A sus 46 años, la abogada y manager deportiva de renombre internacional, cuenta cómo es ser una mujer en un ámbito liderado por hombres y habla de la loca pasión futbolera de su familia
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Natalia Simeone irrumpió en el mundo del fútbol -históricamente gobernado por hombres- hace 20 años. Llegó de la mano de su hermano pero, con el tiempo, forjó un nombre propio. Hoy, a sus 46 años, es reconocida como una prestigiosa representante de jugadores. Asesora a deportistas de todo el planeta, representa al Cholo, el ídolo de la mitad de Madrid, y es la abogada de sus tres sobrinos, Giuliano, Giovanni y Gianluca, también futbolistas.
“Nunca sentí el hecho de ser mujer como un limitante, sino todo lo contrario”, afirma durante una entrevista con LA NACION desde Madrid, donde vive desde hace dos años junto a su familia. Manteniendo el bajo perfil que la representa, la abogada deportiva relata su infancia y su vida actual, ambas marcadas por el fútbol; los desafíos de su trabajo y su opinión frente a la incipiente carrera profesional de su único hijo, de 11 años, a quien le aconseja que se concentre simplemente en divertirse.
Nacer y crecer en el Fútbol
-Escuché que en varias ocasiones dijiste haber nacido en el fútbol, ¿cómo es eso?
-Es así. Recuerdo ser chiquita y que mi papá, fanático de Racing, nos llevara los domingos a la cancha. En la radio de mi casa, en Palermo, siempre escuchábamos si el partido se jugaba, si había preliminar. Para mi y para mis dos hermanos, Diego y Carla, ir a ver fútbol era toda una salida. Comíamos un choripan en la popular, que en ese momento era un lugar familiar, corríamos la bandera. Después, Diego, que es 4 años mayor que yo, empezó a jugar en Vélez e íbamos a ver todos sus partidos.
Mi familia es muy futbolera. Nos apasiona comentar los partidos; para nosotros el fútbol es un modo de vida. Tenemos jerga futbolística: cada uno tiene una posición de fútbol, y nos llamamos por nuestros números. Yo, por ejemplo, yo soy la arquera, porque atajo todos los penales -dice y se ríe-.
-¿Cómo llegaste a trabajar en el fútbol?
-Fue natural. Cuando terminé el secundario, empecé a estudiar Derecho en la Universidad de Belgrano. Tenía mucha necesidad de aprender. Mi papá, que trabajaba como vendedor en una empresa, me ayudó a pagar la carrera. Cuando me recibí, no sabía qué quería hacer. Trabajé en un estudio, después en una escribanía, después en otro estudio. Ya a los 26 me decanté por el derecho deportivo. Mi hermano me pidió que empezara a trabajar para él. Trabajé un tiempo en el estudio donde estaba su representante y cuando se terminó su contrato, lo reemplacé yo, y empecé a acompañar a Diego como abogada y representante. El derecho deportivo es un poco sui generis. Tiene un poco de cada rama del derecho. Me gusta mucho. Es un nicho recontra explotado, pero cuando yo entré no era tanto.
-¿Fue difícil insertarse en ese mundo?
-Si. Al principio, cometía errores normales. No leía tanto el timing, los tiempos para pedir, para saber que llegaste a tu techo, para callar, para hablar. Yo siempre digo que el timing es una de las herramientas más importantes de la negociación.
Una mujer en un mundo gobernado por hombres
Era principios de milenio. Natalia Simeone, en ese entonces una joven abogada porteña con poca experiencia en los negocios deportivos, entró en una oficina donde la esperaba el comité de un club argentino, todos hombres de traje y corbata, para negociar el contrato de su hermano, el entonces jugador Diego Simeone. “Me vieron y se pusieron incómodos. Yo les dije ‘quédense tranquilos que no pego taconazos’, y ahí se rieron y aflojaron. Casi no había mujeres en el fútbol en ese momento”, recuerda hoy la famosa abogada.
Hoy, además de representar a su hermano, Natalia Simeone es la abogada de sus tres sobrinos -Giovanni (26), que juega en el club italiano Cagliari Calcio, Gianluca (23), que juga en el Club Deportivo Ibiza Islas Pitiusas, y Giuliano (18), que juega en el Atlético Madrid- y hace asesoramiento externo a otros clientes de distintas partes del mundo, a quienes prefiere no nombrar.
“Mi trabajo es principalmente con mi familia. Con eso me alcanza y me sobra”, dice y se ríe. Desde hace cuatro años, también es la presidenta del Comité de Ética de la Conmebol.
