una universidad pública) a conocimientos generales que nutran mi creatividad e intelecto, e invertiría en prácticas laborales, aunque fuera por un salario nulo.
Importantes personas del medio consultadas coincidieron que a la hora de contratar a alguien, lo que miran es cómo se desenvuelven, cómo piensan, si tienen buen criterio estético y dónde han trabajado antes y haciendo qué; jamás miran qué es lo que estudiaron o dónde.
Peter Thiel, fundador de PayPal, lanzó hace pocos años Thiel Fellowship, un programa de becas en el que ofrece a jóvenes dinero por no inscribirse en la facultad. A cambio, estos deben asistir a un laboratorio de ideas y trabajar en proyectos de innovación científica y técnica, donde aprenden sobre cómo ser emprendedores y construyen las compañías tecnológicas del mañana. Thiel critica abiertamente el sistema educativo y asegura que la próxima gran burbuja financiera que estallará será la educación universitaria, en buena medida por los excesivos costos de la misma (según Forbes, la deuda de préstamos estudiantiles es de 1.2 trillones de dólares). "Una verdadera burbuja se genera cuando algo está sobrevaluado y a la vez intensamente legitimizado. Cuestionar la educación es muy peligroso, es el tabú absoluto."
Benjamin Franklin decía: "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo". En un mundo en constante cambio, es casi imposible enseñar el presente y, mucho menos, el futuro. Para formarse no hay recetas ni leyes, somos todos diferentes, y es hora de que cuestionemos lo establecido y establezcamos nuestros parámetros. La cultura general y la experiencia de vida son atemporales, y siempre nos van a servir para lo que emprendamos, está en cada uno alcanzar el éxito. n