“No doy más”: cómo aumentar la fortaleza interna para vencer el agotamiento
Aumentar las fortalezas internas es una de las mejores maneras de resistir frente a tantas circunstancias difíciles que se viven a diario
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En los tiempos en los que vivimos, es usual escuchar a mucha gente expresar: “¡No doy más! Estoy agotado/a”. Algunos, incluso, sienten que en cualquier momento van a derrumbarse, porque se sienten presionados por tantas exigencias que deben enfrentar a diario. Hoy atravesamos, a nivel mundial, un período de agotamiento muy marcado en el cual la vida resulta desafiante a la hora de manejar tantas cuestiones simultáneamente.
¿Qué es lo que determina si finalizaremos agotados o no? La suma de los factores externos y nuestra fortaleza interna.
Todos experimentamos diversos factores estresantes, tales como mudanzas, enfermedades, problemas económicos, situaciones problemáticas con los hijos o con la pareja, etc. Pero no basta con eso; también depende del nivel de fortaleza interna que cada uno posea. Si estoy rodeado de muchos factores externos estresantes y mi nivel de recursos internos es bajo, seguramente me voy a agotar. En cambio, cuando los factores externos que me estresan abundan, pero mi nivel de fortaleza interna es alto, seré capaz de atravesar las crisis y superarlas.
Hace mucho tiempo, cuando tenía 14 años, fui un día al Parque Avellaneda, en el barrio de Floresta, donde me encontré con un muchacho para practicar box. Nunca en mi vida había practicado ese deporte. Recuerdo que nos saludamos, sonó la campana y me dio un golpe que me hizo caer al suelo inmediatamente. Me puse de pie y esa fue mi primera y última pelea, que duró menos de un minuto. Ese día me quité los guantes y decidí dedicarme a escribir.
Un golpe fuerte me derribó. Todos los seres humanos “flaqueamos” en algún área. Todos vivimos situaciones que nos angustian. Y también existen áreas donde nos hallamos fuertes y nos sentimos sólidos. Hay personas que han recibido muchos reveses en la vida, pero poseen un gran nivel de fortaleza interna; mientras que otras son “derribadas”, como en mi caso, por su bajo nivel de fortaleza.
Por este motivo, necesitamos trabajar internamente para desarticular y desarmar los factores externos que nos dañan. Es decir, disminuirlos en la medida de lo posible. Aun así, habrá ocasiones en las que lo lograremos y otras en las que no.
Pero todos, sí o sí, podemos (y debemos) esforzarnos para robustecer nuestros recursos internos: los valores, las buenas particularidades del carácter y todas aquellas herramientas con las que contamos por dentro.
Aumentar nuestros recursos internos, es decir nuestras fortalezas, es una de las mejores maneras de resistir frente a tantas circunstancias externas que vivimos a diario en este mundo y, sobre todo, de transformarlas en aprendizaje y crecimiento.
Lo cierto es que, cuando somos lo suficientemente valientes como para mirar hacia adentro, conocernos profundamente y aceptarnos tal cual somos, estamos en paz con nosotros mismos. Como resultado, ya nada de lo que suceda alrededor, en especial los hechos negativos, nos afectará al punto de derribarnos.
Esto es así porque reconocer “nuestras sombras” nos permite diseñar estrategias para gestionarlas eficazmente. No se trata de negar nuestros puntos vulnerables, sino de emplearlos para convertirnos en mejores personas.
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