Niños y vínculos: jugar en red o interactuar en Zoom como lugar de encuentro
Las habilidades sociales se adquirieron siempre en el intercambio presencial entre los chicos bajo la mirada atenta de los adultos. Pero también por el ejemplo y modelo de los padres, de la sociedad en general y de películas, series y libros. Había un criterio único que todos los adultos defendían y enseñaban: “así no se le habla a nadie”, “no invites a un amigo delante de otro”, “si se pelean cada uno se vuelve a su casa”, “se ponen de acuerdo o ninguno juega”’, “nadie se queda afuera”, etc. Con el tiempo los niños íbamos incorporando esas pautas de habilidades sociales, al tiempo que podíamos ir construyendo una ética clara de las relaciones.
Hoy quiero referirme a lo que ocurre en los juegos en red en relación con este tema porque los chicos miran programas y series, navegan por Internet, usan playstation y otros dispositivos similares, y el tiempo de uso de estas pantallas seguramente haya aumentado durante las vacaciones de invierno. La mayoría lo hace sin mucha supervisión adulta de contenidos y, en el caso de los juegos, con auriculares, muy práctico para que no escuchemos su griterío y para que en las casas de sus amigos no se enteren de las cosas que pasan en la nuestra. Nos quedamos tranquilos porque los vemos interactuar con sus amigos, pero no registramos la calidad de esas interacciones ni el estilo de sociabilización.
Estos juegos presentan inconvenientes serios para el aprendizaje de la ética de las relaciones sociales: al no estar juntos, los chicos no registran el efecto que causan sus palabras en el otro con lo cual no adquieren ni pulen sus habilidades sociales. De hecho estamos viendo en los últimos años que, a partir del mayor uso de pantallas y juegos en red, esas habilidades disminuyen en los niños (ya desde mucho antes de que la cuarentena multiplicara el tiempo en que ellos juegan).
Del mismo modo que en la vereda o en la plaza los padres siempre intervinieron para regular los intercambios entre los chicos hasta estar seguros de que tenían incorporada una ética clara de las relaciones sociales, es tarea de los padres estar atentos a lo que los chicos se dicen, o se escriben para fijar en ellos la idea de tratar a los demás como les gustaría que los traten a ellos. Esto no se aprende automáticamente, y ya no viene implícito en la crianza, tenemos que seguirlos muy de cerca hasta estar seguros de que lo entendieron, de que no solo ellos no maltratan ni se burlan sino que tampoco aceptan que otros les haga lo mismo a ellos o a sus amigos.
Por otro lado estos juegos son de competencia. El que juega muchas horas obviamente juega mejor que el que lo hace acotado en el tiempo de uso por sus padres, lo que nos pone en una situación difícil a la hora de decidir cuánto tiempo les permitimos usarlos, nos da miedo que queden -o los dejen- afuera del grupo por no hacerlo bien.
Otro tema fundamental es que en estos juegos, a diferencia del juego libre, los chicos no procesan ni descargan sino que se estresan y se cargan al no haber representación, simbolización ni movimiento.
En el juego libre los chicos quedan luego contentos y saciados. Pero en los juegos en la computadora o en consolas esto no ocurre, piden más porque generan una búsqueda de placer diferente, más adictivo, nunca es suficiente, les cuesta dejar de jugar y al obligarlos a hacerlo suelen quedar enojados y/o estresados. Así, los chicos necesitan padres que pongan freno porque difícilmente ellos puedan ponérselos a sí mismos, son niños y no tienen la fortaleza interna necesaria para decir "suficiente", " me hace mal" o "basta".
Plaza virtual
La verdadera pantalla de interacción social es el zoom, el meet, el whatsapp, con el agregado a veces de juegos varios que empiezan y terminan en un rato, como el tutti frutti, la batalla naval, el pizarrón para dibujar de los más chiquitos, y muchos otros. Todos están en igualdad de condiciones, se ven entre ellos, ganan o pierden, y cuando se cansan conversan y se ponen de acuerdo para cambiar de juego o se despiden tranquilos y contentos de haberse encontrado,
Sería maravilloso que pudieran encontrarse y jugar en la plaza o en el jardín, pero como eso no es viable en este momento, aumentemos este tipo de pantalla interactiva y no nos apoyemos tanto en el Fortnite o Roblox y otros juegos de ese estilo entre nuestros chicos.
No propongo que no jueguen sino que lo hagan acotadamente, que los padres monitoreen las interacciones, y, en lo posible, que se pongan de acuerdo entre adultos en el tiempo y en los horarios de uso, y que ayuden a los chicos a buscar otras formas de interacciones en pantalla muy entretenidas y menos competitivas y adictivas.
Las pantallas llegaron para quedarse, tomémonos el tiempo para enseñar a nuestros hijos una ética para esas interacciones sociales y también delimitemos el tiempo de uso de modo que con el tiempo aprendan a auto-regularse.
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