La mezcla de los dos tipos de personalidades te puede hacer indispensable en la oficina y es una habilidad que todos pueden dominar, con un poco de práctica
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Es como preguntar si te gustan los gatos o los perros, una de esas preguntas básicas: ¿eres una persona introvertida o extrovertida? Cada una de esas identidades tiene sus propias fortalezas y debilidades, pero parece que hay un constante debate en torno a cuál sería mejor tener.
Algunos dicen que internet está “enamorado” de los introvertidos, y que ser un introvertido por fin se volvió algo genial, particularmente durante la pandemia. Eso probablemente sea en reacción a la cultura que durante mucho tiempo pareció celebrar y recompensar a los extrovertidos, especialmente en muchos países de Occidente y principalmente en el entorno laboral, donde estos pueden utilizar su don de gentes natural.
Para complicar las cosas, unos estudios demostraron que los introvertidos pueden opacar a los extrovertidos como líderes, a pesar de que el comportamiento resuelto de un extrovertido se acopla muy bien con la imagen que muchos tienen de un director ejecutivo típico. Entonces, ¿cuál de los dos es mejor? ¿Quién tiene más ventajas y quién tiene más éxito en el trabajo: los empleados confiados y llenos de vida o los reservados y contenidos? Resulta que la respuesta es aquellos que pueden ser ambos: el camaleón “ambivertido”.
La mezcla de los dos tipos de personalidades te puede hacer indispensable en la oficina, según expertos. Y a pesar de que actuar tanto extrovertida como introvertidamente puede parecer complicado, es una habilidad que todos pueden dominar, con un poco de práctica.
La “ventaja de la ambiversión”
Adam Grant, profesor de psicología de la Universidad de Pennsylvania, acuñó la expresión “la ventaja de la ambiversión” en un estudio de 2013 que cuestionaba la noción de que los extrovertidos eran más exitosos y productivos en un ambiente de ventas.
Después de estudiar a 340 empleados de un centro telefónico de atención al cliente (call center), Grant encontró que los trabajadores que recaudaban más ingresos por ventas se encontraban en la mitad de la escala de extroversión. De hecho, los resultados se ilustraban con una curva en forma de campana: los trabajadores que peor se desempeñaban eran extremadamente introvertidos o extremadamente extrovertidos.
“Debido a que de manera natural se involucran en patrones flexibles de conversación y prestar atención, los ambivertidos tienen más probabilidades de expresar la confianza y entusiasmo suficientes para persuadir y concluir una venta”, escribe Grant en su estudio. Pero los ambivertidos también “tienden más a escuchar los intereses de los clientes y son menos susceptibles a aparentar estar demasiado agitados y autosuficientes”.
Karl Moore, profesor titular de Administración de la Universidad McGill e investigador adjunto de la Universidad de Oxford, y quien estudió a los ambivertidos durante años, estima que 40% de los principales líderes empresariales son extrovertidos, 40% son introvertidos y 20% son “ambivertidos puros”, basado en entrevistas con 350 altos ejecutivos.
No obstante, cree que las circunstancias sin precedentes creadas por la pandemia forzaron a los líderes de todos los niveles a comportarse más como ambivertidos. En su libro, próximo a publicarse, “We Are All Ambiverts, Now” (Ahora todos somos ambivertidos), Moore señala que estas circunstancias requieren que más líderes recurran a las fortalezas tanto de la extroversión como de la introversión.
Por ejemplo, los jefes tuvieron que escuchar y absorber los comentarios críticos para proporcionar ambientes de trabajo flexible y comprensivo para el personal, pero también tuvieron que proyectar un entusiasmo claro y manifiesto para animar y guiar al equipo hacia lo desconocido.
“Lo que la pandemia significa es que el director ejecutivo necesita escuchar mucho, un gran líder es un gran escucha”, dijo Moore y agregó: “Pero también tiene que ser capaz de comunicar el inspirador ‘muchachos, estoy confiado en que podremos salir de esta crisis’”.
“Adaptarse a las necesidades”
Así que, ya se trate de cifras de ventas o de navegar inciertamente por una catástrofe única en la vida, es bueno ser ambivertido. Pero, ¿cómo te conviertes en uno? En realidad, dicen los expertos, es muy factible. Para empezar, la mayoría de los populares test de personalidad te colocan en una escala variable de extroversión, así que la ambiversión está a tu alcance.
