Un nuevo mundo de experiencias la estaba esperando, pero el éxito había dejado de lado lo que más le importaba
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“Tienes que dejar la universidad. Necesito que tu atención esté puesta en una sola actividad”, le dijo esa tarde la productora a cargo del grupo del que formaba parte. Impulsada por sus amigas, había llegado a ser una de las figuras destacadas en Flans, una de las bandas más populares en la década de los ochenta en México (equivalente a Viuda e Hijas de Roque Enroll argentino). Al día siguiente y con tan solo 18 años, Amparo Serrano tenía programado un viaje a Europa para grabar nada más y nada menos que con el cantante y compositor mexicano Emmanuel. Pero la suerte estaba echada y, sin demasiado preámbulo, la productora decidió que ella ya no formaría parte de la exitosa agrupación.
— No tienes ni el ángel ni el talento necesario para hacer una carrera en esta industria, sentenció la productora y la borró de un plumazo de la escena musical.
“Eso afectó mucho mi autoestima. Había llegado a cantar con mucho esfuerzo de mi parte. Siempre fui muy tímida y mis amigas me alentaban para que apostara por mi talento musical. Me costaba horrores salir al escenario. Pero ellas dicen que tenía un carisma único. Y, si bien yo fui criada con una libertad inusual, en mi casa había dos reglas que mis padres me pedían respetar: que estudiara y terminara mi carrera y que cumpliera con la obligación cívica del voto”.
“Me criaron como a un niño salvaje”
A pesar de esa decepción, esta decisión impulsó su talento en otra dirección: el diseño gráfico. Durante sus estudios en la Universidad de Anáhuac del Sur surgió el primer proyecto que, años más tarde, sería al puntapié para dar forma a un emprendimiento personal. Toda su creación de aquella época y la que vendría en años posteriores, estuvo marcada por el ambiente familiar en el que había dado sus primeros pasos como artista. Ya a los siete años daba clases de arte a sus amigas y en cada trozo de papel que encontraba dejaba su trazo. “Me refugiaba en el dibujo para evadirme de las clases. Era muy mala en la escuela. Me costaba concentrarme y dibujar me ayudaba a seguir adelante”.
Amparo Serrano reconoce que fue criada en un hogar donde las reglas eran escasas y los límites difusos. Su madre, Amparo Espinosa Rugarcía, una intelectual muy prestigiosa de México le había dado alas para que descubriera y viviera el mundo a sus anchas. “Yo era como un niño salvaje. Me vestía como se me antojaba. Me cortaba el pelo sola y recuerdo que jamás iba peinada a la escuela, un colegio muy tradicional católico en el sur de México. Mi mamá me dejaba usar pelucas y no le daba importancia al uniforme reglamentario. Ya de adolescente, podía llegar a la hora que quisiera. Es más, podía no llegar a mi casa. Pero siempre me inventaba algunas reglas para no parecer tan extraña a los ojos de los demás”.
Por el lado de su padre, que era amigo del humor y la simpatía, Amparo también tuvo una fuerte influencia en su modo de ser. “Él jamás estuvo atento a lo que hacía pero estaba orgulloso de cada paso que daba: genio, brillante, espectacular, me decía con cada cosa que yo hacía y le mostraba. Y creo que la combinación entre ambos resultó en lo que fui descubriendo como parte de mi esencia ya de adulta. Siempre me sentí muy querida y fui muy feliz. Le estoy agradecida a mis padres por las bases que me dieron”.
Codearse con la fama de la mano de Luis Miguel
Tal era la libertad de la que gozaba Amparo Serrano que llegó a codearse con las estrellas musicales, intelectuales y del momento. Fue novia de Jorge “El Burro” Van Rankin, parte del círculo íntimo de Luis Miguel y éste último la esperó una tarde en el living de su casa a modo de “sorpresa” y como favor a su amigo. “Cuando entré a mi casa y lo vi sentado en el sillón muy cómodo me fui corriendo a vomitar al baño de los nervios que me había dado la situación”.
Pero lo cierto es que el talento y la creatividad de Amparo Serrano se fue puliendo y potenciando con el correr de los años. Mientras estudiaba, hizo un viaje que la marcó por completo. Vio la imagen de la Virgen de Guadalupe y eso la inspiró para crear sus propias versiones en los años ochenta. Al comienzo las hacía con semillas y retazos de telas.
Años más tarde, cuando obtuvo su título de diseñadora gráfica, se instaló por unos meses en Nueva York, Estados Unidos. Y pudo formalizar sus estudios y dar cauce a sus creaciones. También allí conoció a su actual esposo, el productor David West y comenzó a incursionar en la cerámica con diseños propios. Al regresar a México, decidió comprar un horno y pintar regalos hechos a mano para sus familiares y amigos más cercanos. El talento de Amparín y la demanda de este hobby provocaron el nacimiento formal de Distroller.
“Sentía que el juguete me llamaba”
Al hacer suvenires para los bautismos, Amparín decidió diseñar una imagen atractiva para los niños y así surgió su personaje más famoso: la Virgencita Plis, inspirada en una medalla artesanal que había visto en un viaje a Guatemala. La imagen caricaturizada de la Virgen de Guadalupe dio a conocer la marca en sus inicios, y aunque su creación recibió críticas de la Iglesia Católica porque la consideraban como una burla, poco a poco, se introdujo este personaje en el mercado y consiguió la aprobación de la Arquidiócesis. En 2008 Distroller dio un paso fundamental para su crecimiento: entró a Walmart comercializando productos con diseños como artículos higiénicos o comestibles. En 2009 la historia se repitió con Palacio de Hierro, donde Distroller tiene presencia a través de pequeñas boutiques. En ambos casos, fueron las empresas quienes buscaron a Amparín para establecer una relación comercial. Entre sus productos se encuentran pulseras, peluches, muñecas, dulces y útiles escolares. Actualmente, Distroller tiene tiendas tanto en México como en Latinoamérica (el mes pasado desembarcó en Argentina), Estados Unidos y España.
“Lo interesante es que en ese momento todo lo que yo hacía era para adultos. Y mis creaciones tenían una cuota de realismo que muchos no aprobaban o con el que no se sentían cómodos. Pero pronto los niños se mostraron más interesados e identificados con la propuesta y allí surgió la conjunción entre mi pasión por los juguetes y lo que yo podía crear con todo el bagaje de pensamientos y experiencias que había acumulado en esos años de exploración”.
La diseñadora tiene una colección de más de 10 mil juguetes: muñecas, coches para bebés, juguetes de los huevos Kinder, piezas icónicas de Star Wars, todo tipo de artículos didácticos y no tanto integran su museo personal. “Desde chica tuve una conexión especial con los juguetes. Había algunos que hasta me sonreían y me guiñaban el ojo para que los llevara a mi casa”.
Amparo Serrano fue una de las pioneras en la creación de muñecas con virtudes y defectos para promover que se combata el bullying. Porque ella lo sufrió de pequeña, está interesada en brindar a los niños una experiencia de juego que permita explorar cada rincón de la imaginación. Del rechazo de una productora a estar al frente de una de las empresas mexicanas más originales del panorama actual. “Mis personajes están en mis sueños persiguiéndome, no duermo, o son caricaturas de las personas que me rodean. La idea es hacer de este mundo un espacio más feliz”.
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