-¿Cómo era ser mujer cuando ingresaste al fútbol y cómo es ahora?
-Hace 20 años, cuando empecé, éramos muy pocas, pero nunca me sentí incómoda. Los que se ponían incómodos, al principio, eran los otros. Nunca me discriminaron ni me despreciaron. Tampoco nunca sentí el hecho de ser mujer como un limitante, sino todo lo contrario. He conocido dirigentes que me han enseñado muchísimo y han sido muy generosos conmigo en el ámbito laboral.
Hoy, la realidad es otra: hay muchísimas más mujeres, incluso en cargos altos, como Marina Granovskaia -directora ejecutiva del Chelsea F.C-, y muchas otras abogadas en distintas ligas. El Fútbol es un mercado donde hay mucha oferta y mucha demanda. Por metro cuadrado, hay 10 representantes. Es un mundo aspiracional, especialmente para los hombres. Creo que la clave en este trabajo es concentrarse en mejorar constantemente, en competir contra uno mismo en vez de contra otros.
-¿Cómo hacés para mejorar constantemente?
-Me capacito. Yo soy una estudiante crónica. El año pasado, con la pandemia, empecé un máster en Finanzas, que se me está haciendo muy difícil, pero que me ayuda a mejorar en mi trabajo, porque cuando asesorás o acompañás a un jugador, le das un servicio integral. También aprendí idiomas. Hoy, hablo cuatro: español, inglés, italiano y francés. El inglés lo hablo desde que soy chica. El italiano lo aprendí cuando Diego jugaba en Italia y me sirvió mucho. El francés es el más nuevo, y lo aprendí más que nada por interés personal.
-¿Es verdad, como se dice en los medios, que lograste que Diego Simeone sea el DT mejor pago del mundo?
-La información de los contratos de mis clientes es privada. De todas formas, la cantidad de dinero que le consigo a un cliente no depende de mi, porque eso va de la mano de distintos factores que dependen del cliente, como sus logros, sus virtudes su trayectoria, etcétera... Cada jugador tiene un precio. El hecho de ser buen abogado se ve en otros detalles, por ejemplo, en el cuidado de todos aquellos detalles que necesita tu cliente para que un contrato sea bueno.
-¿Cómo hacés para combinar tu vida profesional con la familiar?
-Una de las razones por las que nos mudamos de Buenos Aires a Madrid es porque yo viajaba mucho. En 2018, había llegado a hacer 40 vuelos internacionales. Sentía que estaba bastante ausente de mi familia. Mudarnos fue la forma de compaginar la profesión con la vida familiar. Nos mudamos en diciembre de 2018. Estoy más cómoda en sentido de cercanía. Antes, viajaba de Buenos Aires a Europa cuando tenía que ver a mis clientes, y era demasiado lejos.
Fue una decisión tomada en familia. Lo más normal siempre es que la mujer acompañe al hombre. En nuestro caso, fue al revés. Cuando una mujer trabaja en un ambiente laboral competitivo, es muy importante que quién la acompaña. Gracias a Dios, mi marido, que es preparador físico de futbolistas, entiende y conoce mi trabajo. Que él me haya acompañado a mi en esta etapa es fantástico.
-¿Qué pensás de los inicios de tu hijo en el fútbol?
-Mi hijo juega en el Atlético Madrid y es bueno, pero no lo presionamos. Tiene 11. Tal vez en un año quiere ser basquetbolista, a mi me da igual. Yo no aspiro a que él juegue al fútbol, quiero que él haga cualquier deporte que sea en grupo, que genere pertenencia, valores.
La carrera de futbolista es dura, es difícil. Me parece que un niño de 11 años tiene que divertirse. Cuando voy a un campeonato y veo cómo los padres les exigen a los nenes de su edad, me da mucha lástima. Creo que tienen que saber que es un deporte para divertirse.
Otra cosa buena de habernos mudado a Europa es que mi hijo puede mezclar escuela con entrenamiento. En la Argentina él no podía porque el entrenamiento era a las 14. Acá, empieza a las 17, entonces puede ir a un colegio normal y después entrenar. Los profesores de la academia nos piden las notas de los chicos. Si les está yendo mal, no los dejan entrenar. Me parece que es un buen sistema porque se ocupan de formarnos como personas además de como futbolistas. La carrera del jugador del fútbol es cada vez más corta. Tiene que haber una vida después de eso. Siempre digo que el jugador de fútbol a veces lamentablemente solo es eso. Su profesión tiene una vida útil, entonces cuando se retiran tienen un vacío muy grande. Creo que es muy importante ayudarlos a pensar en la otra mitad de sus vidas.
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