Podría ser el nombre de la yegua ganadora de un Gran Premio, una reacción frente al modo en que suceden casi todas las cosas en el planeta Tierra o el tributo a un enojo infantil llevado al extremo. Lo cierto es que el origen del nombre, Rabieta, es un misterio. Así lo prefieren Gustavo Schickendantz, Miguel de Achával y Rubén "Cacho" Diciero, tres de los socios fundadores de esta cervecería artesanal con epicentro en La París, la elegante confitería del Hipódromo Argentino de Palermo.
La historia empezó hace poco más de dos años. Schickendantz –con un alto cargo regional en Marketing e Innovación en Heineken–, De Achával –fue gerente de Comercial y Marketing del Hipódromo de Palermo– y el maestro cervecero Rubén Diciero –exgerente de Quilmes– son algunos de los miembros de esta especie de "dream team", o quizás un "drink team", que pertenecía a las grandes ligas de la cerveza. Pero sentían la necesidad de patear el tablero, de saltar por sobre la estructura de las multinacionales, de la escala industrial. Y con la pasión como eje, para que las cosas sucedieran del modo en que las proyectaban.
35 empleados tenían en su primer año
Mientras algunos barrios de la ciudad parecen cada vez más una gran birrería a cielo abierto, con una estética uniforme de mesas altas y banquetas sin respaldo en la vereda, paredes negras de diseño industrial y alguna chapa de publicidades vintage como decoración, ellos apostaron por la elegancia. La emblemática confitería La París, en el Hipódromo de Palermo. Fueron apenas cuatro estilos iniciales (Golden, American IPA, Red Irish Ale y Dry Stout) los que dieron el brindis de bienvenida a Rabieta.
"El primer año estuvo lleno de experiencias novedosas para el equipo", dice De Achával. Es que la apertura del bar coincidió con el lanzamiento de la marca y el producto y, aquí lo más ambicioso, con el comienzo de las obras de Pilar. Una ambiciosa estructura que incluyó la instalación de líneas de envasado de botellas y latas de última generación. ¿El objetivo? Llevar Rabieta a todo el país. Así que durante el año inaugural, con 35 empleados en sus filas, lograron hacer convivir dentro del emblemático edificio palermitano su primer brewhouse, dos barras con más de 20 canillas cada una, y dos patios cerveceros.
La elaboración a cargo del brewmaster Cacho Diciero se puede ver en pleno funcionamiento desde las mesas del bar. "Desde el primer momento tuvimos en claro que no queríamos ser un bar más, sino un proyecto cervecero que iba mucho más allá, con la idea de ayudar a llevar el craft a su mejor expresión. En La París, además de nuestras propias variedades, ofrecemos las de otros productores porque apostamos y creemos fervientemente en el espíritu de colaboración y trabajo en conjunto que se da en el ambiente artesanal", explica Schickendantz.
50.000 clientes circulan por La París
La París fue una apuesta por generar un punto de contacto y de encuentro real con los consumidores, para poder observar, en vivo y en directo, las devoluciones sobre el producto y la marca. Para el beneplácito de los socios, eran todos pulgares arriba. "Entendimos sus preferencias, validamos nuestros productos y logramos que nuestro público encuentre en Rabieta los valores artesanales que desde el comienzo quisimos destacar. Nos encantó y nos desafió la percepción de calidad que tuvo la birra que hacía Cacho. La marca ha tomado mucha fuerza desde que nació y eso nos llena de entusiasmo".
Los orígenes de la birra se remontan 10.000 años atrás."Es un producto noble, pero en las últimas décadas ha ido disminuyendo su calidad. De algún modo, lo nuestro busca reivindicar la cerveza", sostiene Diciero. "Para nosotros, lo primordial radica en la calidad. A partir de esta premisa, avanzamos. Utilizamos materias primas nobles, como lúpulos naturales o maltas de distintos grados de tostado y caramelización, respetamos los tiempos de fermentación, y no incorporamos en la preparación aditivos ni conservantes. Tampoco esencias, algo que en general sí tienen las cervezas industriales. Acceder a una mejor tecnología para su producción nos permite bajar la variación que tiene el proceso artesanal y tener menores niveles de oxígeno en la preparación, lo que brinda más frescura al producto embotellado sin alterar sus características".
Como unos Pinky y Cerebro de las burbujas doradas, los socios de Rabieta sueñan todas las noches con conquistar el mundo. Claro que ellos son más efectivos que los personajes dibujados. "También estamos trabajando fuertemente en cumplir nuestro sueño de hacer cerveza artesanal para el mundo. Vemos Brasil, Chile y Uruguay, en una primera instancia, como los principales atractivos de la región. Y, en una segunda etapa, pensamos arribar a los Estados Unidos. Nos encantaría poder lograrlo", dicen.
$100 millones de facturación anual
Pero seguros de que lo único que empezás a construir desde arriba es un pozo, empezaron a conquistar espacios en el país. "Nuestra idea es que la mayor cantidad de gente nos encuentre en la góndola y tenga la misma experiencia que generamos en el bar en el living de su casa. Por eso, ya estamos en las grandes cadenas, y también en autoservicios y bares de todo el país", explican.
"Esto es posible gracias al lanzamiento de nuestra cervecería en Pilar, que tiene capacidad para envasar 120.000 litros mensuales de cerveza, tanto en botellas como en latas y barriles. Desde que comenzamos el proyecto, hablamos de cerveza artesanal malcriada, por lo cuidadosos que son nuestros procesos, y por el paralelismo que generamos entre la forma de producir cerveza y la forma en que se cría un caballo de carrera pura sangre; algo que además concuerda con nuestra locación en el Hipódromo, frente a la cancha número 1 de Palermo, y ahora con nuestra locación en Pilar, que está al lado de la Asociación Argentina de Polo".
120.000 litros de cerveza envasan mensualmente
El plan incluye la expansión por medio de franquicias, haciendo foco en el corredor norte de la provincia de Buenos Aires y Nordelta. Pero, también, joint ventures, como la que hicieron con la banda de rock La Beriso o las diversas variedades de cervezas en combinación con otras categorías, como la Barry Wine con Álamos, la Red Irish con Whiskey Jameson, y otras creaciones en conjunto con varias cervecerías (Siete Cholas, Chachingo, Bierhaus, Ogham, entre otras). "Buscamos generar otros vínculos que nos permitan seguir aprendiendo y descubriendo nuevas variedades de cerveza, manteniendo los valores, la pasión y el profesionalismo, con la calidad como una obsesión".
Una obsesión que, dicen, es mucho más que una cerveza. Una visión filosófica, un mindfulness del chop, una metodología que aplican al trabajo, a la vida y a la birra.
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