“Se trata más de una estilo de adaptación de liderazgo” que de pensar en que tienes que rehacer completamente tu personalidad, indicó Alisa Cohn, una instructora de ejecutivos y nuevas empresas basada en Nueva York. “Creo que se trata menos de cómo resolver tus debilidades (percibidas) que de cómo desarrollar tu capacidad de salirte fuera de tu zona de confort”, añadió.
No son sólo los directores ejecutivos los que se benefician de la ambiversión, afirmó. De hecho, entre más temprano en tu carrera desarrolles estas habilidades, mejor, ya que “los beneficios mejorarán con el tiempo”. Para las personas que se identifican como extrovertidas, esto podría significar mantener conscientemente más silencio en las reuniones; para las introvertidas, podría significar contribuir más en las reuniones.
“Podría ser un comportamiento específico: poner más atención o hacer otra pregunta y escuchar la respuesta. Para ser más extrovertido, serviría iniciar una conversación o hablar cháchara”, comentó Cohn y continuó: “Me gusta la idea de practicar el comportamiento tres, cuatro, cinco veces al día y pequeñas dosis para que puedas hacerlo con mayor facilidad sin cansarte. Y, luego, te das un puntaje”. Hay que mantener un registro de cuántas veces se hace eso y si uno alcanzó la meta.
También recomienda identificar a una persona ejemplar que se admira en la oficina, que tenga las cualidades introvertidas o extrovertidas que buscas imitar, para observar su comportamiento y moldear el tuyo al de ellos. Moore habla de su trabajo con un director ejecutivo introvertido, Claude Mongeau, exjefe ejecutivo de los Ferrocarriles Nacionales de Canadá, para su investigación.
Contó que Mongeau estuvo asesorado por un instructor de liderazgo que le dio un contador, como el que usa un portero de un club nocturno para contar los clientes, para registrar cada habilidad extrovertida que practicó diariamente. Eran cosas pequeñas, como saludar a alguien o hacer un comentario sobre el tiempo. Moore dice que continuó siendo muy introvertido, pero se dio cuenta de que para ser un director ejecutivo efectivo, tenía que conectarse a su lado extrovertido.
El experto, quien se define como extrovertido, explicó que la conexión con su ambiversión interna le ayudó en su propia carrera, tanto como investigador como para su programa de radio, en el que entrevista a directores ejecutivos. “En mi programa de radio, mantengo silencio 98% del tiempo, porque le hago preguntas al invitado: ‘¿de dónde eres, qué hace tu familia?’”.
Ser ambivertido significa ser consciente de tu propio estilo social natural, y saber cuándo la situación requiere exactamente lo opuesto: “Los líderes más exitosos son aquellos que pueden reconocer una situación y adaptar su estilo a la medida”, expresó Cohn.
Evitar la carga mental
El único inconveniente es que esta adaptación te puede desgastar. “Necesitas actuar de ambas maneras. El problema es que se vuelve agotador”, aclaró Moore. Pero afirmó que ser extrovertido o introvertido se reduce a de dónde se saca la energía, ya sea del mundo exterior o del interior. De manera que, cuando va en contra de su corriente natural, se consumen más “calorías mentales”, expresó Cohn, y es importante recargar ese tanque de energía mental.
Para los introvertidos, eso puede significar una tarde a solas en casa con un libro o, si está en el trabajo, una pausa de 15 minutos afuera en un banco solitario. Para los extrovertidos, puede significar rodearse de gente. Moore señaló que su “pausa extrovertida” preferida cuando está trabajando es encontrar un restaurante y sentarse a comer en la barra, para poder hablar con otros comensales. “Me estimula. Me sube los niveles de dopamina, porque estoy con gente”.
Es importante reiterar que pocas personas son 100% lo uno o lo otro. Pero convertirse en un ambivertido es algo más activo; es decidir qué botón apretar, y cuándo. Refinar esa destreza puede hacer la gran diferencia -no sólo para ti, sino también para los que trabajan contigo.
Cohn señaló que uno de sus clientes, un gerente introvertido, trabajó duro para fortalecer su aspecto extrovertido asistiendo a más reuniones y respondiendo con más entusiasmo con gestos de confirmación como asentir con la cabeza. ¿El resultado? Su equipo “sintió que había mayor armonía en la reunión”, indicó Cohn y afirmó: “Los hizo sentir más importantes y empoderados”.
“No se trataba de él”, dice. “Era de las otras personas siendo escuchadas, sintiéndose reconocidas”, concluyó.
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