Cuando tenía tres años sus padres la dejaron en una finca y desaparecieron; vivió un calvario hasta que alguien la escuchó por primera vez y le cambió la vida.
- 6 minutos de lectura'
“No conocés nada de mi vida”, le dijo Angélica con mirada melancólica. Era cierto, se habían conocido a través de una App y Emanuel nada sabía de ella, pero lo poco que había podido ver despertaba en él una sensación de bienestar jamás vivida: le gustaba mucho. “Tengo todo el tiempo del mundo, vamos a una confitería y me contás”.
Y así, espiándose de reojo, se dirigieron a la plaza central de la ciudad de Salta, Argentina.
Una historia de abandonos y desamor
Cuando Angélica tenía tres años quedó al cuidado de los dueños de una finca, ya que sus padres biológicos no podían hacerse cargo de ella. Su madre siguió camino con un hijo, y su padre hizo lo propio con otro. Angélica siempre supo que tenía dos hermanos: David e Ismael.
Sus cuidadores, sin embargo, tenían poco tiempo, y dejaron a la pequeña con una familia vecina, donde le dieron techo y comida. Allí, fue el padre de la joven ama de casa, quien decidió llevársela para criarla. “Con él viví hasta mis 15 años”, le contó Angélica a Emanuel. “Me dio educación y valores, y quiso darme su apellido. Él fue mi papá del corazón”.
A los 15, Angélica perdió a la única persona que sentía que la había amado. Un gran vacío en el corazón y un calvario, fue lo que devino de aquella desgracia; su madrastra y sus hermanastras nunca la quisieron: “Desde entonces hasta los 28 años, que fue cuando la conocí, vivió un infierno. Era tratada como la sirvienta y la violentaban verbalmente”, revela hoy Emanuel, al recordar la historia de su enamorada.
Salir a dar vueltas en colectivo, poner fichas para la tele y el fortalecimiento de un amor
Aquel día, después del café, Emanuel regresó a su hogar pensativo y enojado. No podía creer que existieran seres humanos que trataran así a otra persona. Decidió permanecer junto a ella y ayudarla.
“Recuerdo cuando la acompañé a buscar, a sus 29 años, su primer DNI”, rememora el salteño, emocionado. “Ella estaba en un proceso de validación de datos, y solo contaba con una tarjeta de bautismo donde salía el nombre de sus padres biológicos. Pero entonces, con el DNI, la pude acompañar a retirar su título de secundario. A partir de ese entonces todo comenzó a cambiar”.
Emanuel y Angélica conversaban horas por celular y a él le apretaba el corazón al oír, de pronto, los terribles maltratos. Le prohibían salir, entonces ideaban planes a escondidas para verse, y ella le llevaba las sobras de la comida y compartían algo: “Había días que yo no comía”, confiesa Emanuel. “Vivía solo, hacía changas y no contaba con un trabajo formal como hoy. Nuestras salidas eran con diez o veinte pesos, dábamos una vuelta en colectivo, comíamos pizzetas en algún parque, visitábamos lugares al aire libre o juntábamos moneditas para ver la televisión en la terminal, que contaba con un sistema de monedas”.
“¿Vos la querés realmente?”
A medida que pasaba el tiempo, en Emanuel crecía la convicción de querer darle fin al calvario de su amada: “Un día, hablando con mi papá, le conté de ella, le conté todo. De parte de él recibí el apoyo más grande de mi vida, resumido en una frase inolvidable: Hijo, ¿vos la querés realmente? Cuando escuchó mi respuesta positiva agregó: Entonces llamala. No puede pasar un día más en esa casa. Fue algo que hice inmediatamente”.
Pasaron unos días hasta que pudieron concretar el plan de fuga, una decisión trascendental para los dos. “Es el momento, no hay nadie”, le dijo ella y él la buscó en un flete y la ayudó a sacar sus pertenencias. Por el rostro de Angélica caían lágrimas gruesas y sus manos temblaban al juntar las cosas: lo que estaba sucediendo parecía irreal, estaba dejando esa vida, tan cruel, atrás.
Cuando Angélica ingresó al hogar de Emanuel, la hermana menor de su novio corrió a abrazarla y la mujer volvió a quebrarse de la emoción. “Parecía una niña a pesar de su edad. Había pasado por tanta falta de amor. Hasta el día de hoy llora cuando recibe el más mínimo regalo”.
En busca de los padres biológicos
A partir de entonces, la vida les sonrió. Hicieron un viaje a Carlos Paz con la familia de Emanuel y a los pocos meses se fueron a vivir juntos. Al tiempo, decidieron dar el paso de ser padres, él quería que ella sienta el calor de hogar y que pudiera tener su propia familia de sangre. Valentina nació en 2014 y Lautaro en 2015: “Lleva firma patriota, porque nació un 25 de mayo”, sonríe Emanuel con orgullo.
Tener su propia familia despertó en Angélica la necesidad de reconstruir su identidad. No sin miedo, ingresó a una página de internet llamada “¿Dónde estás?”, que ayuda a personas a encontrar personas: “Así fue que un día recibió noticias de quien podía ser su mamá y su hermano, lo cual cayó de sorpresa”, cuenta Emanuel. “Dudando, escribió al número de celular del chico que podía ser su hermano, contándole su historia y preguntándole si le resultaba familiar”.
Esa misma noche, Angélica recibió respuesta: conocía la historia y era su hermano. Entonces llegaron lágrimas de alegría y tristeza por lo perdido. De interrogantes y sentimientos encontrados.
Una gran familia y el amor de hermanos
Emanuel debía viajar por cuestiones de trabajo a Buenos Aires y allí se acercó y conoció a la familia biológica de su mujer. Luego de casi 33 años, Angélica se animó a concretar una videollamada y, por fortuna, la emoción fue enorme para todos. Por parte de su madre, ella tenía cinco hermanos.
A la semana siguiente, mediante el mismo sitio web, halló a su padre en Jujuy, donde estaba su otro hermano perdido y cinco hermanas más: “Lo único triste es que no conoció a su mamá personalmente, porque falleció justo antes de que se lograran reunir”, cuenta Emanuel. “Pero hoy cuenta una relación increíble con sus hermanos y hermanas que vienen a verla o vamos a visitar... Y uno de ellos, el menor de Brandsen, se casó con una de mis hermanas”, continúa con una gran sonrisa.
Una mujer única
“No conocés nada de mi vida”, le había dicho Angélica años atrás. Emanuel se atrevió a saber y, con esa escucha, cambió una vida de desdichas para siempre.
Hoy, Angélica y Emanuel tienen tres hijos. Luciano, el último integrante de la familia, llegó al mundo en 2019. Los padres de Emanuel adoptaron a Angélica como si fuera hija propia y hoy, con humildad y muchos esfuerzos, se consideran felices.
“Todos me dicen que nuestra historia es increíble y realmente creo que lo es”, afirma Emanuel. “Y yo me siento afortunado. Angélica es una mujer con todas las letras, fuerte en todos los sentidos. Una mujer que lo da todo por el que tiene al lado o por los hijos. Un ser de alma profundamente solidaria. Una mujer simple y sencilla, una mujer única”.
*
Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos aquí.
Temas
Más notas de Cor@zones
Más leídas de Lifestyle
Alerta. Qué le pasa al organismo si no consumo magnesio
Un palacio sobre rieles. El tren que nació por una historia de amor y se convirtió en una obra maestra de logística y lujo
Revolucionario. Buscaba tener dinero y descubrió una fórmula que cambió al mundo para siempre
Superalimento. La semilla que regula el azúcar en sangre, reduce el estrés y ayuda a dormir mejor